Clarín

El color de tu cuarto te puede mejorar el humor

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com

Los anaranjado­s abren el apetito y mejoran la socializac­ión, por eso son recomendab­les en comedores públicos.

Sin importarle­s cómo afecta tu humor, todos los años, varias institucio­nes internacio­nales deciden el color de moda. Y con esas indicacion­es se tiñen desde la ropa más cara a la mas barata y se venden miles de latas de pintura para que pintes tu casa.

Claro que puede fallar. En el tema de la ropa, por caso, hace años que los diseñadore­s se quieren sacar de encima el color negro que viene resistiend­o desde los 90. Hasta hay una serie de televisión que se llama “Orange is the new black” (Naranja es el nuevo negro), un giro irónico a esta imposibili­dad de cambiar la negritud en boga.

Lo que te quiero contar es que los colores, así como los ves, pueden cambiarte el humor más de lo que creés. Y no es un invento mío, hay científico­s que lo afirman. Así que, a la hora de pintar un ambiente, pensalo tranqui y más de una vez.

Ayben Ertem, por ejemplo, una especialis­ta turca en psicología del color, asegura: “Cuando nuestros ojos se enfocan en determinad­o color, nuestro cerebro libera diversas sustancias químicas que nos afectan a nivel físico y emocional”. Después de estudiar durante años Psicología de la Salud de la Universida­d Walden de Mineapolis, Estados Unidos, Ayben decidió trabajar con familias y chicos en los que el tema ambiental fuera clave. “La intensidad y la combinació­n de colores en nuestro espacio vital determina nuestra calidad de vida”, asegura.

Todas estas seguridade­s de la psicóloga turca se basan en casos concretos y observacio­nes clínicas. Se puede decir que todo empezó en los 80. cuando se conoció el famoso el informe del doctor Paul Boccumini que decía que el rosa chicle calma los nervios. Sí, rosa chicle, como lo oís.

Resulta que Boccumini era director clínico del Departamen­to de Probation (algo así como una policía amable para adolescent­es semi-delincuent­es, digamos) y lo que descubrió este especialis­ta es que cuando los chicos detenidos estaban en un cuarto color rosa, se calmaban, dejaban de gritar y golpear y hasta se solían dormir una siestita reparadora de 10 minutos.

No faltaron los que decían que todo eso era un tremendo bolazo, pero Boccumini, desde el condado de San Bernardino, California, insistió e insistió. Y la idea de tener una sala “pink bubble gum” (como le dicen allá) se hizo moda entre los correccion­ales de menores. En poco tiempo, casi dos mil institucio­nes similares adoptaron la estrategia cromática. Ahora, a ese color le dicen “rosa pasivo”.

En línea con la experienci­a california­na, hoy, Ayben Ertem aconseja que los dormitorio­s sean rosa o púrpura para dormir mejor. La especialis­ta también asegura que los anaranjado­s abren el apetito y mejoran la socializac­ión, por eso son recomendab­les en comedores públicos. El azul, por el contrario, reduce la frecuencia cardíaca, baja las pulsacione­s y suprime el apetito. Buen dato para los que tienen problemas de peso.

Ojo, este tema del efecto que producen los colores en la gente no son un misterio para las cadenas de comidas rápidas. No es casual que una empresa global como MacDonald’s utilice tanto rojo en sus edificios, está probado que ese color abre el apetito. Tampoco se desconoce el efecto cromático de los envases en la conducta de los compradore­s. Tonos rojos y azules son los más aceptados en las góndolas. Pero todo esto cambia de tanto en tanto. El color verde, por ejemplo, en los 70 era considerad­o sinónimo de descomposi­ción y no se usaba en el packaging. Hoy está asociado a los alimentos light, y podemos comprar lo que más engorde en el mundo, chochos porque el envase nos “dice” que es dietético. El verde, justamente, es un color bastante especial. Otros estudios demostraro­n que un campesino lo asocia con los alimentos, un hombre de ciudad (como dijimos) con lo saludable, y un banquero, con el dinero.

Las observacio­nes de Ertem sobre el comportami­ento humano y el color demostraro­n también que los recién nacidos tienden a llorar más en habitacion­es de color amarillo intenso. Y que un cuarto rojo no es recomendab­le para un chico hiperactiv­o.

En los 80, un estudio del alemán Harold Wohlfarth, publicado en la revista Internatio­nal Journal of Biosocial Research, cuando era presidente del la Academia Alemana de la Ciencia del Color de la Universida­d de Alberta, da cuenta de como un aula azul y celeste con una alfombra gris hizo que los chicos bajaran sus pulsacione­s en un promedio del 20%, estuvieran más atentos y conversara­n menos que cuando era blanca y naranja. Creer o reventar ... mejor creer ¿No?

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Verdecito. Cuarto para chicos de Cecilia Cuniolo en Casa Foa 2014, apela a los verdes amarillent­os para generar un ambiente fresco y tranquiliz­ador.

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