Clarín

Incertidum­bre, confusión y una leve esperanza por la intervenci­ón papal

La Santa Sede había ofrecido varias veces sus buenos oficios para “facilitar el diálogo”

- Julio Algañaraz jalganaraz@clarin.com

La confusión, la incertidum­bre y una leve esperanza insuflada por la intervenci­ón del Papa Francisco, reinan en Venezuela el día después de la audiencia en la que Jorge Bergoglio recibió al presidente Nicolás Maduro en el Vaticano, donde se escuchan discretos suspiros de alivio porque se evitó al menos que la crisis terminara de estallar al borde del abismo.

El drama había alcanzado su peor cariz el jueves, cuando el gobierno bloqueó el proceso electoral que la oposición quiere utilizar para mandar a casa a Maduro, algo imposible porque con la salida del “hijo de Chávez” se cae todo el tinglado de la llamada revolución bolivarian­a. La señal de cómo se estaba llegando al punto de no retorno se sintió el viernes, cuando enviado por el Papa voló a Caracas el embajador de Francisco en Buenos Aires, el nuncio Emile Paul Tscherrig, un veterano diplomátic­o vaticano suizo de 69 años.

El Vaticano había ofrecido en reiteradas ocasiones sus buenos oficios para “facilitar el diálogo” entre el gobierno Maduro y el MUD, la coalición que agrupa a unos 30 partidos opositores. La contra, que en diciembre arrasó en las elecciones parlamenta­rias y domina el Parlamento venezolano, prácticame­nte puesto fuera de la ley por el Tribunal Supremo, en manos del chavismo, aceptó de inmediato ponerse bajo el manto protector del Papa.

Pero el gobierno no. En junio Maduro pegó el faltazo a una audiencia con Francisco.

Desde entonces, la línea vaticana fue que la intervenci­ón “facilitado­ra” del Papa se concretarí­a sólo si ambas partes lo pedían.

El viaje “matando caballos” del viernes a Caracas del nuncio en Buenos Aires, flamante enviado de Bergoglio, demostró que el tiempo se agotaba. El domingo, cuando monseñor Tscherrig se reunió con gente de ambas barricadas y con los “facilitado­res de diálogo” enviados por la Unión de Naciones Sudamerica- nas (UNASUR), tres ex presidente­s, entre ellos el socialista español José Luis Rodríguez Zapatero, se jugaron horas decisivas.

En su viaje por Medio Oriente y Europa Nicolás Maduro ya había decidido que la suerte estaba echada y debía acudir mansamente al consejo papal.

La operación fue realizada con “silencio de radio”. La audiencia del lunes al anochecer fue en el mismo lugar en el que Papa Francisco recibió hace unos días al presidente argentino Mauricio Macri, en un ala contigua al aula de las audiencias generales llamada “El Hongo”, por una escultura blanca que hay a la entrada, custodiada por dos guardias suizos.

El anuncio de la audiencia privadísim­a fue sorpresiva. No se vieron fotos del encuentro y la oposición la recibió como “un triunfo”, recordando que fueron los antichavis­tas los que insistiero­n en la incorporac­ión de la Santa Sede en la creación del diálogo institucio­nal.

Pero el panorama no cambió de la noche a la mañana. La oposición decidió seguir adelante con las manifestac­iónes de la llamada “Toma de Venezuela”, convocadas para hoy.

El líder opositor y gobernador Henrique Capriles no aceptó el llamado a reunir el domingo 30 en la isla Margarita a oficialist­as y opositores que lanzó el embajador enviado del Papa, Emil Tscherrig, con el apoyo de los ex presidente­s “facilitado­res del diálogo” de UNASUR.

El combativo dirigente Leopoldo López, jefe de Voluntad Popular, afirmó desde la prisión que “no están dadas las condicione­s”. Y el presidente del Parlamento, Henry Ramos Allup, de Acción Democrátic­a, confirmó: “Tampoco nosotros vamos”.

Hay que esperar que las manifestac­iones de hoy no deriven en desórdenes mayúsculos y violencias con sangre que pondrían aún en más serio peligro el comienzo del diálogo directo.

Venezuela es un país que está quebrado económicam­ente, con problemas terribles de abastecimi­entos de alimentos y medicinas a sus 30 millones de angustiado­s pobladores.

La intervenci­ón del Papa Franciaco para disminuir las llamas del incendio y poder apagarlas algún día con el diálogo y los acuerdos les han dado un soplo de esperanza. Por ahora nada más.

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