“Francisco, ¿qué condiciones deben darse para que visite la Argentina?”
¡Cómo me cuesta escribir esto! Parece que es de argentino convivir con la desilusión. Imprescindible que tengamos que digerir que lo que creímos que es no es, que lo que esperanzadamente buscamos como la luz -con suerte- sea una riesgosa penumbra.
Te hablo a vos, Francisco, Bergoglio, Padre Jorge. A mi pastor. Quiero decirte que te di todas las chances. Admiré tu perfil cuando eras el obispo de Buenos Aires y mostrabas a todos la modestia y el silencio de quien no tenía en cuenta el poder de su cargo. Mucho más cuando pudimos caminar juntos por avenida de Mayo y, en las dos cuadras de diálogo, me encontré con la misma persona que sospechaba. Y tu casi estoicismo cuando a dos cuadras de distancia la soberbia imperial de los impresentables te ignoraba y vapuleaba.
Hoy, “no están dadas las condiciones” para que vengas a la Argentina. Año tras año, las “condiciones” se alejan como el horizonte y algo nuevo impide que vengas. ¿No te enteraste que aquéllos a los que sacaste de la Argentina en los años oscuros hoy son poderosos, destituyentes, ladrones, y hasta sospechados de criminales? Ya no son desprotegidos que piden tu ayuda para alejarse de la muerte. Hoy son déspotas que destruyen y persiguen a los que piensan distinto y se han robado el país. Y, Francisco, parece que no percibís que tus rotundas deferencias hacia ellos avala frente al mundo una realidad delictiva e inmoral que un poco avisado puede desconocer, pero vos no. Hoy estás eligiendo, Francisco. Hay un pueblo (muy mayoritario) en la Argentina al que le das la espalda esperando “que se den las condiciones”. Cuando el fantasma de la guerra con Chile, la grey católica argentina vio las visitas de Juan Pablo II como el maná del Cielo. A todo esto, Wojtila encontró -o buscó- las condiciones para visitar Polonia, no lo olvides.
Pero vos estás prefiriendo privilegiar lo que tu orientación política marca (y le transmite a tu cara) a tu irrenunciable obligación de pastor ecuménico. Cuando les mandás rosarios a ladrones, vos decís que predicás para todos. Pero se te acaba el argumento cuando el resto del pueblo argentino tiene que esperarte pasando por al lado, con excusas pueriles. Francisco, lamento en el alma escribir esto. Se me cayó una lágrima cuando te eligieron. Y sólo derramé lágrimas en mi vida por mis afectos más profundos. Involuntariamente, esa lágrima te puso en un lugar sin que yo lo buscara. Hoy le pregunto a esa lágrima si no se apuró en salir. ¿Francisco, cuáles son las “condiciones”? ¿Que los delincuentes y hasta tal vez asesinos para tapar sus miserias recuperen el poder ? ¿Esperás el resultado de las elecciones para ver si la balanza se inclina para donde esperás y podés volver a sonreír cuando te visiten ? ¿Tengo que terminar creyendo esto ? Ojalá que no. Porque si eso es así, espero fervientemente que la corrupción y la inmoralidad no vuelvan nunca más a la Argentina, que tus “condiciones” no se den jamás, y si no llegás a entender que todo el pueblo merece tu presencia, entonces te veré si paso por Roma. Carlos Sala Spinelli csalaspinelli@gmail.com