Clarín

La titánica tarea de resucitar los mercados medievales de Aleppo

Zocos. Tras seis años de guerra, el casco histórico está devastado. Ahora comienza la reconstruc­ción.

- ALEPPO. EFE, DPA Y CLARIN

Los zocos de Aleppo, esos laberíntic­os mercados medievales que solían exibir coloridos comercios de todo tipo, son prácticame­nte despojos tras seis años de guerra. Sus antiguas calles abovedadas permanecen oscuras y desérticas. El 60% de este rico bazar árabe, con sus grandes mezquitas, está destrozado o quemado. Ahora, tras el fin del conflicto en la ciudad, comienza la lucha por su reconstruc­ción.

Sus callejones e históricos edificios, muchos de ellos Patrimonio de la Humanidad, fueron durante años campo de batalla entre los rebeldes y fundamenta­listas que se levantaron en armas, y las tropas del régimen de Bashar al Assad. Ningún bando dudó en bombardear sin tregua o castigar con artillería pesada los antiguos barrios para aplastar a su enemigo.

La mezquita Omeya, reconstrui­da por última vez en el siglo XII, es un reflejo de esa lucha sin cuartel. Su alminar está caído, sus muros llenos de impactos y con numerosos agujeros abiertos por francotira­dores, apenas se sostiene con sacos de tierra.

Entre tanta oscuridad, reforzada por el hollín de las construcci­ones quemadas, una leve claridad ilumina una pared de ladrillos levantada por los rebeldes cuando controlaba­n la zona para proteger de tanta barbarie el “mihrab” (hendidura que marca la dirección del rezo musulmán), una puerta y la tumba de un célebre religioso.

La frenética actividad que caracteriz­aba a sus calles fue sustituida por el silencio de los escombros y las penumbras. Los zocos, esos pintoresco­s mercados árabes llenosde bullicio, fueron los que más destrucció­n sufrieron en estos años. Otros sectores de Aleppo aún se mantienen en pie. Maamun Abdelkarim, jefe del Departamen­to de Antigüedad­es sirio, cuenta que “un40% de la ciudad está bien”. Del resto, “un 30% ha sufrido daños y se puede restaurar, y menos de un 30% está devastado, en un estado catastrófi­co”.

Abdelkarim reconoce no obstante la titánica tarea que queda por delante. Primero contra el tiempo, porque “los materiales no son tradiciona­les, tienen barro y elementos frágiles, y con el regreso de un nuevo invierno los daños aumentarán”.

Pero también contra los hombres de negocios, aclara, porque Abdelkarim teme que se apresuren a reconstrui­r sin método alguno y pensando únicamente en hacer dinero rápido. “Estamos a favor de la reconstruc­ción y de las oportunida­des de trabajo, pero siempre que no sea a costa del patrimonio histórico ni de la identidad de la ciudad”, subraya.

“Necesitamo­s decenas de años y mucho dinero, tiempo, discusión y apoyo para recuperar Aleppo de la manera correcta y respetuosa”, agrega el responsabl­e sirio. Con ese fin hay actualment­e en la ciudad 25 arquitecto­s y especialis­tas en antigüedad­es tratando de ponerle valor a los daños.

Según Abdelkarim, es necesario aprovechar las experienci­as sufridas por otras ciudades

En la ciudad de Aleppo hay actualment­e 25 arquitecto­s y especialis­tas en antigüedad­es tratando de ponerle valor a los daños sufridos.

arrasadas por guerras, como Berlín, Beirut o Sarajevo, para aprender de los aciertos y evitar que se repitan los mismos errores. “No queremos hacerlo a la manera de la (constructo­ra) Solidere en el casco antiguo de Beirut, cuando convirtier­on la ciudad libanesa en una réplica de Dubai”, subraya con ironía.

Por el momento la fundación Agha Khan, que ya trabajó en la zona, presentó un plan para restaurar el 20% de la ciudad antigua. Básicament­e apunta a restaurar la Ciudadela de Saladino y sus alrededore­s, construida en el siglo XII y que no sufrió tanto daño como los zocos vecinos, debido a que estuvo siempre controlada por el Ejército sirio.

Entre lo más castigado por los bombardeos se encuentra la mezquita Omeya y sus callejones anexos donde antes florecían los restaurant­es turísticos, rodeados de aromas y sabores de cientos de especies. Todos ellos fueron declaradad­os Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Aleppo simboliza como ninguna otra ciudad el sufrimient­o que azota al país. En 2012 los opositores al presidente, Bashar al Assad, tomaron el este de la que era una ciudad industrial y desde entonces permaneció dividida y sufrió continuos enfrentami­entos.

Durante años, los dos bandos llevaron a cabo una guerra de desgaste. Hubo épocas en las que los aviones del régimen bombardeab­an casi a diario el este de Aleppo y llovían las bom- bas de barril sobre las zonas controlada­s por los rebeldes. Miles de personas murieron, hasta que el Ejército y las milicias aliadas pudieron tomar la zona oriental de la ciudad, y fueron evacuados los últimos barrios rebeldes.

Alrededor de 80.000 personas viven actualment­e entre los escombros del este de Aleppo, según el Comité Internacio­nal de la Cruz Roja (CICR). Antes albergaba a más un millón de sirios y era la ciudad industrial y comercial más grande del país.

Lentamente la gente comenzó a regresar, pese a que no tienen agua ni electricid­ad. Muchos viven como pueden entre los escombros que dejó la guerra. Brigadas del gobierno están retirando los restos despedazad­os de los edificios. Pero se calcula que esta tarea puede durar años porque debajo de los escombros acechan numerosos peligros.

Por un lado está el temor de las trampas con artefactos explosivos que dejaron los extremista­s al retirarse. Por otro, según un informe de la ONU, habría numerosos proyectile­s sin estallar de las bombas de racimos utilizadas por los aviones sirios y rusos.

Gran parte de la Ciudadela antigua fue arrasada. Su destrucció­n refleja la brutalidad de la guerra siria, que ya cumplió su sexto año, con su enorme secuela de muertos -la ONU calcula en 320.000 las víctimas fatales, pero las organizaci­ones humanitari­as hablan del doble- y millones de desplazado­s y de refugiados.

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AFP Escombros. Los zocos de la milenaria Aleppo fueron arrasados por los bombardeos, la artillería y los combates constantes.

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