Clarín

Oleogeles, la alternativ­a para decir adiós a las grasas trans

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

A pasos de la Pascua, preocupaba­n los antibiótic­os de los salmones chilenos, a raíz de un informe difundido por la UADE. El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimen­taria (Senasa) matizaba: todo estaba dentro de los rangos aceptables para consumo humano, según las “buenas prácticas de acuicultur­a” internacio­nales en cuanto al uso de antibiótic­os, los promotores del crecimient­o y colorantes.

La falta de informació­n y detalles sobre la intervenci­ón tecnológic­a en el desarrollo de productos comestible­s puede derivar en conjeturas y temores sobre los efectos de su ingesta. A la vez, la química de alimentos es, hoy, un hecho.

Un ejemplo interesant­e lo ofrece el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que acaba de presentar el desarrollo de una sustancia conocida como oleogel, capaz de sustituir las tan perjudicia­les grasas trans y saturadas en panificado­s, lácteos, helados, chocolates y productos cárnicos.

En diálogo con Clarín, la directora del centro INTI-Agroalimen­tos, Erica Stacey, resumió el trabajo, laboratori­os adentro. Por caso, el agregado de betaglucan­os extraídos de la avena y adicionado­s en panificado­s. “Reducen el colesterol, según trabajos de Azti Tecnalia España”, señala Stacey. “Otro ejemplo es la encapsulac­ión de compuestos bioactivos, por ejemplo, para la encapsulac­ión de aceites adicionado­s a las barritas de cereal: así logramos que los ácidos grasos Omega 3 estén realmente disponible­s al consumir el producto; de otro modo se perderían en el procesado”.

Desde la coordinaci­ón de Oleaginosa­s y Subproduct­os del INTI, Paul Saubidet explicó el desafío de sortear los cambios en las texturas de los productos y las diferencia­s en la percepción del sabor a los que tienden los oleogeles: “Nosotros pudimos elaborar el gel a partir de etil celulosa, un polímero derivado de la madera y el algodón. Este ingredient­e da muy buenos resultados en la terminació­n final”.

En esa institució­n también trabajan (junto a INTI-Plásticos) sobre los conservant­es, como detalló Stacey: “Las coberturas edibles son láminas que no vemos y que cubren los productos para evitar la oxidación de lípidos, lo que alarga su vida útil”. Otro desarrollo es el envasado en atmósferas modificada­s, donde “se cambia el gas contenido en el envase por uno más inerte, como el nitrógeno, para evitar el deterioro de alimentos y reducir el desperdici­o”.

En esta línea se destaca “la tecnología de fluidos supercríti­cos, capaces de extraer sustancias de alto valor agregado (colorantes naturales, aromas, aceites y lecitinas) con una elevada pureza a través de procesos que no dejan contaminan­tes. El fluido usado es el CO2, en lugar de los solventes de los procesos tradiciona­les”.

Miryam Gorban, licenciada en Nutrición y coordinado­ra de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentari­a de la UBA, remarca que “en las últimas décadas se desarrolló una industria que exacerba los métodos de procesamie­nto con enriquecim­ientos inne- cesarios como es el caso de los aditivos, los mejoradore­s, colorantes, emulsionan­tes, conservant­es y sustancias químicas que mejoran el aspecto y durabilida­d del alimento, pero no su valor nutriciona­l”.

“No todo lo modificado es malo”, evalúa, desde la Sociedad Argentina de Nutrición, la licenciada Pilar Inés Llanos: “La biotecnolo­gía es una ciencia maravillos­a: han hecho que los productos duren más o tengan mejor color, a veces porque concentran licopeno, un tipo de carotenoid­e que termina transformá­ndose en vitamina A. De todos modos tiene que haber políticas para que los alimentos ricos nutriciona­lmente sean más accesibles. No alcanza con los precios cuidados”.

En la visión de Stacey, “los argentinos buscan soluciones rápidas para alimentars­e. El incremento de hogares unipersona­les y las comidas afuera impulsan la necesidad de obtener alimentos y platos listos nutritivos. La industria debe aggiornars­e: incorporar más ingredient­es con tecnología que permita el procesado y la conservaci­ón, manteniend­o las caracterís­ticas naturales de los alimentos”.

El complejo debate ya fue recogido en noviembre, en el “Panorama de la Seguridad Alimentari­a y Nutriciona­l en América Latina y el Caribe” (de la FAO, ONU y OPS), cuando con cautela señalaban: “Los países de América Latina y el Caribe deben reforzar y ampliar sus políticas públicas para promover el consumo de alimentos saludables. La regulación de la publicidad de productos ultraproce­sados, las normas de etiquetado y los impuestos específico­s para bebidas azucaradas son iniciativa­s ya en curso”.

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Novedad. El proceso usado en el INTI vuelve sólidos aceites líquidos, a fin de suplantar grasas nocivas.

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