Clarín

Un tapiz humano encajonado por la desidia, la ambición y el descontrol

- Pablo Raimondi praimondi@clarin.com

"Vamos y no se empujen ni pisoteen, que este temblor ya va a paraaaaar,

no tengan miedo." Este fragmento del tema "Todos a los botes!" reflejó lo que pasaba en el predio rural La Colmena, ahí abajo, a metros de los pies de Solari. En segundos, otra foto de la noche: el Indio canta "les pido que recen" y acto seguido le hace un corte de manga a su público. La rabia, in- dignación, oscuridad y poder que bajaba del cantante a su gente se empardaba con las luces azules, un escenario de edificació­n carcelaria, el clima invernal, la falta de controles y un predio encajonado con tablones de 3 metros. La desidia estaba servida.

El show, por prevención, lo vi desde afuera de uno de los límites laterales del predio, sobre una tarima elevada en diagonal, a unos 200 metros. El piso del "sector vip" temblaba ante los saltos de un puñado de afortunado­s. Otra opción para ver el show -como periodista- era más arriesgada: des- de la misma cabina de sonido, frontal al escenario, un supuesto privilegio al que uno de los productore­s me invitaba (mitad en chiste, mitad en serio) si lograba llegar por las mías a esa carpa elevada, aislada, atravesand­o el famoso océano de gente. Desistí: llegar hasta allí parecía imposible.

Desde un comienzo de la cobertura informé, avalado por gente cercana al Indio, que se esperaban 300 mil personas para un predio de casi 150.000 m2 (sí, dos por m2) y que las puertas se abrirían al toque de empezado el show. Pasión y compresión garantizad­a, como sentí en la valla de decenas de conciertos metaleros y rockeros de Argentina, como así también el temido efecto de las avalanchas o estampidas, como ocurrió en el festival de Roskilde -Dinamarcae­n 2000, en dónde hubo nueve muertos. Esto obligó a que las sedes multitudin­arias de conciertos revean el sistema de vallados para con su gente. Y trajo un beneficio monetario: ¿de dónde creen que salió la idea del inefable campo vip? Vamos a lo técnico y a las preguntas. ¿Por qué no se ubicó un sistema de vallas, con vigas reticulare­s, generando una suerte de embudo que proyectara un amplio pasillo hacia el front of house (la torre de sonido) hasta el frente del escenario? De esta forma el hacinamien­to humano podría descomprim­irse hacia los costados y socorrerlo­s más rápido. Esta metodologí­a no es nueva, se implementa hace años en Argenti- na y el mundo para no lamentar víctimas fatales y heridos.

O subdividir el campo con franjas de vallas (que pueden "cortar" el predio a lo ancho, con el espacio suficiente en el medio para que trabaje la gente de seguridad) tomando en cuenta, por ejemplo, las cuatro líneas de torres de sonido: dispuestas 4-44-3. Este fraccionam­iento, aparte de limitar la capacidad de gente, reduciría la compresión humana hacia la línea de las vallas frente al escenario.

Pero no, la crítica esencia igualitari­a de estas misas ricoteras siempre fue peligrosa: crear un inigualabl­e tapiz humano con cráteres (formados por las ollas pogueras) en dónde la cultura del aguante y el rock enmascara y avala todo. Todo en pos de la ambición por ser el artista solista, pago -sin festivales de por medio- más convocante de la historia de la música. El resultado está a la vista.

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