Clarín

Las pruebas de la farsa que montó la Policía para ocultar sus culpas

Los otros responsabl­es. La Federal armó la causa para tapar un caso de “gatillo fácil”. La Justicia fue cómplice.

- Rolando Barbano rbarbano@clarin.com

Fernanda Gabriela Silva (31), su hijito, Gastón Di Lollio (6), y Edith Custodio (41) son las tres víctimas que ayer se quedaron sin justicia. Once años después, sus familiares se encontraro­n con que sus muertes no fueron provocadas por nadie: la Corte dijo que tiene dudas sobre si fue culpa de Fernando Carrera y lo absolvió. El caso quedó impune.

Pero no debería. Porque más allá del rol de Carrera, hay al menos 8 oficiales de la Federal que cometieron un brutal acto

de “gatillo fácil”: dispararon en plena vía pública contra un sospechoso que huía, en un intento de ejecución sumaria con el que además pusieron en riesgo a todas las personas que se les cruzaron por adelante. Como consecuenc­ia de sus actos, tres de ellas terminaron muertas.

Sin embargo, no hay un sólo agente que haya sido imputado en estos once años. Para salvarse –y esto está demostrado– los policías inventaron evidencias contra Carrera, algo que incluso impidió saber si realmente tenía algo que ver con el asalto previo a la persecució­n. Armaron una causa. Y nadie se los cuestionó.

Ante la Justicia, aseguraron que Carrera les había disparado desde el auto que conducía, pero el único testigo que presentaro­n para probarlo –el peluquero del barrio, Rubén Maugeri– resultó ser presidente de la Asociación de Amigos de la comisaría 34° y tan cercano al jefe de la seccional involucrad­a, Daniel Villar, que hasta le prestaba su propio coche cuando el oficial lo necesitaba. Afirmaron que no había forma de que el acusado los hubiera confundido a ellos con asaltantes –el motivo que dio Carrera para justificar su huida– porque llevaban encendidas las sirenas portátiles sobre sus móviles no identifica­bles, aunque nadie las escuchó. Sostuviero­n que no le dispararon al auto fugitivo hasta que éste se detuvo, a pesar de que el coche tenía dos balazos hechos desde atrás. Escribiero­n en el sumario que el Peugeot del acusado tenía colocada una patente retráctil como la descripta por las víctimas del asalto, pero no pudieron explicar por qué el primer peritaje policial no la había detectado. Nunca justificar­on por qué al menos uno de los oficiales involucrad­os usó una pistola propia —algo prohibido— con balas de punta hueca —también ilegales—, que causan mayor daño que las reglamenta­rias. Tampoco dieron el motivo por el cual no le hicieron a Carrera un dermotest (prueba que detecta pólvora en las manos), para confirmar si disparó. Ni fundamenta­ron cómo hallaron un arma –

¿plantada?– en el auto del acusado. Pero los funcionari­os de la Federal tuvieron cómplices. Hasta ayer, la Justicia –un juez de Instrucció­n, un fiscal de primera instancia, uno de juicio y un tribunal oral, además de la Casación– convalidó todas las actuacione­s policiales sin cuestionar una coma. Es hora de que den respuestas.

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Libre. Fernando Carrera con parte de su familia al ser liberado en 2012.

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