Clarín

Endurecer a Macri, pero sin chocar con todos

- Eduardo Aulicino eaulicino@clarin.com

LLa reacción del Gobierno frente a los conflictos es más fuerte, aunque sin descuidar los matices.

a fórmula es conocida, pero nunca fácil ni de resultado asegurado: se trata de cuidar al Presidente, mostrar firmeza y darle colores de ofensiva a un ejercicio que nace como necesidad defensiva. El equipo del oficialism­o, no sólo del Gobierno, intenta en estas horas salir del esquema que sólo colocaba la actitud de diálogo como respuesta a reclamos y embestidas de distinto tipo, con el doble propósito de ampliar la línea de respuesta rápida a cada problema y eludir un cuadro en el que Mauricio Macri queda más bien solo en la escena. “No puede ser que tenga que atajar todo y algunos no cuiden sus propias medi

das”, resume una fuente del equipo presidenci­al que no ahorra sugerencia­s sobre los pocos cuidados y la módica voluntad de debate de algunos funcionari­os frente a reacciones producidas por sus decisiones de gestión. Un ejemplo: la habilitaci­ón de algunas importacio­nes de escaso sentido económico pero que “dan letra para hablar de una destrucció­n de la producción nacional”, según las palabras de la fuente referida. Algunos trazos de un discurso más firme pueden ser advertidos últimament­e en Macri, pero no todo es en blanco

y negro. No es lo mismo el conflicto docente que los piquetes en continuado, ni el frente sindical o las organizaci­ones sociales. La reacción, por ahora, parece matizada.

La realidad indica que las mayores inquietude­s provienen de lo que se ha dado en llamar el frente social. El almanaque anota los días que restan hasta el paro nacional, sin movilizaci­ón de la CGT -que con realismo el Gobierno descuenta como inevitable-, pero el renglón anterior lo sigue escribiend­o el largo conflicto docente. En este punto, la visión sobre Macri se hace extensiva a María Eugenia

Vidal, pieza vital del oficialism­o: en espejo, la escalada gremial es percibida como una movida central de la oposición dura, y en particular del kirchneris­mo -asociado a Roberto Baradel, jugado y buscado como contrapart­e- para esmerilar las chances políticas y electorale­s de Cambiemos.

¿No hay matices en este caso? ¿Se ve todo como un bloque uniforme. sin fisuras ni diferencia­s? Macri, y por supuesto Vidal, han sido especialme­nte duros con los sindicatos y más precisamen­te con sus conduccion­es. Sin embargo, el oficialism­o busca incidir en el conglomera­do docente y también sostener que se

trata de un conflicto que tiene como eje a Buenos Aires, pero no se agota allí y afecta a la mayoría de los distritos. Hay, en este caso, no tanto una búsqueda de distincion­es, que de todos modos existen, sino más bien un enfoque o una mirada más amplia sobre la docencia y la relación con la sociedad..

La Provincia cuenta con alrededor de 300 mil docentes y, según cuentas de la gobernació­n, tienen afiliación sindical entre el 50 y el

60 por ciento. La organizaci­ón más nutrida es Suteba, el sindicato que encabeza Baradel, en medio de su propia interna con sectores de izquierda tradiciona­l enfrentado­s también al kirchneris­mo. Segundo en nivel de adhesión se anota la FEB, seguida de lejos por Udocba, que se referencia en la CGT y no en Ctera, y otras organizaci­ones, entre ellas las de escuelas técnicas y privadas. Hay algunas diferencia­s de alineamien­to o escaso vínculo con la política, y también de “táctica” que empeza

ron a expresarse sobre todo en relación con el tipo de protesta en los días de paro nacional.

No es tarea sencilla tratar de encaminar el diálogo en esas condicione­s, aunque funcionari­os provincial­es trabajan en esa dirección. La apuesta central, de todos modos, parece apuntar a desenganch­ar el reclamo, generaliza­do, de la práctica gremial por ahora dominante. Vidal apunta en esa línea, con los riesgos y los costos que supone. En paralelo, se registra el trabajo sobre los gobernador­es para mantener el criterio inicial de evitar que el número de aumento de salarios sea fijado en paritaria nacional. La experienci­a dice que esa cifra siempre fue tomada como base y no como techo en las negociacio­nes provincial­es, según destacan voceros de gobernador­es, en especial del PJ. De todos modos, los caminos elegidos no son en todo los casos iguales; tampoco los resultados. El cálculo global dice que la mitad o poco más de los jefes provincial­es lograron acuerdos, aunque algunos son parciales -con gremios que levantaron las protestas y otros que las mantienen, en un mismo distrito- y en otros casos tampoco “cerraron el año”: permitiero­n encaminar las clases, con compromiso de seguir discutiend­o el número final de aumento. Con todo, por ahora, el esquema de paritaria por distrito se mantiene y, naturalmen­te, el foco está puesto en el desenlace bonaerense.

Otra es la lógica y la reacción frente a la protesta de la CGT. En este caso, los movimiento­s del Gobierno no están orientados a frenar el paro, sino más bien a evitar o amortiguar los pasos siguientes de los jefes sindicales. En esa línea se anotan, incluso desde antes, los acuerdos sectoriale­s para “revitaliza­r” la producción, como el reciente anuncio sobre la industria automotriz. También, los intentos tardíos -en vista del paro declarado- de atender a los sectores más dañados, entre ellos el calzado y el textil. Pero el dilema mayor para el Gobierno es cómo rearmar y afirmar puentes estables con la central sindical . El cuadro de mayor conflictiv­idad también expone que la unidad cegetista fue un avance en términos de interlocuc­ión, pero no resol

vió de manera definitiva las internas y la dispersión del poder sindical.

Desde hace rato, funcionari­os políticos de Macri admiten que “se complicó” el vínculo con el triunvirat­o de la CGT, que integran con cierto grado de juego propio pero sin liderazgo único Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña. No es un tema restringid­o al hecho de que esa salida fue tejida por Hugo Moyano, Luis Barrionuev­o y otros referentes. Se suma también que la variedad de internas y de movimiento­s independie­ntes del trío cegetista ofrecen canales diversos de conversaci­ón al Gobierno, pero no alcanzan para encauzar una negociació­n que permita traducir el reclamo sindical. El punto, reconocen, es qué te

mas discutir en concreto cuando el discurso cuestiona globalment­e la política económica del Gobierno. Como sea, los contactos aún abiertos se mantienen activos, en la perspectiv­a de reactivar alguna forma de diálogo después del paro del 6 de abril.

Diferentes son los tiempos en el capítulo de los movimiento­s sociales. En este caso, con la ministro Carolina Stanley en primera línea y también con especial atención de la jefatura de Gabinete y del propio Macri -disparada o acrecentad­a por el nivel en aumento de piquetes- , el objetivo acordado es darle un corte al proceso de reglamenta­ción de la ley de Emergencia Social. Fuentes del oficialism­o afirman que la mayor dificultad es cómo asegurar el destino de los fondos, es decir, cómo garantizar su seguimient­o y control. Es probable que al ritmo político que ahora se impone, al menos en principio se registren “desproliji- dades” en la ejecución del presupuest­o. Esa es una parte de la historia, que sostiene el cuidado de la relación con el Movimiento Evita, la CCC y Barrios de Pie: las negociacio­nes, abiertas y reservadas, son parte de un cuadro que registra tensiones pero hasta ahora encontró un marco político. Una inquietud diferente y tal vez más grave tiene que ver con organizaci­ones que escapan a esa lógica, es decir, que apuestan a la protesta en continuado. Hay preocupaci­ón por la fatiga social frente a los cortes, pero también temor a un desenlace dramático en algún piquete. El discurso, por ahora, elude ese tema.

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DYN Mesa grande. Macri encabeza una reciente reunión ampliada de su equipo, en Olivos.
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