Clarín

Haneke apuesta a que su “Happy End” tenga un final feliz

Protagoniz­ada por Isabelle Huppert, la película que compite por la Palma retrata a una familia en crisis.

- CANNES. ENVIADO ESPECIAL Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Michael Haneke es uno de los pocos directores que ganó dos Palmas de Oro (por La cinta blanca y Amour), y además, con dos películas consecutiv­as, el alemán de 75 años era una apuesta por quebrar su propio récord. Pero a menos de que el Presidente del jurado, Pedro Almodóvar, quiera sacárselo de encima cuando el manchego vuelva a la competenci­a y se encuentre con una película de Haneke en competenci­a por la Palma, difícil que gane el domingo.

De nuevo con Isabelle Huppert, y con Jean-Louis Trintignan­t haciendo de su padre (como en Amour),

Happy End es otro drama sobre una familia en particular, y una sociedad que no se relaciona en general.

“Estamos inundados por informacio­nes que nos dejan sordos y ciegos porque tenemos la ilusión de estar informados, pero en realidad no sabemos nada”, dijo el cineasta, acompañado por sus actores. “Siempre quise tratar este tema, pero no es el principal del filme -aclaró-. Happy End es sobre nuestra forma de vida”.

“Atravieso la vida con los ojos abiertos y no podemos hablar de la sociedad de hoy en día sin hablar de nuestra ceguera respecto a la vida real, que nos interpela hasta en primera persona”, aseguró Haneke. Ya una movida de riesgo fue situar las acciones de la familia en Calais, actualment­e un lugar donde llegan cientos de inmigrante­s. “Yo muestro ciertos momen- tos y, ustedes –por los periodista­sson los que tienen que encontrar una explicació­n. En mi guión y en la dirección intento dar pistas a los espectador­es, y dejar un trabajo para su cabeza y su corazón. Y no quiero coartarlo diciendo lo que yo pienso”.

La película abre con una toma desde un celular, con alguien que está grabando y chateando. “Incluí en el filme las redes sociales porque forman parte del mundo, que ha cambiado. Pero espero que no sea lo que más resalte”, dijo.

Hay puntos en común con Amour, no sólo por Huppert como hija de Trintignan­t, cuyo personaje también se llama Georges y cuenta que a su esposa la asfixió con una almohada. Huppert se llama Anne (como la mujer de Trintignan­t en Amour) y la hija de Huppert, Eve, cuando Isabelle se llamaba Eva en Amour).

Parecía una respuesta a quienes lo acusaron por el final de Amour, pero el cineasta sostiene otra cosa. “Claramente hay un nexo en la figura de George, pero en otras de mis películas sucede lo mismo. A veces, desarrollo un personaje que luego coloco en otras películas”.

Georges es fundador de una empresa de construcci­ones, pero desea quitarse la vida. Su hija mayor controla el negocio, tiene un hijo alcohólico y con problemas, y un hermano (Mathieu Kassovitz) que dejó a su esposa, tiene nueva mujer con la que tuvo un bebe y practica sexo virtual con una tercera. Y es Eve, su hija de 12 años, la que filma el comienzo y un personaje central.

Huppert habló maravillas del director. “Existe siempre una gran precisión en sus guiones y esto, contrariam­ente a lo que puede pensarse, hace que los actores se sientan más libres. Amo la variedad de su cine. Ha hecho películas políticas, históricas e íntimas, y además se interesa mucho en la persona, más allá del actor”.

Siempre que vino, el griego Yorgos Lanthimos se fue premiado. Originalid­ad a sus ideas no le faltan. En Dog

tooth tres adolescent­es imaginan cómo es el mundo fuera de su casa, porque sus padres le impiden contacto con el mundo exterior (mejor filme en Una cierta mirada), y en Langosta quienes ingresan a un hotel, si no encuentran pareja, terminan convertido­s en animales (Premio del Jurado en la competenci­a por la Palma).

Ahora en The Killing of a Sacreed Deer vuelve con los animales y cuenta otra animalada: un cirujano (Colin Farrell, que ya estaba en Langosta), su esposa (Nicole Kidman, figurita repetida este año) y sus hijos, más que nadie, sufren el acoso de Martin, hijo de un paciente que al personaje de Farrell se le murió en una operación. Martin logra que los chicos no puedan caminar, deban arrastrars­e, pierdan el apetito y sus vidas queden en riesgo. Hasta que la el giro del final, como siempre en los filmes de Lanthimos, exacerba todo.

Nicole Kidman, siempre radiante, desconcert­ó en la conferenci­a de prensa: “Cuando empezábamo­s el rodaje, Lanthimos me dijo: ’No entendés el tono, es una comedia’”.

 ?? AFP ?? El cineasta y su musa. Michael Haneke e Isabelle Huppert, ayer en la alfombra roja del festival. Fueron un imán para los flashes.
AFP El cineasta y su musa. Michael Haneke e Isabelle Huppert, ayer en la alfombra roja del festival. Fueron un imán para los flashes.

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