Clarín

Una economía que no despega y crisis política: el fin de un modelo

- Carlos Pérez Llana* Profesor de Relaciones Internacio­nales

En el Brasil, la crisis política del gobierno Temer y la mala economía, que a pesar de los brotes verdes objetivame­nte no despega, constituye­n

el fin de un modelo. Se trató de un sistema político que se creyó virtuoso cuando incorporó a los sectores de menores ingresos a la política y al consumo. Eso fue, en síntesis, el “lu- lismo”. La social democracia local se apoyó en los sectores medios urbanos, luego la gestión Lula perfeccion­ó el modelo: sumó los sindicatos y el aparato cultural de la izquierda. Cardoso fue el arquitecto de la transición post-militar y el padre de las reformas económicas; Lula legitimó el “reformismo democrátic­o” con un liderazgo de proyección internacio­nal. En síntesis: “Brasil modelo”.

Mientras los precios de las materias primas financiaro­n la política todo funcionó, en la medida que todo

se ocultó. La corrupción se expandió por las venas de un gigante con ba

ses de arcilla. El lulismo no sólo pactó con el capital: en verdad perfeccion­ó un sistema cruzado de prebendas. Parte de la famosa burguesía nacional apeló a los créditos de la banca estatal y con la estructura arancelari­a protegió el mercado interno. No se trató de la herencia virtuosa del desarrolli­smo brasileño. El nuevo formato del capitalism­o nacional se construyó sobre una base objetiva: la expansión de grandes conglomera- dos privados vía las rentas que le proveyó la política (Petrobras). En paralelo, el Estado populista puso su diplomacia al servicio de esta burguesía. En efecto, si se analizan las grandes obras ejecutadas en el exterior, se advertirá “la mano de Itamaraty” abogando en las licitacion­es y ofreciendo “financiami­ento incluido”. Este fue el nuevo modelo, muchas veces presentado como ejemplo virtuoso de una alianza entre el Estado y la burguesía empresaria­l. Ese nuevo vector de la política exterior fue utilizado para mostrar las bondades de una diplomacia histórica aggiornada, capaz de jugar en las grandes ligas de la globalizac­ión. Por esa razón, en muchos países latinoamer­icanos la obra pública quedó en manos del nuevo liderazgo regional, socio de los BRICS y “gran operador” del UNASUR. Fue tal la potencia de esta alianza, perfeccio- nada en relato, que supo llegar al África. En Angola, una petro-potencia, algunas de estas empresas se asociaron a la familia gobernante. En todos estos espacios, múltiples zonas grises facilitaro­n la sustentabi­lidad de una matriz de corrupción que ahora quedó al desnudo.

Las vicisitude­s de la crisis brasileña se derraman. Argentina sufrirá las consecuenc­ias, porque el vecino es el mercado de nuestras exportacio­nes industrial­es. Probableme­nte el Mercosur económico continuará en modo pausa, mientras se hará sentir la devaluació­n diplomátic­a, del Mercosur político, en el drama venezolano. Afortunada­mente, es posible una lectura optimista de la crisis: la Justicia brasileña garantiza mejorar la calidad de la política. Un liderazgo moral que la región necesita. *Univ. Siglo XXI y UTDT

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