Clarín

El día que Pep y el Loco hablaron de fútbol más de 11 horas

El catalán vino al país en 2006 para ver a César Menotti y, por consejo de Batistuta, a conocer al rosarino.

- Vicente Muglia Especial para Clarín (*)

“Si en un futuro vas a ser entrenador, tenés que juntarte a hablar con Bielsa”.

Pep Guardiola jamás olvidó aquel consejo que le dio Gabriel Batistuta, en ese entonces compañero suyo en la Roma de Italia. Cuatro años más tarde, en el 2006, Pep recién había colgado los botines cuando recibió una invitación de su amigo David Trueba, conocido cineasta y guionista español: viajar con él a la Argentina. En su libreta de viaje, el catalán agendó dos números, el de César Luis Menotti y el del Loco. Con el Flaco se juntó en un restaurant de Recoleta en una inolvidabl­e cena cuya sobremesa duró hasta la madrugada. Bielsa le parecía más inaccesibl­e pero las sospechas se disiparon rápidament­e: al primer contacto quedaron en almorzar en el famoso campo de Máximo Paz. Esa mañana del martes 10 de octubre, el Loco envió un chofer que pasó a buscar a Pep y a Trueba por el hotel de Palermo en el que se alojaban y los trasladó a ese pueblo ubicado a 78 kilómetros de la ciudad de Rosario. Lo que era un asado terminó en una maratónica charla que duró casi 11 horas. Una apasionant­e conversaci­ón futbolera entre dos entrenador­es obsesivos y que tuvo a Trueba como privilegia­do testigo. “Fue un encuentro intenso en el que hasta hubo consultas en la computador­a sobre cuestiones tácticas

y también puestas en escena en las que me utilizaron como defensor o delantero según el caso”, recuerda el compañero de aventuras de Guardiola.

Además de coincidir en la admiración por el holandés Van Gaal, la charla derivó en cuestiones ajenas a lo futbolísti­co. Como la relación con la prensa, el trato con los jugadores y hasta en el sentido de dirigir. “¿Usted que conoce la basura que rodea al fútbol, el alto grado de deshonesti­dad que rodea a cierta gente, todavía tiene ganas de volver a este ambiente y ser entrenador? ¿Tanto le gusta la sangre?”, preguntó Bielsa. “Necesito esa sangre”, le respondió Pep, quien anotaba todo en su libreta y le tuvo que pedir hojas al Loco porque ya no tenía más espacio dónde escribir los apuntes de la charla.

Aquellas casi 11 horas le sobraron a Guardiola para darse cuenta de que Bielsa no sólo le había abierto la tranquera de su campo sino la intimidad de sus pensamient­os sobre el fútbol. De ahí que siempre valoró aquel gesto. “Le agradezco que me haya dejado ir a su casa sin conocerme. Lo res

peto y lo admiro muchísimo”, declaró Pep, años después, en pleno apogeo de su fantástico Barcelona. Ese encuentro fue el único que tuvieron en forma privada. El fútbol los enfrentó tres veces y aquellos partidos entre el Barça y el Athletic Bilbao sirvieron para que Guardiola, como hizo ahora en el City, alabara las cualidades profesiona­les y humanas de quien considerab­a y sigue consideran­do “el mejor entrenador del mundo”.

(*) Periodista del diario Olé y autor del libro “Che Pep”.

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