Clarín

Leer juntos: conectados con lo más profundo

El martes, en Malba, 250 personas se reunieron a leer. Un relato que explica qué nos hace salir del sillón. Mirada

- Vivi Katz Comentaris­ta de libros La autora es columnista literaria en Radio Ciudad

Abrían a las 18 pero media hora antes lectores solitarios rondábamos las puertas del museo MALBA este martes. Algunos sacaban sus libros antes de entrar… y yo sentía como una euforia infantil, mientras limpiaba los lentes y espiaba tapas ajenas. Estábamos ingresando a la tercera edición de la “Ceremonia de lectura silenciosa”, el Silent Reading Party, una convocator­ia a reunirse para leer que se originó en Seattle y fue extendiénd­ose por bares y centros culturales.

Con suavidad fuimos ocupando el Museo, que estaba cerrado al públi- co. El hall se transformó en un gigantesco living plagado de almohadone­s, sillas y reposeras. Sonaba una música suave, sin letra y con muy buen criterio el DJ puso el volumen bajito. Había buena luz y la entrada era gratis.

Doscientas cincuenta personas concurrimo­s a sumergirno­s en los li- bros. Casi todos de papel; algún que otro dispositiv­o electrónic­o (sin sonidos molestos) y hasta apuntes de facultad en cuaderno espiralado.

Vi una madre con su hijo adolescent­e, muchas chicas y chicos estudiante­s, señores de traje, señoras del barrio, mucho treinta y pico, algún que otro extranjero.

Y todo fluyó… cada uno en su mundo de lector, imaginando escenarios, aromas, sensacione­s. Alguien habrá sentido cuando me reí con algo de mi texto - El motel del voyeur, de Gay Talese- y yo vi como una chica se tapaba la boca como diciendo “no puede ser lo que acaba de ocurrir en esta historia”. Recuerdo viajar en subte leyendo a Javier Cercas y pegar un salto cuando muere un personaje, a punto tal que un muchacho me preguntó si estaba bien.

Y silenciar injustamen­te a mis hijos entonces pequeños para terminar

Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, o dejar que se mojara el parquet para no levantarme a cerrar las ventanas porque Siri Hustvedt no me lo permitió. Y reír a los gritos con El la

mento de Portnoy, de Philip Roth, incordiand­o a veraneante­s de un spa.

¿Qué nos lleva a dejar el sillón de nuestra casa? ¿Qué provoca salir de la cama, donde la luz del velador nos da exacto en la hoja? ¿Acaso sentir que hay un otro que nos comprende en una fibra tan íntima o que nos justifica algo parecido a la locura? Ese momento único, donde en la página 20 sabemos que vamos a quedarnos ahí un buen rato.

Leer es estar solo con uno mismo y con los personajes que nos invitan a mirarlos.

Hoy en el MALBA se vibró eso, pero acompañado­s por tantos otros en la misma situación.

Fuimos invitados con tecitos y tragos y se cumplió a rajatablas el silencio más hermoso. El detalle increíble

fue ver tanta gente sin celular, conectados por otra red bastante más profunda; con un respeto a veces olvidado y con un enorme amor por los libros. Desconocid­os unidos por la misma pasión.

Un consejo para el próximo evento o por si lo hacen con amigos: lleven una manta, pashmina, trapo o saquito: la quietud da frío. Terminó a las tres horas y media.Me hubiera quedado hasta las tres de la mañana.

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MALBA Almas gemelas. Compartir una pasión, en general solitaria.

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