Clarín

PASIONES ARGENTINAS

Ese hechizo misterioso que regala la noche

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

La noche es otra pasión. La nocturnida­d. El lento discurrir de las horas hasta la frontera leve y clara del amanecer, es pasión pura. Hay quien trabaja mejor de noche. Hay quien vive mejor de noche. La noche tiene misterio, fábula, historia. Consagramo­s a la noche como un estado de felicidad asegurada que, por lo general, arruina la luz del sol. Contamos el tiempo por noches, por lunas. Es una tradi- ción que nos viene de los hebreos y los griegos y de los romanos, que dividían la noche en cuatro velas o guardias porque velaban o guardaban los militares y los pastores a sus rebaños. Si alguna vez tuvimos una avenida famosa, y la perdimos, fue Corrientes y lo fue porque era “la calle que nunca duerme”, que es lo que Sinatra canta para New York. Las ciudades, como su gente, aman de noche, buscan de noche.

Es verdad que la noche tiene sus detractore­s: la muerte, el principal, la debilidad de los enfermos, la precarieda­d. Y, en las últimas décadas, los borrachos, drogados y pendencie- ros que la ensucian y la acechan. Pero la noche pasa de ellos; enarbola, a cambio, una solidarida­d nocturnal entre iniciados que no existe en el día, el prójimo parece mejor gente en las noches, incluidos los taxistas.

Los grandes poetas cantaron a la noche: “Noche fabricador­a de embelecos / loca, imaginativ­a, quimerista / que muestras al que en ti su bien conquista / los montes llanos y los mares secos”, decía Lope de Vega. Montes llanos, mares secos: las noches están llenas de ellos. El mejor de nuestros recuerdos, ¿luce la clara luz tempranera o el débil titilar de las estrellas? Una noche de estas lo conversamo­s.

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