Clarín

“Gustavo Cerati sería el símbolo ideal para cambiarle el nombre al CCK”

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Mientras inicio esta carta suena en mi lista de canciones “Vuelta por el universo”, aquella que abre el disco “Colores Santos” (1992), de la dupla Cerati-Melero, el proyecto paralelo a Soda Stereo de Gustavo. Como he nacido en dicha década, en esta época de madurez siento mucha nostalgia por aquellos tiempos primarios. Tengo una obsesión natural con los años 90, sobre todo con los eventos culturales sucedidos por entonces (desgraciad­amente, con la política no es la misma historia).

Crecí degustando a muchos artistas de afuera, pero siempre sentí un cariño especial hacia Cerati y su obra como artista. El primer disco de Soda Stereo lo escuché a los nueve años, mi papá había comprado en su momento la primera edición de “Obras Cumbres”, a mitades del 2000. Su sonido me pareció bastante prolijo y refinado, cargado de mucha poética y sensibilid­ad, algo que estaba tan fuera de moda en dicho contexto, pero a su vez funcionaba a la perfección con el espíritu futurista que se tenía. En los años siguientes, previos a YouTube y las redes, fui más un oyente ocasional de sus canciones (hubo un tiempo en el cual sólo tenía la radio de compañera), pero siempre me causaba mucho placer oírlas. La circunstan­cia era un escape oportuno para situacione­s negativas, una luz brillante en medio de una habitación apagada. Siempre terminaba pensativo y cargado de felicidad. Terminé la secundaria al mismo tiempo que salía “Fuerza Natural”, el capítulo final de una larga primavera que sólo Gustavo supo crear con absoluta maestría. Como a todos, me generó mucho malestar enterarme que sufrió un ACV, mal que desconocía y que el artista puso, contra toda su voluntad, en el lenguaje diario. Siempre tuve esperanzas de que algún día él pudiera despertar, siempre, incluso lo pensaba unos días antes de que falleciera. Pasé una tarde lúgubre, muy entristeci­do, mirando videos y entrevista­s por la tele. Fue una patada a la ilusión. Hasta entonces nunca había experiment­ado tanta tristeza por alguien que no fuese de mi sangre o comunidad. Me hubiese encantado verlo de frente, entrevista­rlo, porque mi sueño era ser periodista de la movida joven. De chico tenía certeza de esa posibilida­d, pero el destino tuvo otros planes.

Esta semana surgió la noticia de un grupo de fans que está juntando firmas para cambiar el nombre del polémico Centro Cultural Kirchner por uno que no genere divisiones, como el de Gustavo Cerati. Me encantaría que eso pase, ya que su figura, gigantesca como la de pocos, es muy querida y siempre fue ajena a los escándalos. Si la intención de los que estaban antes era homenajear a una figura contemporá­nea, Gustavo sería el símbolo ideal para celebrar la riqueza cultura. Sería un gesto muy bello, no sólo para él y su familia, sino para los argentinos que estamos redescubri­endo las virtudes de un país al que no teníamos en cuenta por tanto apropiamie­nto y odio corriendo desde arriba.

La música de Gustavo es tan hermosa como los colores de nuestras tierras y nuestra Bandera. Es un orgullo de aquí a la eternidad. Sergio Fernández ivanodrez@gmail.com

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