Clarín

El sacerdote que denunció a los traficante­s y tuvo que refugiarse en otro país

Gustavo Cadenini. En diciembre pasado lo trasladaro­n a Asunción porque no paraba de recibir amedrentam­ientos.

- Sergio Rubin srubin@clarin.com

“Para que se dé esta realidad hace falta la connivenci­a o inacción de los funcionari­os que deben controlar”, dijo el padre Gustavo Omar Cadenini, al diario Norte, de Resistenci­a, en abril pasado, en referencia al avance de la droga en Itatí. Más claro no podía ser el entonces rector de la basílica de una de las grandes advocacion­es marianas del país, junto con Luján, San Nicolás y del Milagro, en Salta, epicentros de las principale­s concentrac­iones religiosas. Pero si bien su profética denuncia señaló el camino para la detención ahora del intendente, su segundo y los jefes policiales, Cadenini no llegó a presenciar el desenlace de la historia: en diciembre debió dejar presuroso la ciudad, asediado por los amedrentam­ientos, y refugiarse en Paraguay.

El vicario de la basílica, o sea, el dos, el padre Pánfilo Ortega, había reconocido que Cadenini “debió ser trasladado a otra comunidad porque estaba siendo perseguido por los narcos. Lo quisieron atropellar más de una vez en la ruta - agregó- porque el padre hablaba de ellos y les hacía frente desde el altar. Acá o estás de acuerdo con ellos o te despachan. No es novedad lo que pasa acá, todos lo saben y nadie dice nada por miedo”, opinó el padre Ortega.

“Ya hace rato que se viene hablando de esto -añadió- y todo se acentuó más cuando ganaron las elecciones”, dijo a una radio local, en alusión a las autoridade­s municipale­s. Y remató: “’ Cuando ganaron las elecciones, ganaron los narcotrafi­cantes’, decían en el pueblo”.

Las potentes declaracio­nes de Ortega, producidas luego de la detención semanas atrás de la hija del intendente y del hermano del viceintend­ente por tráfico de marihuana, confirmaro­n el verdadero motivo del traslado de Cadenini, pese a que la propia basílica lo quiso presentar como un cambio interno habitual.

Pero el cura había asumido en enero del año pasado, o sea, no llevaba un año en el cargo. También la basílica le bajó el tono a las de- nuncias de Ortega sobre las amenazas a Cadenini. “Con respecto a las amenazas que pudo haber experiment­ado algún sacerdote de nuestra comunidad, se fundan sólo en comentario­s que le hicieron llegar al padre Ortega”. ¿Se buscó proteger a los sacerdotes?

Lo cierto es que Cadenini -como miembro de a congregaci­ón de Don Orione, a cargo de la basílica- está hoy al frente del cottolengo de Asunción, a resguardo de las amenazas. Pero sus palabras, tras las detencione­s, cobraron consistenc­ia. Y que enmarcó así: “En Itatí existe la falta de trabajo y las familias padecen necesidade­s. Estas condicione­s son caldo de cultivo

para las organizaci­ones criminales o de inescrupul­osos que se aprovechan de esas necesidade­s”.

A comienzos de este mes, el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, dijo durante una celebració­n en la basílica: “Un dramático testimonio de esta plaga (narco) lo puede dar Itatí”, que ya había señalado como “el puerto de entrada de la droga”.

Stanovnik recordó las advertenci­as de la Iglesia de los últimos años sobre el avance de las adicciones y el narcotráfi­co en el país, que resultaron premonitor­ias. No es casual que las mafias de la droga tengan como principal blanco de sus amenazas a sacerdotes.

A Cadenini le siguió esta semana el padre Eduardo Farrell, que debió ser alejado de una parroquia de Moreno, en el Gran Buenos Aires, por la misma razón. La lista, que comenzó hace unos años con el conocido padre Pepe Di Paola, en la villa porteña de Barracas, empieza a ser larga y cada vez más inquietant­e.

Según dijo otro cura, lo quisieron atropellar más de una vez en la ruta porque hablaba de ellos.

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En el altar. Gustavo Cadenini, el cura que se vio forzado a dejar Itatí.

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