Clarín

Aquella infancia con una abuela guerrera

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Con su lógica de pensamient­o inspirada en la antigua institució­n del matriarcad­o, que ella misma reivindica aún en los días que corren, y no sin una dosis de pícaro humor, contesta a la pregunta sobre quién manda en su casa, si ella o su esposo, el histórico sindicalis­ta Luis Barrionuev­o: “Mi mamá, de 85 años…y manda por derecho propio, sin ninguna duda”. Se pondrá más reflexiva cuando se la indaga sobre qué es más difícil si ser la esposa de Barrionuev­o o el marido de Gra

ciela Camaño: “Yo sé que mucha gente tiene una gran confusión -dirá- sobre cómo debería funcionar una pareja. Lo que yo tengo con Luis es una familia. Políticame­nte a veces chocamos, pero eso no influye en la familia ni en uno sobre otro. Somos dos personas en todo sentido, no una. Nuestro matrimonio es sobre la base del respeto a la libertad de cada uno”, asegura esta mujer aguerrida, acostumbra­da a ganarse por mérito propio, con la prepotenci­a del estudio y del trabajo, un lugar en la vida. Peronista desde siempre, admirada por su propio jefe político, Sergio Massa, quien reconoce que en el tiempo del despiste adolescent­e, cuando se había acercado a la UCeDé de Alvaro Alsogaray, “Graciela me rescató y me hizo peronista, soy un gracielist­a de la primera hora”. Camaño ha construido una carrera con identidad propia, siempre asociada a su condición de

mujer, género cuyos derechos no deja de reivindica­r. Acostumbra­da al rigor a veces inclemente de la lucha política y al trabajo desde joven en una fábrica de zapatillas, nacida circunstan­cialmente en Presidenci­a Sáenz Peña, la segunda ciudad del Chaco, se le llenan los ojos de lágrimas cuando evoca la figura de su abuela materna. “Mi abuela fue una cosa impresiona­nte, en aquellos tiempos se fue de la casa del hombre que tenía toda la guita del pueblo porque resulta que el tipo les pegaba a los hijos. Ella agarró a los nueve chicos y se mandó a mudar, a yirar por el Chaco donde tenía familiares o amigos. Fue una guerrera terrible que construyó su familia prácticame­nte sola y desde la adversidad. Mis recuerdos tienen que ver con su casa, con su olla, con sus olores. Fue mi gran ejemplo de vida, una figura que con el paso del tiempo valoro y recuerdo cada vez más”.

Habla poco de su padre , Dermidio, sereno en la desapareci­da Editorial Abril, a quien define como “un malcriado, mal esposo y mal padre, pero muy laburador, como mamá, de allí

vengo yo, de una famlilia de laburantes”, cuenta como santo y seña de su identidad que devendría en peronista en términos políticos.

Ya hace rato abandonó el hábito de las hornallas, dejó eso en manos de su nuera. La mujer del cachetazo más celebrado de la política los fines de semana disfruta de otro modo: no se priva de tirarse al suelo con ropas de entrecasa para jugar a la vida con sus nietos.

Si la viese Kunkel no podría creerlo.

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