La prensa crece con los ataques de Trump
Por fin, Donald Trump dio con la raíz de todos los males que lo aquejan, incluso de los que están por venir. Acusó al periodismo de ser el enemigo del pueblo. El gordo flequillea por la Casa Blanca, disparate tras disparate; los americanos empiezan a notar, algunos con estupor, otros con hipocresía, todos con cierta alarma, que metieron de presidente a un aprendiz; es cada vez más evidente cómo Rusia decidió en buena parte las pasadas elec
ciones en Estados Unidos, la flamante administración de gobierno tambalea y el tipo culpa al periodismo.
Es extraordinario cómo los populismos del siglo XXI imitan a los totalitarismos del siglo XX. El mundo se ha tornado impredecible y previsional y el consejo es: “No hagan caso de
la prensa”. Que la prensa no diga, no investigue, no publique. Lo mejor es el silencio. No hay más que echar un vistazo por los alrededores para saber que esa peligrosa estrechez mental no aqueja sólo a Estados Unidos.
Trump perdió la semana pasada a su conse-
jero de seguridad nacional: parece que el tipo le mintió al FBI sobre sus contactos y diálogos con la inteligencia rusa. Y la culpa es de la prensa. El vicealmirante retirado que Trump intentó designar en su reemplazo, rechazó el cargo espantado por el ambiente de jarana verbenera que reina en el Consejo Nacional de Seguridad, y la culpa es del periodismo. El Jefe del Comando de Operaciones Especiales del Ejército de Estados Unidos, general Tony Thomas, pegó un grito de alerta la pasada semana: “Nuestro gobierno sigue estando en una agitación increíble. Espero que lo arreglen pronto, porque somos una nación en guerra.” Y
Trump culpa a la prensa. La mayoría de los primeros mil puestos de relevancia en Wa
shington siguen vacantes, mientras los funcionarios de carrera chocan con los improvisados que designó Trump, que insiste con que la prensa es el enemigo del pueblo.
Trump no resiste una sesión de psicoanálisis. “Un enemigo del pueblo” es una maravillosa obra teatral del noruego Enrik Ibsen. El
título encierra una ironía: el “enemigo del pueblo” resulta ser su verdadero protector, su guía. Honor le hace a la prensa Trump con el calificativo. Debería haber leído a Ibsen. Pero si hubiese leído a Ibsen, no sería Trump.
Su declaración de guerra a la prensa, parece haber dado vida nueva al periodismo americano: The New York Times sumó trescientos mil suscriptores en los últimos meses; The Washington Post incrementó en dos dígitos los suyos; CNN escaló su audiencia en un 94 por ciento luego de que Trump dijera que da
ba noticias falsas; las empresas sumaron más profesionales a sus filas y un debate intenso sobre qué hacer y cómo sacude a las redacciones y a los periodistas.
Al fenómeno le llaman: “Trump bump”, el “Rebote Trump”. Es el nuevo nombre de una vieja fórmula que indica que, ante los desafíos, el periodismo debe responder con más y mejor periodismo.
Trump llama al combate. No hay que hacerlo esperar.