¿Qué les digo a mis amigos que no son norte - americanos?
Con frecuencia viajo al exterior e, invariablemente, mis amigos extranjeros preguntan, con diferente grado de desconcierto: ¿Qué diablos está pasando en tu país? Esto es lo que les digo. Primero, no malinterpreten la elección de 2016 en los EE.UU. Contrariamente a algunos comentarios, el sistema político estadounidense no ha sido arrasado por una ola de populismo. Es verdad, tenemos una larga historia de rebelión contra las élites. Donald Trump tocó la fibra de una tradición asociada con líderes como Andrew Jackson en el siglo XIX y George Wallace en el siglo XX.
Sin embargo, Trump perdió el voto popular
por cerca de tres millones de sufragios. Ganó la elección apelando al resentimiento populista en tres estados del Cinturón de Óxido - Michigan, Pennsylvania y Wisconsin- que anteriormente habían votado por los demócratas. Si cien mil votos hubieran sido emitidos de otra manera en esos estados, Trump habría perdido el Colegio Electoral y la presiden-
cia. Dicho esto, el triunfo de Trump señala un problema real de la creciente desigualdad social y regional en Estados Unidos.
Lo segundo que les digo a mis amigos extranjeros es que no subestimen las capacidades comunicacionales de Trump. Muchos se sienten ofendidos por sus cataratas de tuits y su indignante desprecio por los hechos. Pero Trump es un veterano de la televisión realidad, donde aprendió que la clave del éxito reside en monopolizar la atención de los televidentes, y que la manera de hacerlo es con declaraciones extremas, no una consideración cuidadosa de la realidad. Twitter lo ayuda a marcar la agenda y distraer a sus críticos. Lo que ofende a los comentaristas en los medios y en el ámbito académico no les preocupa a sus seguidores. Pero cuando pasa de su permanente campaña egocéntrica a intentar gobernar, Twitter se vuelve una espada de doble filo que disuade a los aliados necesarios. Tercero, les digo a mis amigos que no esperen un comportamiento normal. Por lo gene- ral, un presidente que pierde el voto popular se traslada al centro político para atraer respaldo adicional. Eso es lo que hizo con éxito George W. Bush en 2001. Trump, por el contrario, proclama que ganó el voto popular y, actuando como si realmente hubiera sido así, apela a sus votantes de base. Mientras, ha hecho nombramientos centristas sólidos en los Departamentos de Defensa, Estado y Seguridad Nacional, sus elecciones para la Agencia de Protección Ambiental y el Departamento de Salud y Servicios Humanos son de los extremos del Partido Republicano. Su personal en la Casa Blanca está dividido entre pragmáticos e ideólogos, y él complace a ambos.
Cuarto, nadie debería subestimar a las instituciones estadounidenses. No entren en pá
nico. Estados Unidos, a pesar de todos sus problemas, no es Italia en 1922. Nuestras élites políticas nacionales suelen estar polarizadas; pero también lo estaban los fundadores de Estados Unidos.