Crearon la primera muñeca sexual con inteligencia artificial
Samantha. Es de ojos verdes y pesa 40 kilos. Funciona con un algoritmo que le permite “saber” si está en familia o en pareja.
El experto en nanotecnología catalán Sergi Santos lleva años trabajando en una idea con la que busca aplicar sus conocimientos científicos a un producto que dé respuesta a una de las necesidades primarias de los seres humanos: el afecto. Este proyecto ya es un prototipo y se llama Samantha. Pesa unos 40 kilos, tiene los ojos verdes, una larga cabellera de color castaño y unas medidas de 90-55-90.
Samantha es suave al tacto y en el trato. Está hecha de TPE puro (elastómero termoplástico, un material relativamente nuevo en el mercado) e incorpora un microprocesador en su cabeza que funciona mediante un algoritmo. Este sistema le permite interactuar con las personas en distintos modos: desde familiar --haciendo compañía en el sofá mientras se ve una película, por ejemplo-- has- ta sexual, lo que incluye la capacidad de la muñeca de “llegar al orgasmo”, asegura este científico de 38 años, “siempre que su acompañante sea capaz de estimularla”.
“Estoy muy cansado de intentar explicar lo que hago y que nadie lo entienda o que me digan que no sirve para nada --dice--. Ahora mis colegas científicos replican que este proyecto no tiene ningún impacto científico,
pero yo pienso todo lo contrario: Samantha es muy fácil de explicar y todo el mundo entiende a la primera para qué sirve. Al fin y al cabo, el objetivo de la tecnología es que se entienda para poder darle una aplicación concreta y así poder venderla”. Sergi lleva mucho tiempo estudiando la industria de las “sex dolls”. Además de ser técnico en computación, tiene experiencia en el campo de la ciencia de materiales, lo que le permite aplicar las propiedades físicas macroscópicas de los componentes.