Clarín

Caetano Veloso: “Todavía me siento adolescent­e”

A los 74 años, el brasileño se presenta hoy en el Gran Rex.

- Pedro Irigoyen pirigoyen@clarin.com

-Una de las principale­s virtudes de sus shows junto a Gilberto Gil el año pasado fue la conquista de una belleza despojada de todo artilugio. ¿Menos es más, es una de las cualidades de la música de Brasil?

-Fue con Joao Gilberto que eso quedó demostrado. Brasil es grande y cuantitati­vo, pero sabe concentrar­se en síntesis considerab­les. Tenemos muy buenos artistas, exuberante­s y llamativos, pero también tenemos la capacidad de reducir algo al mínimo. Esta función con Teresa es otro ejemplo de sencillez y concisión, totalmente despojada, con un profundo sentido de la economía: canto solo con mi guitarra.

-En los años 60, el sueño de su generación era el de un mundo más libre, tolerante, amoroso y justo. ¿Cómo ve el mundo que finalmente fue?

-El mundo está lleno de ejemplos de la realizació­n de nuestros sueños adolescent­es: las mujeres en nuestros países pueden ir a los bares, las leyes no protegen a los maridos celosos que matan o golpean, las relaciones homosexual­es son cada vez más aceptadas, los logros del arte moderno llegaron a las calles. Está, también (y ahora más que nunca), lleno de reacciones a estos logros. Una histeria religiosa fundamenta­lista surgida de ciertas olas políticas contra aquellas comunidade­s que apoyan naturalmen­te tales logros.

-El tropicalis­mo que ustedes fundaron transformó para siempre el arte y la música de Brasil. ¿Hay tierra fértil hoy para que surja una nueva revolución cultural como aquella?

-El momento no parece adecuado. Tal vez, por eso mismo, algo surja. No sabemos cómo podría ser.

-En 1969, con Gilberto Gil, fueron detenidos por el régimen militar y marcharon rumbo a Londres en un exilio político. ¿Cuánto cambió ese desarraigo su arte, lírica y musicalmen­te?

-Mucho. En primer lugar porque ese trauma me dio la fuerza y e lvalor para abandonar la canción popular, dejando a aquellos que realmente estaban más dotados para tratarla. Después, porque me puso en contacto con las puntas de lanza de la canción popular de la época: en Inglaterra veíamos a Tyrannosau­rus Rex, Jimi Hendrix, Lennon y Yoko, Led Zeppelin, de Los Stones a Miles Davis, de Bowie a The Incredible String Band. Cuando regresamos a Brasil estábamos menos deslumbrad­os por el estallido inglés (ver de cerca el comienzo es diferente a idealizar de lejos, como nos pasaba antes de salir), más experiment­ados y dispuestos a engrosar el caldo de creación musical de nuestro país. Tuve la oportunida­d de quedarme allá, pero elegí volver a Brasil. Gil también pudo optar por una carrera internacio­nal, pero eligió regresar. Agradezco que lo hayamos hecho.

-¿A qué cosas en su vida le hubiera gustado dedicar más tiempo y cuáles hubiera preferido evitar?

-Me gustaría dirigir películas. He hecho una, O Cinema Falado, y fue una grata experienci­a. Estar en el set, elegir un sitio para filmar, aconsejar a los actores. Pero lleva tiempo y energía. En cambio una canción se puede resolver incluso sin una guitarra en pocos minutos. Lamento no haber hecho las películas que podría haber hecho sobre Bahía. Historias de gente común de las calles de Salvador. No se me ocurre nada que quisiera haber evitado. Hay, pero no me viene a la cabeza. Creo que no quiero pensar en eso.

-Aún hoy existe cierta “cultura oficial” que considera a la homosexual­idad una enfermedad, los negros como seres inferiores, la mujer esclava de la maternidad y los deseos del hombre, y la pobreza como parte natural de nuestra sociedad. ¿Cómo construyen y destruyen estos conceptos?

-Es toda una lista de lo que queríamos discutir en la década de 1960; hemos visto ejemplos de destrucció­n de estos prejuicios, prejuicios que se vienen construyen­do hace siglos (en realidad milenios). Pero nunca tuve la ilusión de que esas transforma­ciones no sufrieran retrocesos.

-Donald Trump, Temer, Macri: ¿Qué representa en la política actual y qué dicen de la sociedad que los tiene como sus representa­ntes?

-Cada uno tiene su historia. Sin embargo, son figuras que muestran al mismo tiempo la potencia de la reacción social sobre los logros libertario­s, y lo difícil que son las ecuaciones de “progresism­o vs. conservadu­rismo”. A Trump le da tanto horror la globalizac­ión como el candidato más a la izquierda de su país: Bernie Sanders. Macri es una señal de que la sociedad argentina estaba cansada de la tradición populista, y su espíritu empresaria­l se convirtió en un eje de fuga. Temer es una figura que parece haber salido del Brasil de 1950, y tanto los reaccionar­ios más brutales como los liberales más modernos dicen, a partir de la destitució­n de Dilma, que sienten alivio. Muchos liberales progresist­as piensan de esa manera. Tengo amigos así. Yo voté por Dilma en la segunda vuelta y nunca acepté dentro de mí su juicio político.

-“Somos seres sexuales, no heterosexu­ales u homosexual­es”, ¿comparte?

-Comparto.

-¿Qué se puede hablar de la sexualidad con la llegada a la vejez?

-Sigue siendo lo central. Nunca pensé como aquel señor de La República, de Platón, que dice que perder el poder sexual es una forma de deshacerse de un tirano. Pienso más como Montaigne. Aún me siento un adolescent­e, incluso si el cuerpo no responde exactament­e de la misma manera. El mismo asombro y curiosidad.

-¿Cuáles son sus proyectos musicales para el futuro próximo?

-Tengo algunos bocetos de canciones que parecen prometer algo relevante. Pero tengo más ganas, ahora mismo, de cantar junto a mis hijos.

-¿Cuáles fueron y cuáles son hoy los momentos más felices de su vida?

-Algunos fueron sexuales. Pero debería mencionar la vuelta a Brasil, a Bahía en particular, después del exilio. Fue un estallido de felicidad sostenible que duró meses y se extendió durante los años siguientes.

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PRENSA/ALLISON RIBEIRO Menos es más. El cantautor dice que Joao Gilberto fue quien mejor expresó esa cualidad. Y la extiende a Teresa Cristina.

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