El sacerdote que denunció a los traficantes y tuvo que refugiarse en otro país
Gustavo Cadenini. En diciembre pasado lo trasladaron a Asunción porque no paraba de recibir amedrentamientos.
“Para que se dé esta realidad hace falta la connivencia o inacción de los funcionarios que deben controlar”, dijo el padre Gustavo Omar Cadenini, al diario Norte, de Resistencia, en abril pasado, en referencia al avance de la droga en Itatí. Más claro no podía ser el entonces rector de la basílica de una de las grandes advocaciones marianas del país, junto con Luján, San Nicolás y del Milagro, en Salta, epicentros de las principales concentraciones religiosas. Pero si bien su profética denuncia señaló el camino para la detención ahora del intendente, su segundo y los jefes policiales, Cadenini no llegó a presenciar el desenlace de la historia: en diciembre debió dejar presuroso la ciudad, asediado por los amedrentamientos, y refugiarse en Paraguay.
El vicario de la basílica, o sea, el dos, el padre Pánfilo Ortega, había reconocido que Cadenini “debió ser trasladado a otra comunidad porque estaba siendo perseguido por los narcos. Lo quisieron atropellar más de una vez en la ruta - agregó- porque el padre hablaba de ellos y les hacía frente desde el altar. Acá o estás de acuerdo con ellos o te despachan. No es novedad lo que pasa acá, todos lo saben y nadie dice nada por miedo”, opinó el padre Ortega.
“Ya hace rato que se viene hablando de esto -añadió- y todo se acentuó más cuando ganaron las elecciones”, dijo a una radio local, en alusión a las autoridades municipales. Y remató: “’ Cuando ganaron las elecciones, ganaron los narcotraficantes’, decían en el pueblo”.
Las potentes declaraciones de Ortega, producidas luego de la detención semanas atrás de la hija del intendente y del hermano del viceintendente por tráfico de marihuana, confirmaron el verdadero motivo del traslado de Cadenini, pese a que la propia basílica lo quiso presentar como un cambio interno habitual.
Pero el cura había asumido en enero del año pasado, o sea, no llevaba un año en el cargo. También la basílica le bajó el tono a las de- nuncias de Ortega sobre las amenazas a Cadenini. “Con respecto a las amenazas que pudo haber experimentado algún sacerdote de nuestra comunidad, se fundan sólo en comentarios que le hicieron llegar al padre Ortega”. ¿Se buscó proteger a los sacerdotes?
Lo cierto es que Cadenini -como miembro de a congregación de Don Orione, a cargo de la basílica- está hoy al frente del cottolengo de Asunción, a resguardo de las amenazas. Pero sus palabras, tras las detenciones, cobraron consistencia. Y que enmarcó así: “En Itatí existe la falta de trabajo y las familias padecen necesidades. Estas condiciones son caldo de cultivo
para las organizaciones criminales o de inescrupulosos que se aprovechan de esas necesidades”.
A comienzos de este mes, el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, dijo durante una celebración en la basílica: “Un dramático testimonio de esta plaga (narco) lo puede dar Itatí”, que ya había señalado como “el puerto de entrada de la droga”.
Stanovnik recordó las advertencias de la Iglesia de los últimos años sobre el avance de las adicciones y el narcotráfico en el país, que resultaron premonitorias. No es casual que las mafias de la droga tengan como principal blanco de sus amenazas a sacerdotes.
A Cadenini le siguió esta semana el padre Eduardo Farrell, que debió ser alejado de una parroquia de Moreno, en el Gran Buenos Aires, por la misma razón. La lista, que comenzó hace unos años con el conocido padre Pepe Di Paola, en la villa porteña de Barracas, empieza a ser larga y cada vez más inquietante.
Según dijo otro cura, lo quisieron atropellar más de una vez en la ruta porque hablaba de ellos.