Clarín

Denuncias de pedofilia traban la reconcilia­ción con los lefebvrian­os

El Papa busca acabar con ese cisma. Y había avances, pero ahora se supo en Suecia que miembros de esa línea conservado­ra abusaron de niños durante años.

- Julio Algañaraz El Vaticano. Correspons­al

Esta vez sería la buena. Tras varios anuncios en los cuatro años de pontificad­o de Francisco de negociacio­nes, expectativ­as de que el cisma más importante que han vivido los últimos Papas se encamina a concluir en un acuerdo. Puntualmen­te desmentido­s después por repentinos rechazos de los líderes de la Fraternida­d Pío X, llamados los lefebvrian­os, ultraconse­rvadores y ultratradi­cionlistas, la tratativa con el Vaticano está llegando a buen fin, según monseñor Guido Pozzo, secretario de la comisión Ecclesia Dei, a la que Francisco encargó negociar la absorción del cisma que en 2018 cumplirá 30 años si la reconcilia­ción no se alcanza.

“Faltan las firmas del acuerdo”, afirman los más entusiasta­s, pero otras fuentes se muestran mucho más prudentes. La clave de la fractura sigue siendo el rechazo de los documentos y el espíritu renovador del Concilio Vaticano II (1962-65), por parte de los seguidores del obispo francés Marcel Lefebvre, que en 1970 fundó la Fraternida­d, con sede en Econne, Suiza.

Los lefebvrian­os cuentan con 750 iglesias, capillas y centro de misa, dos universida­des, un centenar de escuelas, tres obispos, 622 sacerdotes y 215 seminarist­as, además de unas 200 monjas y un número indetermin­ado de fieles, que se cuentan por miles. Para la Iglesia, el cisma que llegó después de muchas vueltas en 1988, cuando Juan Pablo II debió excomulgar a Lefebvre, a un obispo brasileño

El sucesor de Lefebvre aparece envuelto en un escándalo de protección de curas pedófilos.

y cuatro obispos consagrado­s por el líder tradiciona­lista, es una herida abierta que el Papa argentino quiere cerrar. Muchos progresist­as que lo apoyan no acuerdan con su voluntad insistente, que se remonta a la época en que era arzobispo de Buenos Aires y ayudó a los lefebvrian­os. A su vez la mayoría de los conservado­res que pueblan el Vaticano y las manijas del poder de la Iglesia en el mundo, creen que la absorción del cisma con los ultratradi­cionalista­s demuestra que Francisco quiere reasegurar a todos de que la unidad de la Iglesia es una prioridad que constituye una garantía de que no habrá reformas desgarrado­ras.

Pero el debate sobre la escisión lefebvrian­a ha dado una vuelta de tuerca inesperada que complica las cosas. Monseñor Bernard Fellay, el suizo que es actualment­e el sucesor de monseñor Lefebvre en la comunidad (muerto en 1991), aparece envuelto en un escándalo de protección de curas pedófilos, según una amplia investigac­ión de la televisión sueca que se conoció este mes.

El informe sueco acusa a cuatro religiosos lefebvrian­os de abusar sexualment­e de doce niños. Tres curas siguen ejercitand­o el ministerio activo. Según la investigac­ión de la TV escandinav­a, en uno de los casos, las cumbres lefebvrian­as contaron con la complicida­d de la “Congregaci­ón Suprema” del Vaticano, la de la Doctrina de la Fe encargada de velar por la pureza doctrinari­a católica y con jurisdicci­ón disciplina­ria por los casos de miembros del clero sospechoso­s de abusos sexuales.

Los detalles son explosivos y se amplifican con las decisiones del Papa Francisco de autorizar a los sacerdotes cismáticos a confesar y a celebrar los matrimonio­s de sus fieles, gestos evidentes del camino de la reconcilia­ción auspiciado por el pontífice argentino.

A los cuatro religiosos (tres curas y un voluntario de la Fraternida­d lefebvrian­a) se los acusa de haber prolongado durante treinta años su actividad de pederastas. La comunidad lefebvrian­a hizo posible su impunidad trasladand­o entre Francia, Alemania, Australia, Irlanda, EE.UU. y Gran Bretaña a los culpables.

El testimonio de víctimas a la televisión sueca, reconstruy­e los abusos de los sacerdotes imputados. Hay que destacar que el líder de la Fraternida­d, monseñor Fellay, es uno de los cuatro obispos consagrado­s por Marcel Lefebvre que determinó el cisma de 1988. Siempre se supo que el entonces cardenal Joseph Ratzinger era favorable a evitar las sanciones extremas. Cuando Ratzinger se convirtió en el Papa Benedicto XVI, las negociacio­nes con los cismáticos avanzaron y en enero de 2009 el pontífice alemán les levantó a los cuatro obispos la excomunión.

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