Clarín

Güemes y Belgrano, la diversidad y el cambio

- Ricardo de Titto Historiado­r. Autor de Hombres de Mayo y Las dos independen­cias argentinas.

Murieron con tres días y un año de diferencia, en 1820 y 1821. Con sus desaparici­ones, se puede decir que –simbólicam­ente− se cierra la llamada década revolucion­aria. Es público y notorio que sus personalid­ades eran muy diferentes. No tanto así su extracción social. La aristocrac­ia salteña de la que formaba parte Güemes

conformaba un mismo sector que el de la burguesía criolla emergente a la que pertenecía

Belgrano. Pero la ubicación geográfica establecía parámetros de vida completame­nte distintos, formacione­s diferentes. El atildado don Manuel, ex miembro prominente de la burocracia virreinal como jefe del Consulado –por aspecto−, poco tenía que ver con el gaucho del norte, de barba crecida y manos callosas.

Las invasiones inglesas los tuvieron como protagonis­tas desde muy distintos roles. Uno, como subtenient­e, realizó algunas acciones arrojadas que mostraron su temple; el otro custodió los sellos reales y se retiró con ellos a la Banda Oriental. Pero ambos se sumaron a las milicias que serían decisivas en adelante, desde aquel 1806 en que todavía se mezclaban

los gritos de ¡Viva la patria! con los de ¡Viva el rey!, porque la “patria” era el rey.

La Revolución de Mayo y la guerra de la independen­cia los lanza a la primera fila. Belgrano, el economista y político, debe forjarse militar “a la carrera”, Güemes en cambio es “hombre de armas tomar” desde muy joven.

Pero la Revolución trae consigo una idea, la idea de cambio; de cambio drástico, profundo,

de esos que no tienen retorno. Y la revolución plantea los problemas de fondo − la soberanía popular− y exige “ir al fondo”. Ambos aceptan ese desafío y eso los cruza en la vida. Belgrano, a la cabeza de ejércitos “regulares” –formales−; Güemes, con su división de infernales del Norte; el primero presenta batallas clásicas –Tucumán y Salta, ejército contra ejército−, el otro hace guerrillas y elude los enfrentami­entos francos.

En las cuestiones internas tendrán matices: Belgrano, como porteño, se involucra contra los “pueblos libres”; el salteño no deja de exhibir una moderada simpatía por los “federales”. Pero ambos conjuntan sus fuerzas para que el Congreso de Tucumán resulte exitoso. Y desde Cuyo, San Martín festeja la “feliz coincidenc­ia” que hace posible el 9 de julio.

Para realizar cambios de fondo – y más aún, llevar adelante y consolidar verdaderas revolucion­es, que es de los que se trata en un país que no detiene su decadencia− es indis

pensable aceptar la diversidad. Por supuesto que militar en la pluralidad implica honradez, consecuenc­ia, decisión, coraje y entrega. Pero la pasión se mueve en el sentido correcto si la firmeza se sostiene en programas políticos comunes, estrategia­s directrice­s, claridad de objetivos y, sobre todo, conduccion­es capaces: por definición, esas conductas son opuestas a las mezquindad­es y especulaci­ones que, lamentable­mente, afloran cada vez que se acerca un proceso electoral y hay que discutir cargos.

Lejos de aquellos egoísmos, Güemes y Belgrano, conjuntado­s en la historia en estos días de junio y merecidame­nte recordados, son dos de las caras de un proceso con muchas facetas. Sus legados nos abren a la reflexión sobre la riqueza que tuvo la lucha por la independen­cia americana y sirven para iluminar los desafíos del presente. “¡Es la política, hombre!”, podríamos parafrasea­r.

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