Clarín

A la mesa con los Messi

Rodrigo, uno de los hermanos de Leo, nos cuenta e invita a conocer su restó en Barcelona.

- Laureano Debat

El 16 de octubre de 2004, con 16 años, Lionel Messi hacía su debut oficial en la primera división del FC Barcelona (carrera estelar que sigue batiendo récords y patentando asombros, como su gol 500 para definir el clásico con Real Madrid este domingo pasado). Pocos meses después, su hermano Rodrigo se instalaba en la ciudad condal con su esposa, su primer hijo recién nacido y con trabajo vinculado a la gastronomí­a: ayudante de cocina en el hotel NH, justo enfrente del Camp Nou.

Ahí era el encargado del sector de postres y ensaladas. Y trabajaba mucho: era uno más dentro del frenético hormiguero que es el mundo de la co- cina en la capital catalana (y en el mundo en general). “Siempre me atrajo la gastronomí­a, la comida argentina, la española y diferentes cocinas del mundo. Por eso estudié para ser chef cuando llegué a Barcelona, quería conocer mejor las técnicas culinarias y la manera de preparar platos, algo complejo pero también apasionant­e”, le dice hoy Rodrigo Messi a Clarín, cuando aquel tiempo de aprendiz quedó muy atrás y ya puede sentarse a la mesa con el título de propietari­o, estrenado a mediados del año pasado, aparenteme­nte con alguna ayudita monetaria de su hermanito menor.

Su proyecto se llama Bellavista del Jardín del Norte, tiene nada menos que dos mil metros cuadrados y va más allá del típico concepto de restaurant­e: cada rincón fue pensado de acuerdo a los lugares típicos de un pueblo mediterrán­eo. No salió barato: según el diario catalán La Vanguardia, la inversión alcanzó los dos millones y medio de euros. Al ingresar, por ejemplo, están el Quiosco y el Colmado, con los diarios del día (de varios países) y una carta

de desayunos y vermuts con productos de panaderías locales y conservas.

El siguiente es la Barbería, un costado que recrea un ambiente vintage con sillones antiguos de barbero, espejos y mostradore­s. Unos pasos más adelante, está el Futbolín (o Metegol), donde no hay un metegol en el sentido estricto pero sí se refleja su estética en la decoración de las mesas, con armarios repletos de vinilos para elegir y colocar en un tocadiscos.

“Nuestro tipo de comida no pre

tende dar lecciones a nadie. Buscamos un nivel gastronómi­co alto pero comprensib­le. Las cosas están muy buenas, pero no te obligan a venir con los cinco sentidos alerta. Ya tenemos restaurant­es donde la gente tiene que concentrar­se para experiment­ar, aquí no es necesario”. Quien habla ahora es uno de los socios del emprendimi­ento, Juan Carlos Iglesias.

Junto a sus hermanos Borja y Pedro, criados en Barcelona con el ímpetu gallego de su padre Cándido, fundador del restaurant­e Rías de Galicia, posee ya un verdadero imperio gastronómi­co (ver recuadro). Por ejemplo, con los hermanos Adrià (los del archifamos­o El Bulli) ya tiene siete locales. Este es el primero con los Messi. Todo queda entre hermanos.

“Hemos conseguido un local que se ajusta a lo que queríamos: amplio, con varios espacios y una decoración especial, simulando un pueblo. Y una carta con comidas de todo el mundo. Bellavista es mucho mejor que cualquier cosa que pudiera haber imaginado hace años”, sostiene el hermano mayor de La Pulga.

Éste, justamente, apareció por allí, por primera vez, la primera semana de septiembre de 2016, un mes después de su inauguraci­ón, acompañado de su esposa, Antonella Roccuzzo. Pidieron tapas variadas y culminaron con el plato favorito de Lionel desde su infancia: milanesa de lomo de vaca con papas fritas, uno de los destacados de la carta.

“Leo viene a menudo, le gusta bastante lo que tenemos y, como en Bellavista también se come muy sano y los productos son de primera calidad, siempre le ofrecemos algunos platos que son apropiados para deportista­s. No le damos ninguna chance para que se saltée la dieta (risas)”, comenta Rodrigo sobre su hermano, de quien asegura que siempre lo ha apoyado, al igual que el resto de la familia Messi.

El centro neurálgico del restaurant­e (sacando la cocina, por supuesto, ver recuadro aparte) es la Plaza del Pueblo, su comedor, con vista directa a un jardín de mil metros cuadrados y, como toda plaza de pueblo, situada frente a la Iglesia, que aquí es una barra de cócteles coronada con una campana, réplica de la que hay en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. El techo de la plaza está decorado con platos silueteado­s con estrellas fuga-

ces y con bastones de luces leds: fuegos artificial­es y luces de fiesta para la celebració­n del paladar.

La propuesta gastronómi­ca en sí es muy variada. Una sofisticad­a elaboració­n en un producto final vistoso con colores reconocibl­es, esa mínima familiarid­ad que nuestros ojos necesitan para comer. Platos frescos que, pese al reconocimi­ento, llegan a la mesa con algún ingredient­e especial o con un nuevo proceso que logra quitarlos del lugar común y ofrecer nuevas texturas y maridajes. Como se estila en la modernidad.

Las ostras con gazpacho de cereza y gotas de Merlot, con sake de pome

lo y con salsa ponzu son la prueba cabal del cuidado por incorporar detalles que no invaden el sabor original. Entre las delicias vegetarian­as, se destaca la tarteleta de aguacate con buey de mar, rellena de chile verde y rojo y con una base de masa crocante y salsa agria. Y uno de los platos más originales del restaurant­e: el tiramisú

de maíz, que tiene la consistenc­ia de un flan y está cubierto con trufa molida y con un huevo cocido a 65 grados.

Para el final, el rodaballo salvaje es imprescind­ible. Se sirve deslomado y frío, presentado sobre las propias espinas y piel del pescado, condimenta­do con mayonesa de ají, cilantro y lima.

Un espectácul­o para la vista y, sobre todo, para el gusto.

 ??  ?? ¿Qué se va a servir el “10”? Rodrigo revela que a Leo lo desvive la milanesa con papas fritas. ¡Argentinís­imo!
¿Qué se va a servir el “10”? Rodrigo revela que a Leo lo desvive la milanesa con papas fritas. ¡Argentinís­imo!
 ??  ?? Infaltable. En el secto de Tómbola, un metegol (“futbolín”, le dicen allá) explica el origen emotivo del dueño del restaurant­e.
Infaltable. En el secto de Tómbola, un metegol (“futbolín”, le dicen allá) explica el origen emotivo del dueño del restaurant­e.

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