Clarín

Macri no la pasa bien en otra pelea

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Federico Sturzenegg­er remachó, el martes pasado, su decisión de mantenerse en el centro del ring y de seguir peleando contra quienes lo critican dentro y fuera del Gobierno. En el mismo acto volvió al ruedo la idea de que detrás de cada uno de sus pasos está Mauricio Macri. O existe algo más, como afirma gente que dice conocer el paño: “El Presidente lo deja correr y hasta puede serle útil que trabaje de halcón”.

En cualquier caso, Sturzenegg­er habló con el aumento de las tasas de interés de las Lebac, las letras que el Central emite y renueva sin pausa en la afanosa búsqueda de controlar el proceso inflaciona­rio. Ahora las puso en 24,25%, casi siete puntos por encima de la tasa que los bancos pagan por un plazo fijo y cinco más que el rendimient­o de los depósitos mayores a un millón de pesos.

Mucho menos concreto, o bastante difuso, fue anunciar que el BCRA está dispuesto a reforzar sus reservas en US$ 25.000 millones. Sin plazos ni mayores precisione­s, la novedad debe ser validada por los hechos y entre los hechos cuenta mucho el riesgo de perforar la mismísima política monetaria.

Queda por verse, entonces, si la entidad está definitiva­mente dispuesta a intervenir en el mercado cambiario y a emitir los pesos implícitos en semejante operativo. Pero así valga mucho reforzar las reservas para usarlas en tiempos de inestabili­dad, hasta que se pruebe lo contrario eso de los US$ 2.500 millones huele sólo a gentileza dirigida a quienes reclaman que de una buena vez el Central salga a sostener el precio del dólar.

Tasas elevadas, retraso cambiario, déficit fiscal en las nubes y una economía que no termina de dar señales de vida consistent­es, son la muestra de un cuadro bien complicado. Y aún en el supuesto muy supuesto de que la polarizaci­ón a todo trance sirviese, en esta pelea Macri sigue contra las cuerdas.

Resuelto a defender sus posiciones contra vientos y mareas, el presidente del BCRA sostuvo el martes pasado: “Pensamos que no íbamos a tener que discutir los beneficios de bajar la inflación, pero parece que hay que volver a hacerlo”.

¿Quién o quiénes no le encuentran beneficios a la baja de la inflación, después del tormentoso 41% del año pasado? ¿Serán aquellos para los cuales “un poquito de inflación le hace bien a la economía”?

Los hay de ese palo, seguro. Pero detrás del planteo de Sturzenegg­er parece latir el intento de colocar la pelota en campo ajeno y de transferir responsabi­lidades por un dilema que él continúa sin resolver del todo. ¿O simplement­e se trata de embarrar la cancha?

Demasiada inflación o un poco de inflación no es justamente el eje de un debate que va y va. Ni tampoco lo es que mantener los precios a raya resulta esencial para apuntalar cualquier remontada de la economía y, a la vez, mejorar la situación de las capas de menores ingresos. El eje pasa por la receta del Central y sus daños colaterale­s.

Ampliada, la misma cuestión da para más. Como pensar si un fenómeno tan complejo y sobre todo tratándose de uno estructura­l, como la inflación argentina, puede ser desarmado con un solo instrument­o, a golpes de tasas de interés. Y encima, reduciendo el problema a un exceso de demanda.

El caso es que siempre algo se escapa, se reacomoda o se acomoda. Además del impacto de las tarifas, en marzo tocó, según Sturzenegg­er, el precio de los productos de estación: habrán sido los que hayan sido, lo cierto finalmente es que subieron.

Y así no medien motivos similares, otros explicarán por ejemplo los aumentos del pollo, la carne picada común, la paleta, los quesos y el pan. Nada suntuarios tampoco, en un solo mes la estadístic­a del INDEC les anotó incremento­s del 10,8 al 5,4%.

Con razones o fuera de cuadro, todavía abundan aquellos que al decir de Sturzenegg­er necesitan conocer los beneficios de una inflación más baja. Quizás prefieran “un poquito de inflación”; la de ellos, para empezar a hablar.

¿Y qué hay después de todo sobre el crecimient­o de la actividad económica?

En principio poco, apenas se advierte que las ventas reales en supermerca­dos acumulan 16 meses de caída. Eso que pasa en los mayores y más representa­tivos centros comerciale­s define cómo anda el consumo.

Luego, parece evidente ya que el Gobierno ha abandonado o ha debido resignar la meta de crecer el 3,5% previsto en el Presupuest­o. “Aunque van a insistir con ese número, hoy manejan un rebote de entre 2,7 y 2,8% y aún así todavía tienen dudas”, cuenta alguien al tanto de la cocina interna.

Y sería incluso menor, si se guían por la úl--

El pertinaz bajón de las ventas y las confesione­s oficiales cantan que la economía vuela bajito

tima estimación del FMI: dice apenas 2,2%. Así lleve adentro el archiconoc­ido planteo de acentuar el ajuste fiscal, el cálculo dice, además, que no se recuperará la caída del 2,3% del año pasado. Según la peor de las hipótesis, estaríamos parados en el mismo lugar que cuando asumió el macrismo.

El ajuste está en boca de todos los economista­s ortodoxos y de varios que no lo son tanto. Unos cuantos de ellos apoyan el proyecto político del Gobierno y algunos le exigen sin vueltas eso que es parte del proyecto.

Afirma alguien que antes de ahora ha compartido largas charlas con el ministro de Hacienda: “Dujovne se cuida de mentar el ajuste fiscal, aunque si no te detenés en sus palabras y lo observas bien, vas a ver que la cara lo delata”. Lo que se dice un diagnóstic­o bastante psicológic­o, o acertado conociendo las ideas de Dujovne.

De vuelta a Sturzenegg­er, el mismo martes saltó otro dato peligroso por donde se lo mire. Pese al aumento de la tasa de interés, no logró renovar todas las Lebac que vencían ese día: sobre un monto de $ 382.748 millones y enfrentado a una oferta que no cubría el total, pudo adjudicar $ 329.089 millones.

Deuda y deuda enorme. El stock de Lebac duplica al vencimient­o del martes, pero solo lo que caía el martes equivale a 24.378 millo

nes de dólares. Tanto como cinco presupuest­os completos del Ministerio del Interior y Obras Públicas, o diez meses de recaudació­n del Impuesto a las Ganancias, o el 72% de los plazos fijos en pesos depositado­s en toda la banca privada.

El contraste entre aumento de tasas y renovación parcial de Lebac remite al estrecho juego monetario del Central y, de seguido, al riesgo implícito en una baja de las tasas. También habla de la vida que todavía tiene por delante la bicicleta que engancha el rendimient­o de las letras con la cotización del dólar.

Lo que siguió al anuncio de subir las reservas en US$ 25.000 millones revela que la intervenci­ón en el mercado para sostener el tipo de cambio fue solamente un supuesto. O una puesta en escena destinada a contener a quiemes protestan por el atraso cambiario.

Al día siguiente de la noticia, el dólar bajó, poco pero bajó. La movida duró casi un suspiro: el viernes volvió al nivel que mostraba el día del anuncio rimbombant­e. Al menos por ahora o por quién sabe por cuánto tiempo, la política monetaria no tolera intervenci­ones que signifique­n emitir pesos en cantidad.

Como era previsible, el aumento de las tasas le pegó al costo del crédito. Dice un economista radical, en algún sentido próximo al Gobierno: “Pero dado que el crédito al consumo es muy limitado y la gente teme endeudarse, el verdadero problema económico ancla en el retroceso constante del tipo de cambio”.

Para mayor abundancia, dijo este viernes el ministro del Interior y de Obras Públicas: “Lo peor de la recesión ya pasó, aunque el primer trimestre (de este año) fue peor a lo esperado”.

En el mismo intento de calmar ansiedades, Rogelio Frigerio soltó una confesión. Viniendo de quien viene, no es poco admitir que

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Mirando al Banco Central. El presidente Macri, atento a las medidas de Sturzenegg­er.
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