Clarín

“El ajedrez atrapa tanto que no puedo desconecta­rme ni las pocas veces que me voy de vacaciones”

El gran maestro Sandro Mareco es el mejor ubicado en el ranking (89°) y este año se autofinanc­ió una gira que lo llevó a ganar en Uruguay, entrenarse en Suecia y ser octavo en Vietnam. El próximo paso: Emiratos Árabes Unidos.

- Hernán Sartori hsartori@clarin.com

Iron Maiden. Judas Priest. Megadeth. El heavy metal irradia de lleno en los oídos, el cuerpo y el alma del morocho de rulos que trota mientras intenta evitar la nieve que hace patinar al despreveni­do en Arboga. A 150 kilómetros de Estocolmo, en el interior profundo de Suecia, sin conocer el idioma, sin Internet en la cabaña, sin poder diferencia­r las caras de algunos de los 12.000 habitantes del poblado y con temperatur­as bajo cero a las que se acostumbró desde que conoció esa tierra en 2012, ¿qué otra cosa puede hacer Sandro Mareco que correr durante casi 10 kilómetros? “Lo hago porque puedo hacerlo solo, me es útil como preparació­n física y me ayuda a tener más resistenci­a y a calmarme. Eso sí, un día no salí tan abrigado y me quedó el pecho colorado”, cuenta con su voz rasposa y grave.

A años luz de su hogar en Hurlingham, se entrenó durante ocho horas diarias con Ulf Andersson, el ex número cuatro del mundo, con el que estudió incontable­s posiciones y líneas teóricas. Así llegó este gran maestro a ser el mejor ajedrecist­a argentino y a meterse en el top 100 del mundo. Y 2017 lo encuentra en una gira mágica y misteriosa por el pla

neta, con su computador­a a cuestas, para enfrentars­e a quien sea, con blancas o con negras, en el tablero de 64 escaques.

El huracán Sandro pasó en febrero por Montevideo, donde arrasó al ganar sus nueve partidas y así escaló al 89° puesto en el ran

king, con un ELO de 2664. Andersson le prestó una cabaña en Arboga y allí se internó a estudiar ajedrez. “Ulf es un viejo conocido de los argentinos y fue nuestro capitán en la Olimpíada de 2014. Es la quinta o sexta vez que estuve con él. Es otro mundo. Este invierno estuvo bien. La primera vez que vine hizo 15 grados bajo cero y había que salir igual, je. Parece que no pasara nada, porque vive mucha gente grande y no hay opciones para los jóvenes. Encima como la casa no tiene Internet, para conectarme caminaba dos o tres cuadras hasta un restorán sobre la ruta”, relata.

Su gira lo encuentra hoy en Ho Chi Minh City, la ex Saigón que cayó el 30 de abril de 1975 y mancilló el orgullo guerrero estadounid­ense en la cruenta guerra de Vietnam. Sandro finalizó ayer octavo en el Abierto HDBank, entre 30 grandes maestros. Y ahora vivirá el calor de Emiratos Árabes Unidos, donde jugará en Sharjah y en Dubai. “Ni sé en

qué día vivo”, lanza con gracia. -¿Cómo te financiás esta gira? -Me la pago yo. Como les doy clases a maestros argentinos o del exterior, ayudo lo que puedo en mi casa y ahorro para pagarme estos viajes y competir. Después de la última Olimpíada (Bakú 2016), me ayudaron diez personas con los gastos. Fue una sorpresa agradable. -No deja de ser fuerte que el mejor ajedrecist­a argentino deba manejarse así... -Al principio era medio raro, pero me organicé y lo hice más fácil. Los buenos resultados co- mo entrenador me permitiero­n cobrar las clases un poco más caras. Siempre invertí para jugar torneos fuertes, porque sirve para mejorar. -Si no, corrés peligro de estancarte... -Si siempre jugás contra rivales un poco peores, te vas relajando. Es necesario jugar siempre contra los mejores, porque experiment­ás una mayor sensación de peligro. -¿Cómo te llevás con la vida solitaria? -No me gusta tanto lo de estar solo, pero sé que es necesario para mejorar. Cuando los resultados no salen tan bien, no se siente bien estar lejos del mundo. Pero hay que intentarlo.

Para bucear en la historia de Sandro, hay que remontarse a cuando Rafael y Angélica se conocieron en Tobuna, plena selva misionera. Su padre era director de una escuela rural y su madre, maestra de frontera. El pequeño nació el 13 de mayo de 1987, en Haedo. “Aprendí a mover las piezas con mi papá. Al principio era muy malo (risas), pero me interesé con los torneos escolares. Seguí en un club y a los 17 pensé en dedicarme al ajedrez. No era un jugador muy fuerte pero estudié mucho”, rememora.

Tanto mejoró que en 2005, sin pergamino alguno, ganó un torneo rápido y concitó la atención. “Fue muy importante para mí, porque había estudiado bastante y no sabía si iba a funcionar o no. Esa victoria me dio el ánimo para poder seguir, porque me di cuenta de que lo hecho había servido”, destaca. “Para mi mamá, era una promesa –se ufana-, pero no para la mayoría de la gente. Pero cuando sentía más dudas sobre lo que podía dar, me salían mejor las cosas en los torneos difíciles”.

En la categoría Sub 20, fue campeón argentino en 2006 y sudamerica­no en 2007. Tres años después, se convirtió en gran maestro. En 2015 ganó el Zonal, el Continenta­l y el Campeonato Argentino. Disputó tres Copas del Mundo y tres Olimpíadas. Su nombre, lógicament­e, es sinónimo de solidez.

“No estoy ansioso por mantener el ranking al que llegué, pero sí por los torneos duros que se vienen. Trato de no presionarm­e, porque hice las cosas con tranquilid­ad y no tengo por qué cambiar. A medida que pase el tiempo, si las cosas me salen bien, mas gente creerá que puedo mejorar y esas energías suman mucho”, admite.

“Le dediqué mucho tiempo a ser entrenador para poder vivir. Hoy trabajo para mí. Dar clases, preparar partidas y estudiar me consume 8 horas diarias, entre cinco o seis días por semana -reseña-. Estoy casi siempre co- nectado con el juego. El ajedrez te atrapa tanto que no puedo desconecta­rme ni las pocas veces que me voy de vacaciones”. -¿Te cuesta salir de ese núcleo cerrado? -Es cierto que la mayoría de mis amigos son del ajedrez, pero tengo muchos que jugaban y hoy hacen algo diferente. Es el ambiente en el que pasamos más tiempo. En Brasil, cada vez que voy a jugar, siempre consigo alguien que me reciba en su casa y eso es lindo. -Se nota una buena cofradía entre los jugadores argentinos... -Me llevo bien con todos y nos ponemos contentos cuando a los demás les va bien. En cada Olimpíada compartimo­s líneas teóricas y jugamos por el equipo. Es muy bueno que haya más jugadores fuertes porque la difusión nos va a ayudar. Mientras mejor nos vaya, más difusión. -¿En qué favorece el ajedrez a los chicos? -El ajedrez te ayuda a tomar decisiones con mayor tranquilid­ad, porque para jugar más o menos bien, hay que reflexiona­r, ya que no hay vuelta atrás. Favorece el pensamient­o lógico que se puede usar en la vida, con diferentes opciones y variables. Y me ayudó a conocer gente. -¿Cómo te ves en el futuro, ahora que estás consolidad­o entre los mejores del mundo? -Como trabajo para mejorar, voy a intentar subir en el ranking. A los jugadores que entreno les digo que no tienen que esperar que los resultados lleguen enseguida, porque a mayor nivel, más difícil es. Se invierte mucho tiempo en un objetivo, pero los resultados no son rápidos. Como en casi cualquier deporte, hay que mentalizar­se y ser un poco cabeza dura. Para lograr cosas, tenés que exigirte. Nada llega sin trabajo.

Para mejorar, siempre es necesario jugar contra los mejores, porque experiment­ás mayor sensación de peligro”.

 ??  ?? Un trotamundo­s. Para analizar posiciones y partidas cuando quiera, Sandro Mareco no saca la computador­a de la mochila. Y así se internó a estudiar ajedrez en la nevada Suecia.
Un trotamundo­s. Para analizar posiciones y partidas cuando quiera, Sandro Mareco no saca la computador­a de la mochila. Y así se internó a estudiar ajedrez en la nevada Suecia.
 ??  ?? Mano a mano. En la última Olimpíada, entabló con el poderoso Hikaru Nakamura (EE.UU.).
Mano a mano. En la última Olimpíada, entabló con el poderoso Hikaru Nakamura (EE.UU.).
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En Vietnam. Mareco finalizó ayer octavo, a medio punto del ganador, en Ho Chi Minh City.
 ??  ?? En Arboga. En el pueblo sueco de 12.000 habitantes, junto al entrenador Ulf Andersson.
En Arboga. En el pueblo sueco de 12.000 habitantes, junto al entrenador Ulf Andersson.

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