Si gana el Mundial, le pedirán otro título
No lo necesitaba, claro. Pero Lionel Messi acaba de propinarles otra sonora bofetada a quienes lo discuten. Y los atendió a todos a la vez: a quienes hablaban de declive les ofreció una actuación soberbia. Los que le reclaman liderazgo quedaron en offside ante este joven que comanda a los suyos a su manera, sin gritos ni arengas, sencillamente apareciendo como sólo él sabe y puede en los momentos más complicados: cuando el rival empezaba a enderezar el juego, pidiéndola para encararlos a todos y finalmente apareciendo para resolve el duelo frío como un torero.
Pero ayer, en un Bernabéu que le teme -nadie hizo 23 goles en la histo- ria del clásico-, Messi les mandó un mensaje a quienes atribuyen su grandeza al solo hecho de tener un equipo que lo contiene, una estructura que lo arropa, una constelación en la que brillar con luz propia es fácil. Fue el salvador de un Barça en crisis, que se reforzó mal y depende demasiado de su tridente ofensivo.
Hizo 500 goles en 577 partidos. Marcó 402 de zurda, pero también uno de pecho y uno con la mano. Anotó 409 de jugada, pero también 27 de tiro libre. Les hizo goles a todos los equipos de España, como al Arsenal, al Leverkusen, al Ajax...
También hizo 58 con la Selección, lo que nadie nunca, pero esa es otra cuestión: quienes lo discuten le exigirán el Mundial. Y cuando lo logre, le pedirán el título Intergaláctico.
Por ahí entonces acepten que se trata de un chico de otro planeta.