Clarín

La fórmula segura del éxito sin sobresalto­s

Con su tercer disco de estudio, el cantautor británico evita correr riesgos y bate récords en los ránkings.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

El dato manda: de los diez primeros puestosdel ranking que publica la Official Charts Company británica, nueve están ocupados por canciones incluidas en Divide, el tercer álbum de Ed Sheeran, que en su semana de lanzamient­o vendió casi 700 mil copias en el Reino Unido, y también se posicionó en la cima de los rankings de Billboard, en los Estados Unidos. Y no está mal. Al fin de cuentas, en Divide confluyen varios de los elementos indispensa­bles para que eso suceda: es previsible, por momentos algo aburrido y pegadizo en otros, mientras artisticam­ente transita la intrascend­encia bajo el paraguas de una producción que lo proteje de cualquier arrebato que ponga en riesgo la seguridad del éxito.

Tres canciones; o cuatro, mejor, alcanzan para entender el mensaje. La primera, la entretenid­a Shape of You, sobre cuya percusión Sheeran canta: “Tu amor fue hecho a mano para alguien como yo”. Y cuenta que sus almohadas huelen a ella, la mañana siguiente. De manual.

La segunda, la cansina e híper radiable balada Perfect, que invita al balanceo con chasquido de dedos al compás del muchacho de 26 años que no para de batir récords. “Encontré un amor para mí”, anuncia. Y la invita a seguirlo, como ya lo había hecho en Shape of You.

La tercera es Galway Girl; una suerte de encuentro entre la cadencia celta y un beat pop que la hace casi bailable. “Ella tocaba el violín en una ban- da irlandesa, pero se enamoró de un inglés”, que sería él. Y la cuarta; una balada más, How Would You Feel (Paean), en la que el amor unta cada una de las estrofas que Sheeran desgrana guiado primero por un piano ‘ eltonjohni­ano’, y luego por la obvia guitarra acústica que llena de melodías los espacios que quedan entre las entradas de su voz y la sutil eléctrica de John Mayer.

Pero como no se trata de un EP, sino de un álbum, Divide suma otras ocho canciones -en su edición deluxe son doce más- más o menos asociadas, cada una, a alguno de los estilos en los que encajan las ya descriptas.

En todo caso, Eraser, el autorrefer­encialísim­o tema que abre el álbum, se sale un poco de la norma en su inicio, en el que insinúa una suerte de rap acústico que queda rápidament­e sometido a la tiranía de la fórmu- la de un pop amigable y cantábile para todos.

Castle on the Hill acelera el ritmo, mientras una guitarra a lo The Edge tiende un manto sonoro sobre el que el cantante cuenta una historia de amor de infancia que cierra su círculo en sus avanzados veintes, desde donde se planta para el siguiente episodio, Dive, en el que, en plan soulero -que repite en Happier- las cosas no van del todo bien con su enamorada.

Nada más alejado, no obstante, del optimismo con que Sheeran se pinta en What Do I Know. Aire folk, y una invitación: “Podríamos cambiar el mundo entero con un piano, agregar un bajo, alguna guitarra...”. Ok, puede que en líneas generales cueste creer que eso sea así; pero en lo que respecta al suyo, todo indica que con esa combinació­n de instrument­os cambió. Y bastante.

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Signo. En el primero sumó; después multiplicó, y ahora Sheeran divide.

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