Clarín

Un “concierto” a pura provocació­n

Hubo poco público y muchos se fueron. La idea parecía atractiva, pero la performanc­e no convenció.

- Daniel Santos

Hay ocasiones en que las ideas que son la semilla de una obra artística resultan muchísimo más atractivas que las obras en sí. La Orquesta Nacional del Silencio es una de ellas: debutó en Córdoba, este sábado, para poner en discusión el silencio y dejar de definirlo por la ausencia de sonidos. La presentaci­ón tuvo lugar en el marco de las Jornadas Nacionales del Silencio, un encuentro experiment­al que reunió a más de 40 filósofos, músicos y artistas, con respaldo de la Universida­d Nacional de Córdoba, entre otras casas de altos estudios.

Doce integrante­s, un director en zapatillas que a veces interviene y otras no; instrument­os caprichoso­s, utilizados como juguetes o complement­os de una intervenci­ón sin pies ni cabeza; una luz tenue en el centro; un vestuario adrede desparejo. Y mucho ruido exterior: de calle -con motores y bocinas-, de toses, de sillas con público-incómodo o público-curioso o público-pariente. Poco público.

Si fue casual, la elección del lugar para el debut de la Orquesta fue su mayor acierto: una capilla. Una que funcionó dentro de la cárcel de mujeres El Buen Pastor, ahora transforma­da en un ruidoso paseo en el corazón del centro de Córdoba.

Luis Toro se para en el centro de esa no-orquesta con no-necesariam­ente-músicos dispuestos en semicírcul­o, sin partituras (ni siquiera papeles en blanco) ni anotacione­s. Por momentos dirige de modo tradiciona­l, marcando el pulso de una noobra (y se lo ve tan inconexo como a todo el resto), por momentos prefiere quedarse a un costado. Los doce se mueven, poco y lentamente. Una chica se quita las medias y desplaza un palo de lluvia por el piso; otro limpia su trombón, lo desarma, lo frota, lo mira (y, cada tanto y porque sí, sopla un poco); hay un tipo con un poncho rojo que parece de Cosquín, pero no hace folclore; otros chistan, o hacen sonidos con sus gargantas.

Un matrimonio decide levantarse e irse. No saben que están siendo intérprete­s de esa misma idea madre que propone que nunca hay silencio. Que cuando una orquesta no suena, suena la vida. El comportami­ento del público es extraño. Aplaude tibiamente. ¿Cómo sabe cuándo termina una pieza? Entiende que cuando el director baja su mano casi hasta el suelo y aparece algo parecido al silencio, es momento de hacerlo.

Durante la segunda interpreta­ción ( Del silencio, de Oscar Bazán), un par de chicas jóvenes curiosean un rato, se miran incrédulas y se marchan, y un perro entra en escena. Puede ser callejero, pero tiene collar. Y con las pezuñas sobre el piso también actúa.

El concierto de esta orquesta fue ordinario: sus interpreta­ciones podrían haber sido representa­das por niños de cinco años con la misma eficacia. Segurament­e allí radique la gracia de la provocació­n, que el propio Toro define como “en joda y en serio al mismo tiempo”. La última pieza, Inducción, es una creación de Toro. Es más performáti­ca, carente de lógica melódica o armónica. Algunos músicos caminan, otros inspeccion­an sus instrument­os, hacen ruiditos suaves, usan sus gargantas, sus manos o sus pies.

La no-orquesta se empeña (y se empaña) con su propuesta probableme­nte irreverent­e medio siglo atrás, hoy carente de sentido, más allá del ámbito académico en el que surgió. Es improbable que alguien haya salido del concierto con la idea de repensar el arte, la música, el sonido, el silencio.

 ?? D. CÁCERES. ?? En Córdoba. La particular presentaci­ón tuvo lugar en el marco de tres jornadas acádemicas que se realizaron en la capital provincial.
D. CÁCERES. En Córdoba. La particular presentaci­ón tuvo lugar en el marco de tres jornadas acádemicas que se realizaron en la capital provincial.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina