Clarín

PASIONES ARGENTINAS

Los hábitos que cambiaron con las tarifas

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

A escondidas, prende el aire. Porque ella no está. Ella viajó, duerme en Montevideo, él se bañó, anduvo un rato en cueros y ahora lo va a hacer: 18 grados, frazadita y al sobre. Pone el despertado­r: mejor que cuando ella llegue no quede huella.Ya se habían peleado por el gas. Hacia la mitad del año pasado, justo cuando las paredes se congelaron, la factura tocó las cuatro cifras y el temita de para que hay que dejar la estufa prendida cuando no estamos se puso -la metáfora viene a pedir de hornalla- al rojo vivo. Se pelearon por eso y ahora se pelean por la luz. El tema es que el departamen­to es interno. No es una tumba, pero necesita un refuerzo. El tema (2) es que con las doce cuotas compraron un aire acondicion­ado. Y con lo del sacudón del gas, lo usaron para frío/calor. El tema es que para ahorrar espacio sacaron la cocina y ahora miran con rencor el hornito eléctrico. ¿Se cotizan en bolsa las berenjenas? ¿Se pueden permitir la torta de miel, una hora a 240 grados?

Tanto té (la pava eléctrica) ¿es necesario? E- lla dice que no, él dice que sí. Ella dice que hay que aprovechar los calores finales así que a comer ensaladas, crudo, bueno: milanesas de soja. Así es el juego: gastar menos que antes. Aunque el año pasado él entrara más temprano y estuviera menos en casa: hay que bajar el promedio. El algoritmo no entiende razones del corazón o el sentido común: gasta más, paga (proporcion­almente) más.

A él así le gusta, fresquito. Entonces prende el aire y se tapa. Se imagina diciéndole al analista que hay algo del derroche, de la felicidad del derroche, en ese bienestar.

¿Algo uterino? No cree.

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