Israel se paralizó en recuerdo de las seis millones de víctimas del Holocausto
Memoria. Poco antes de las 10 de la mañana, en todo el país se rindió homenaje a los judíos masacrados.
Muchos turistas en la ciudad vieja de Jerusalén se unieron en gesto de solidaridad.
Como todos los años por estas fechas el ulular de las sirenas antiaéreas se hizo escuchar por todo el país para conmemorar el Yom Ha-Shoá, el Día del Holocausto en su 72°aniversario.
Poco antes de las 10 de la mañana, los conductores detuvieron sus vehículos tanto en las calles de ciudades y pueblos, como en las carreteras y pistas forestales. Sus ocupantes se bajaron y formaron de pie, como si de un gran funeral se tratara, durante dos sepulcrales minutos. Igualmente, la inmensa mayoría de los viandantes también dejaron de caminar y siguieron el correspondiente duelo colectivo. Incluso muchos de los turistas y peregrinos que visitan sitios como la ciudad vieja de Jerusalén se unieron en gesto de solidaridad.
“Se trata de un día clave en nuestro calendario, en el que debemos reflexionar sobre nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro”, comenta Amiram Gabai, a cargo de la logística de la concurrida Tumba del Rey David. “Mi deber como padre es transmitirle a mis hijos un legado basado en el recuerdo por nuestros antecesores que fueron masacrados sistemáticamente en Europa, de forma que entre las diferentes generaciones logremos que una aberración como ésta no vuelva a repetirse”, añade, mientras hace entrega de un tentempié a quienes visitan el lugar.
“Que no vuelva a ocurrir nunca más, ni a nosotros como judíos ni a ningún otro pueblo del planeta”, concluye Gabai.
La efemérides del Yom Ha-Shoá es aprovechada también pare realizar múltiples actividades de cara a los niños y a los jóvenes, dada la sensación de que en los últimos años no le prestan la atención debida. Las enseñanzas sobre el horror del Holocausto forman parte integral del curriculum que se estudia en todas las escuelas del país, así como en las academias premilitares. “Si olvidamos el pasado inmediato corremos el riesgo de volver a repetir aberraciones históricas como el Holocausto”, apunta Didi Hanke, una voluntaria alemana que desde hace 20 años presta sus servicios en la organización benéfica israelí Yad Sara, que ayuda a los más necesitados entre la creciente comunidad ultraortodoxa.
El ciclo de conmemoraciones comenzó la víspera con un acto solemne celebrado en Yad Vashem (Museo del Holocausto) en el que intervinieron seis sobrevivientes –en representación simbólica de los seis millones de judíos aniquilados– en presencia de las principales autoridades del Estado, el presidente Ruben Rivlin y el primer ministro Benjamín Netanyahu, entre otros. Junto a ellos compareció el canciller austríaco Christian Kern, quien se encuentra de visita oficial en el país. En un encuentro bilateral previo con Rivlin, el austríaco aseguró que su madre ayudó a una pareja judía a esconderse de los nazis en su Viena natal.
“Mi abuela trabajaba en casa de una familia judía en Viena y cuando los nazis llegaron al poder, se tuvieron que esconder. Mi madre, de once años, les llevaba comida y bebida todos los días, hasta que encontró hombres de la Gestapo a la entrada del escondite”, señaló. Kern pidió también que no se escatimen esfuerzos para mantener viva la memoria.
“No sólo para honrar a las víctimas, sino también por nosotros, para que la próxima generación defina en qué tipo de sociedad quiere vivir”, apostilló. Rivlin, por su parte, advirtió que “el antisemitismo y el fascismo no han desaparecido, ni en Austria ni en Europa”.
Yad Vashem llevó también una ofrenda floral al monumento del Levantamiento del Gueto de Varsovia, que recuerda las acciones heroicas de la resistencia ante el estado de sitio aplicado por el ejército nazi contra las comunidades judías en la capital polaca. Dado que Polonia fue el país europeo que más víctimas acumuló – casi el 50 por ciento– se ha convertido en el escenario de la llamada “Marcha de los Vivos”, en la que participan sobrevivientes de la tragedia junto a más de 10.000 jóvenes de todo el mundo, que caminan los tres kilómetros que separan los campos de exterminio levantados por los nazis en Auschwitz y Birkenau.