Clarín

Con Morea no sólo se fue un pedazo de la historia del tenis argentino

Fue un enorme dirigente y era el presidente honorario de la Asociación Argentina de Tenis.

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Los ojos se le humedecier­on más que nunca aquella noche de mayo de tres años atrás. Enrique Morea había cumplido los 90 y el tenis argentino le brindó su reconocimi­ento. Especial. E inolvidabl­e. Acompañado por Alicia, su mujer, sus hijos y sus nietos, ese hombre recibió aquel día abrazos y besos al por mayor en la carpa instalada en el Argentino, el club que es sinónimo de polvo de ladrillo en el medio de los bosques de Palermo y en el que todavía hay quie- nes aseguran se escuchan sus gritos y se ve el dominio que tenía del saque para desplegar lo mejor de su repertorio: la volea.

Pero Morea fue bastante más que un gran tenista. Cuando (casi) nadie jugaba, él jugaba; cuando nadie festejaba, él festejaba. El fue el primer campeón. Su nombre fue el primer nombre. Fue el pionero. Y el primero en trascender las fronteras del país ganándoles a los mejores del mundo. En 1946 se convirtió en el número 1 del tenis nacional y a partir de ahí comenzó a forjar una carrera impactante. En 1954, incluso, arribó al All England con varias semanas de anticipaci­ón convencido de que podía ganar Wimbledon frente a otros favoritos a los que ya había vencido. Sin embargo, la muerte de su padre lo obligó a regresar a Buenos Aires...

Fue imbatible en Argentina, donde permaneció invicto durante ¡15 años! y donde logró su más grande victoria en aquel mismo 1954 cuando se juró a sí mismo obtener el Abierto de la República en memoria de su padre. Fue cuando llegó a la final ante el checoslova­co Jaroslav Drobnu, que venía de superar en Wimbledon nada menos que a Ken Rosewall. Y ganó con Juan Domingo Perón como testigo desde el palco del Buenos Aires. “Fue el mejor partido de mi vida. No sólo por mi juego y por el triunfo sino porque cumplí mi promesa”, recordó siempre.

Incluso antes de dejar la raqueta se convirtió en dirigente. Y sin quererlo armó un dobles sensaciona­l con Guillermo Vilas. Porque uno potenció a su deporte desde afuera; y el otro lo hizo desde adentro. Tuvieron una relación tormentosa durante sus cinco períodos al frente de la Asociación Argentina de Tenis, de la que se retiró en 2009 y de la que desde 2010 era su presidente honorario. En 1980, luego de aquella solicitada en la que 212 firmantes repudiaron a los jugadores argentinos un día antes de la serie frente a Checoslova­quia por la Copa Davis, Morea le envió al diario La Na

ción una carta con pedido de publicació­n en la que afirmaba sobre su relación con Vilas que “queremos al campeón, al ídolo, pero no de barro”.

En 1969 fue el impulsor de la primera Escuela Nacional de la que salió, entre otros, José Luis Clerc. Casi 30 años más tarde, en un tiempo oscuro para el tenis argentino, volvió a alentar la formación de jugadores y allí surgieron, por ejemplo, David Nalbandian, Guillermo Coria y María Emilia Salerni. Fue un permanente creador de ideas, con una fortaleza anímica y física admirables. Entonces tuvo muchos amigos pero también varios opositores por esas cualidades de su personalid­ad.

Su salud, ya endeble, lo obligó a varias internacio­nes. Incluso el año pasado, cuando con Alicia Masoni pensaron en formalizar la relación de la que había nacido Marian, la tercera de sus tres hijos, debió suspender el casamiento. Por esa razón tampoco pudo viajar a Zagreb para estar junto al equipo argentino en la épica de la Copa Davis. “Vio parte de los partidos por la tele”, le contó Marian Morea a

Clarín en febrero durante el match de la primera ronda frente a Italia. “Para él fue una gran emoción”, sintetizó quien viajó a la capital croata en representa­ción de su padre.

Ayer, a los 92 años, se murió Enrique Morea, el padre del tenis argentino. Aquella noche de mayo de 2014 un video repasó su potente historia. Desde las mesas, mientras los ojos se le humedecier­on más que nunca, él recibió la última ovación.

 ?? AP ?? Ella y él. La Copa Davis y Enrique Morea. Fue jugador y capitán y el año pasado se emocionó por TV con la histórica consagraci­ón en Zagreb.
AP Ella y él. La Copa Davis y Enrique Morea. Fue jugador y capitán y el año pasado se emocionó por TV con la histórica consagraci­ón en Zagreb.

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