Clarín

Ambulancia­s villeras: atienden urgencias con enfermeras que además son vecinas

Con choferes que también viven allí, son cinco camionetas que llegan al interior de los asentamien­tos porteños, donde el SAME sólo ingresa acompañado con custodia policial.

- Nahuel Gallotta Especial para Clarín

Son las seis de la tarde y el turno viene tranquilo: hubo un alerta amarilla de un vecino con malestares estomacale­s y un traslado de una madre con su hijo (a quien no puede dejar solo en la casa) hasta la farmacia social, con regreso incluido.

Pero de repente, a Valeria Chaparro le suena el handy. Se acerca a la cabina y grita: “¡Alerta roja!, Centenera y Cobo”. La tranquilid­ad se termina: “el Correntino”, el chofer, dobla a la derecha por un pasillo en el que apenas entra su ambulancia y acelera como sólo puede hacerlo él, que conoce y vive en el barrio. Entre las cubiertas y los cordones no debe haber más 25 centímetro­s. Ya puso quinta y con la mano derecha toca la sirena. En el Barrio Rivadavia 1, del Bajo Flo

res, apurarse es difícil: por este pasillo sólo cabe un auto y como es doble mano toca frenar a cada rato. En una esquina, “el Correntino” frena de golpe por la maniobra de un vecino que estaciona su taxi. Casi chocan. Pero a los 3 minutos la ambulancia llega a la esquina donde un hombre mayor está tirado sobre la vereda, con el casco. Es un accidente en moto. Valeria y Viviana Serrano, las enfermeras, bajan y hacen las primeras atenciones. Vladimir Sacaca, el rescatista, prepara la camilla y con el “Correntino” lo suben a la ambulancia. Todo en menos de otros 3 minutos.

La escena sólo tiene algo distinto. La ambulancia que interviene no es del SAME, sino de la Corriente Villera Independie­nte (CVI) y lleva imágenes del Che Guevara y el Padre Mujica. Y los cuatro profesiona­les que ahora están trasladand­o al paciente hasta el hospital Piñeyro son veci

nos de la villa 1-11-14. La ambulancia siempre está de guardia a media cuadra de la villa, garantizan­do, también gracias a un chofer que es vecino y conoce el lugar, la rapidez en el servicio.

Esta es una de las cinco ambulancia­s que funcionan en la Ciudad

desde febrero de 2015. La mayoría de los casos son intervenci­ones en las villas porteñas, donde el SAME sólo puede ingresar con custodia policial y eso lleva tiempo, minutos que no sobran en un accidente. En este caso actuaron en Parque Chacabuco. “Segurament­e habrá sido un vecino de la 1-11-14 que presenció el accidente y nos llamó y fuimos”, dice Marina Joski, que es coordinado­ra central de emergencia­s. Valeria Chaparro, la enfermera, es de un pueblito de Salta y llegó a la

ciudad a los 14 años. Al tiempo dejó sus estudios. Pero trabajando con cama adentro dice que su patrona la incentivó a retomar la secundaria. Después comenzó a cursar Enfermería. Se recibió, se juntó y se mudó a la villa. Ya trabajaba haciendo limpieza de un banco. De madrugada; de día barría las calles del barrio. Y los fines de semana y feriados hacía curaciones a domicilio para una obra social. Recién 5 años después de recibirse pudo vivir de su profesión. Es enfermera en la 1-11-14 y en la villa 31.

Su jornada laboral tiene un horario, pero su trabajo no. “Los vecinos me vienen a tocar la puerta a cualquier hora y me dicen ‘trae tu ambulancia’”, cuenta. “Y uno actúa igual: voy y hago la primera atención con el botiquín que tenemos las enfermeras del barrio. Trabajar con los vecinos es muy lindo; antes no sabía las necesidade­s del barrio. La gente es muy agradecida y nos dan tarjetas de Fin de año y nos preparan bolsas de Navidad”.

María Acosta tiene 47 años. Es viu-

da y mamá de Octavio, de 18, que sufre una enfermedad que le produce deficienci­a mental, motriz y sensorial. Vive en Barrio Rivadavia 1, pegado a la 1-11-14. Eso es un problema para ella, en cuanto a la enfermedad de su hijo, que se mueve en silla de

ruedas: “Figura como zona peligrosa y mi obra social no me envía los autos para los traslados ni las am

bulancias”, dice. Y recuerda la mañana que su marido se descompuso y desde OSECAC le respondier­on que era complicado que el mandaran una ambulancia a su casa. “Un poco los entiendo porque yo también tengo miedo, pero mi hijo tiene todo en contra y no puede progresar”, comenta.

Hasta que hace más de un año un barrendero del barrio le habló de la ambulancia villera. María creyó que como tenía obra social, no podría usarla. Se equivocó. Hoy la ambulancia traslada a su hijo dos veces por semana, gratis. Y llegó a hacerlo de lunes a viernes cuando fue necesario. “A mí, la ambulancia villera me generó muchas soluciones. Si la obra social cumpliera mi hijo podría ir a un colegio y yo salir a trabajar”.

“Si en el barrio dictaran Enfermería muchas elegirían la carrera”, dice Viviana Serrano (26), vecina de la 111-14 y enfermera. Ya se inscribió en la Licenciatu­ra y aspira a convertirs­e en docente y formar a sus vecinas. Mientras estudiaba, trabajó en una verdulería, hizo limpieza y delivery. Creció viendo las dificultad­es de sus vecinos cuando necesitaba­n una ambulancia. En la CVI comenzó como rescatista, después de hacer los cursos. Hasta que tuvo la oportunida­d de trabajar como enfermera. “Siempre me gustó ayudar y sé la necesidad del barrio. Más allá del horario está bueno que haya vecinos que sepan hacer primeras atenciones. A nosotras no nos importan los hora

rios. No nos desentende­mos. Si hay una necesidad en el barrio, ahí vamos a estar”.

“No nos importan los horarios, si hay una necesidad en el barrio, ahí vamos a estar”, dicen

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En acción. Una de las enfermeras atiende a una paciente dentro de la camione

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