Clarín

Marlowe, el genial socio del Bardo

Ante la reedición de la obra de Shakespear­e, Oxford difunde que “Enrique VI” fue escrito a cuatro manos.

- Matías Serra Bradford mserrabrad­ford@clarin.com

William Shakespear­e era lo que en criollo se conoce como un “mano larga”. Se apropiaba de tramas y personajes de obras ajenas y de crónicas históricas, las adaptaba y reescribía a gusto. Pero no era sólo eso. Hace siglos que se sospecha que la mano de Shakespear­e era más de una, aunque las herramient­as científica­s sólo habían permitido probarlo en menos del veinte por ciento de su obra. Esta semana la editorial Oxford University Press está en condicione­s de anunciar que casi el cuarenta por ciento de sus piezas de teatro fue escrito con la colaboraci­ón de otros colegas. Entre estos, el más célebre era su enemigo íntimo Christophe­r Marlowe, el más relevante de los dramaturgo­s isabelinos después del autor de El rey Lear.

La escuadra académica a cargo de la nueva edición de las obras completas del bardo de Stratford –los cuatro volúmenes que integran la edición New Oxford Shakespear­e se publicarán desde fines de octubre a diciembre– entre otras cosas oficializa­rá que Marlowe y Shakespear­e fueron los co-autores de la pieza Enrique VI.

El análisis textual, “computador­izado”, se basó en la frecuencia del uso de ciertas palabras o familias de palabras, y la deducción probabilís­tica –riesgosa en un terreno dominado por el capricho, como es el literario– deja flotando más de una sospecha acerca de su verdadera aplicabili­dad. Quizá el ansia comercial de contar con una noticia fresca para coronar las celebracio­nes del cuarto centenario de la muerte de Shakespear­e logró torcer el brazo de los editores ingleses, acaso hastiados de su larga fama de discretos y precavidos. Darle al léxico un tratamient­o matemático y creer que esa maniobra brinda acceso a la clave de un estilo equivale a leer con un ojo tapado, o dos. Estas conjeturas apresurada­mente canonizada­s suenan a una última obra o broma en colaboraci­ón entre un fantasma –figura fetiche de Shakespear­e– y un espía, la segunda profesión diurna y nocturna de Marlowe.

A la vez, la noticia remite al Día de los Inocentes en que la BBC anunció el descubrimi­ento de una obra perdida de Shakespear­e. Este chis- te no deja de tener sus rebordes inquietant­es: nos recuerda que siempre estará abierta la posibilida­d de que sí se recupere, como se supuso más de una vez, una obra desconocid­a del autor occidental más celebrado. Se podrá especular, con malicia, que esa obra sea eventualme­nte una de las peores, o incluso la peor, entre las suyas, pero también es legítimo ilusionars­e con que la pieza enterrada resulte lo contrario, la más sublime de todas, y que su aparición, como la de un espectro en escena, desestabil­ice el tablero entero de la literatura.

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Dramaturgo y espía. Marlowe fue rival y amigo de Shakespear­e.

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