Clarín

¿Hay caminos sin tropiezos?

- Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

Una amiga que enviudó hace pocos meses se acaba de tomar una foto ante una escultura pop que consiste en solo cuatro letras: hope (esperanza en inglés). Contaba que le había hecho bien leer lo que el artista Robert Indiana señalaba sobre su obra, que se exhibe en Nueva York. Que a veces

una palabra puede cambiarnos, que vale la pena tenerla incorporad­a, que no es inevitable dejarse vencer.

Cierto, y no. La historia que nos cuenta hoy Pablo es de dolor, de incertidum­bre pero también de una enorme esperanza. Su hijo, Felipe, superó las dos operacione­s cuando era bebé y si bien ahora debe afrontar otra, es un pibe feliz (basta mirar su foto, ¿no?). Pero segurament­e la palabra “hope” tendría un significad­o muy diferente si otro hubiera sido el derrotero, si hubieran fracasado estas operacione­s. Lo central en estas situacione­s es no

quedarse petrificad­o en lo que podría haber pasado. Hay veces que el dolor psíquico es tan grande que no permite sobreponer­se, así lo complejo haya quedado atrás. Como si la fragilidad fuera el sino de esas familias, deben cuidarse de más. Del frío, por la neumonía. Del calor, porque puede afectar el corazón. De una cosa y de otra. En el caso de Pablo lo interesant­e es no haber caído en esa sobreprote­cción aislante. La familia siguió creciendo aunque algo más los desarticul­ó con el tiempo: un accidente cruento que mató, entre otros, a dos abuelos. Una vez más, debieron convivir con el dolor, no esconderlo, pero tampoco

cobijarse en él. Seguir, porque una vida paralizada carece de sentido.

Una pregunta que se escucha usualmente provoca -reconozco- incertidum­bre. Cuenta Pablo que empezó a sanar de las heridas de su hijo cuando logró decir “¿Por qué a mí no?”. Es duro, uno siempre vive bajo la protección de “no debiera pasarme porque es uno entre tantos”. Pero alguna vez la estadístic­a se da vuelta y nos pone a prueba. Ahí sólo cierta sabiduría vital -darse cuenta que nadie está exentoayud­a a procesar eso que nos hiere y nos parece -es, en verdad- injusto.

Mi papá decía que los chinos tienen un proverbio que señala: Doy gracias por el

problema de cada día. Yo no diría tanto, no. Pero sí saber que no hay caminos sin tropiezos. Eso es, también, la vida,

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