Clarín

Intendente­s zorros que cuidan gallinas

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

No debe ser casualidad, porque en el tráfico de drogas nada es casual. Itatí es un pequeño pueblo de seis mil quinientos habitantes, al norte de Corrientes y a orillas del Paraná; un pueblo modesto y devoto, que tiene una basílica imponente con una figura de la Virgen María tallada en madera por los indios. Dicen que la figura es milagrosa y por eso Itatí es uno de los más importante­s centros de peregrinac­ión de los católicos argentinos. Allí es donde se instaló un brazo del narco.

Brazo musculoso. El intendente de Itatí, Natividad Terán; el viceintend­ente, Fabio Aquino; el jefe de la delegación Corrientes de la Policía Federal, subcomisar­io Rubén Ferreyra, y otras veinte personas, fueron detenidos sospechado­s de manejar una red de comerciali­zación de marihuana que llegaba a Tucumán, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Chaco, Buenos Aires y a la Villa 21 de la Capital Federal.

Negocio delictivo millonario en manos de las autoridade­s que deben reprimir el delito. De nuevo, los encargados de evitar los delitos, los cometen. Ese no es un mal exclusivo de la Argentina. Lo que es exclusivo de la Argentina es la cantidad de funcionari­os embarcados en la corrupción y la delincuenc­ia. En eso, somos campeones. ¿Cómo evitar votar a un monstruo en un pueblo de seis mil habitantes, donde todos se conocen con todos? Si eso sucede en un pueblo chico, ¿qué no sucederá en un infierno grande?

Los tipos, que comerciali­zaban marihuana en siete destinos importante­s del país, ¿lo hacían con delincuent­es comunes? ¿O es que hay metidos en la red más funcionari­os y más policías? Tarea de investigac­ión apasionant­e reservada al Poder Judicial. A ponerse las pilas.

En Frías, otra pequeña ciudad, ahora de Santiago del Estero, su intendente, Luis Lecuona, repartió entre los chicos de la primaria quinientas mochilas con un logo muy particular: un ojo con la pupila dilatada, rodeado por hojas de marihuana. Todo el mundo sabe cómo y de qué manera el narcotráfi­co busca captar a los chicos. Lean, si no, la historia del último medio siglo en Colombia, o miren a los soldaditos de la drogaen Rosario, para no ir tan lejos. Y va Lecuona y reparte entre los chicos de Frías quinientas mochilas que hacen la apología de la marihuana.

Cuando le llovieron las críticas, Lecuona pidió disculpas y dijo que no se había dado cuenta. ¡Peeeero, intendente! ¿Y usted qué pensó que era eso verde que rodeaba a un ojo con la pupila dilatada? ¿Un ficus? ¿Un pinus sylvestris? ¿El rosal de las ruinas, al que cantó Belisario Roldán?

Además de tolerarles la corrupción y el tráfico de drogas, los muchachos nos piden que les aceptemos el que nos tomen por idiotas. ¿No es mucho pedir?

El país pasó varias décadas en la discusión inútil sobre si Argentina era un país de tránsito, de consumo, de fabricació­n o de contemplac­ión de la droga, que en ese lapso hizo estragos. Si la negocian los tipos que la deben combatir, los designios no pueden ser peores.

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