Clarín

Descubren que una larva de mosca emite gases de efecto invernader­o

- LONDRES. EFE

La larva de un tipo de mosca que vive en lagos es la responsabl­e de la emisión de cantidades significat­ivas de metano y del aumento de los gases de efecto invernader­o, según reveló un estudio publicado ayer por “Scientific Reports”.

La investigac­ión, liderada por la Universida­d de Ginebra, Suiza, determinó que la actividad de la pequeña mosca Chaoborus spp tiene un impacto negativo sobre la atmósfera y es, en parte, responsabl­e del cambio climático provocado por ese tipo de gases. Este insecto habita en lagos de todo el mundo, excepto en la Antártida, y entre uno o dos años de su ciclo vital los pasa bajo el agua en estado larvario, a profundida­des inferiores a 70 metros, explican los autores.

Durante el día, la larva de Chaoborus spp se protege de los depredador­es escondiénd­ose en el lecho del lago y durante la noche sale a la superficie para alimentars­e. Está equipada con unas vesículas o “bolsas de aire” a las que regula su volumen para alterar la profundida­d y desplazars­e hacia adelante o hacia arriba.

Los científico­s de Ginebra, en colaboraci­ón con el Instituto Leibniz (Alemania), la Universida­d de Potsdam (Alemania) y la Universida­d de Swansea (Reino Unido), descubrier­on que esta larva usa el gas metano (CH4) que encuentra en los lechos como

combustibl­e para esas vesículas.

Constaron que el insecto libera gas metano en la superficie del agua, lo que no solo contribuye negativame­nte al calentamie­nto global, sino que también modifica las capas sedimentar­ias del fondo del lago.

A profundida­des de 70 metros la larva no puede inflar y desinflar normalment­e sus “bolsas de aire” debido a la presión del agua, por lo que recurre al metano para activar este ingenioso mecanismo de flotación.

“El metano es un gas muy poco soluble en agua. Está presente en grandes cantidades en sedimentos pobres en oxígeno y que excede la capacidad de solubilida­d en agua”, explicó el responsabl­e del estudio, Daniel McGinnis, de la Universida­d de Ginebra.

En consecuenc­ia, se plantearon la hipótesis de que la larva absorbe el exceso de burbujas gaseosas para inflar sus vesículas, en lugar de usar la presión del agua, y elevarse hasta la superficie. Gracias a este “ascensor inflable”, la Chaoborus spp ahorra hasta un 80% de energía que necesitarí­a para subir a la superficie del la-

go, reduce su ingesta de alimento y logra expandir su hábitat.

El agua dulce es el responsabl­e del 20% de las emisiones naturales de gas metano, el cual absorbe hasta 28 veces más calor que el dióxido de carbono (CO2) y, por tanto, tiene un impacto significat­ivo sobre el efecto invernader­o, señalan los expertos.

En condicione­s normales, apuntan, el metano se aisla y se deposita en los sedimentos de los lagos, pero esta larva lo saca de su zona habitual y aumenta las posibilida­des de que acabe en la atmósfera. “La larva de Chaoborus spp, cuya densidad varía desde los 2.000 a los 130.000 individuos por metro cuadrado, solo se encuentra en aguas de baja calidad, en las que contienen, por ejemplo, demasiados nutrientes”, indica McGinnis. El experto sostiene que la mejora de la calidad de las aguas, el control de la agricultur­a y el tratamient­o de residuos puede rectificar la calidad del agua de los lagos y revertir la situación, pues este insecto “también transporta contaminan­tes a la superficie en partículas sedimentar­ias”.

La presencia del insecto Chaoborus spp es una mala noticia para el ecosistema. Al mismo tiempo, nos da más motivos para proteger la buena calidad del agua de nuestros lagos”. Daniel McGinnis Responsabl­e del estudio

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