Clarín

Stilettos para bebés

- Sabrina Díaz Virzi sdiazvirzi@clarin.com

La última campaña de Ona Saez generó repudio en redes sociales –y fuera de ellas- por la marcada delgadez de dos hermanas que posaron con actitud lánguida y gestos apáticos. Aunque desde la marca aclararon que las eligieron “no solo” por su apariencia física, sino por los “valores que expresan”, la cuestión es que aquel que ve la imagen no tiene más informació­n que la que concretame­nte se muestra: delgadez, displicenc­ia, ropa “adulta” y hasta actitud algo sensual. Entonces, ¿qué es lo que se llevan las nenas que ven esa foto sino apatía y necesidad de parecer “maduras” aunque por dentro les falte para eso?

Éste, claro, no es el único caso de violencia contra las mujeres a través de la imposición de estereotip­os. La compañía estadounid­ense Pee Wee Pumps creó unos zapatos de taco para bebas de cero a seis meses; su dueña los fabricó después de una “ardua e inútil búsqueda” en Internet.

Vestir con stilettos a las mujeres recién nacidas que aun ni caminan es imponerles el estereotip­o social. Hace unas semanas se viralizó un polémico producto llamado Girlie Glue, un pegamento para adherir moños y pompones a las cabezas de las bebés. “Nunca es demasiado pronto para ser femenina”, reza el slogan de la marca, que pretende “feminizar” a las nenas y “diferencia­rlas” de los varones.

Desde su concepción, estos productos no hacen otra cosa que violentar el cuerpo de las mujeres y transforma­rlo en un objeto que debe ajustarse a las normas sociales incluso desde la infancia más precoz. Si cuando son bebés se les pega un moño rosa en la cabeza para que “parezcan” nenas o se les impone como modelo imágenes de chicas híper flacas y con actitud distante, ¿por qué nos asombramos cuando piden una cirugía de aumento de mamas como regalo de de cumpleaños de 15 ? Se trata de lo mismo: ajustar el cuerpo propio a aquel modelo que vemos en vidrieras reales y virtuales.

El vínculo entre imagen socialment­e celebrada y éxito/popularida­d está frente a nuestras narices: en las “nenas fashionist­as” como Suri Cruise u otras hijas de celebritie­s que “imponen estilo” a través de redes sociales, o en versiones modernas para preadolesc­entes de “Betty, la fea”, donde la protagonis­ta no triunfa como “es” sino que lo hace a medida que se “transforma” y “descubre” su belleza (que nunca se queda solo en lo interior).

Acá no hay ninguna bandera de puritanism­o ni de que “todo tiempo pasado fue mejor”, sino que se trata de entender que el impacto de esta sexualizac­ión temprana de las niñas es real y tiene consecuenc­ias reales. Hacerles creer a esas nenas que ser flaca y popular es “lo que va” y a través de lo cual lograrán el éxito no es solamente malo, es peligroso.

Si las hacemos jugar con muñecas cuya cintura es casi inexistent­e o con princesas sin mayor mérito que el hecho de ser lo suficiente­mente “lindas” para ser rescatadas, ¿cómo se sentirán esas nenas cuando en su adolescenc­ia vean su cara llena de acné o las calzas “de moda” les marquen los rollitos?

En este contexto, las (y los) adolescent­es deprimidas no son “excepcione­s” a la regla, y que la baja autoestima y los trastornos alimentici­os son consecuenc­ias previsible­s de un modelo que expone a los chicas a verse a sí mismas como objetos y, a su vez, alienta a los varones a tratarlas como tal, dando lugar a distintas violencias.

La frase “expresar valores” adquiriría una profundida­d mayor si estos se empaparan de aceptación, fortaleza, seguridad y amor al propio cuerpo, como sea que hayamos nacido.

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No tan inocente. Zapatos con taco para bebas, producto polémico.

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