Clarín

Incendio en Londres: furiosos con el gobierno, los habitantes exigen justicia

Hasta ahora hay 30 muertos confirmado­s, pero se teme que sean cientos. Fuerte protesta contra la premier May.

- LONDRES. CORRESPONS­AL María Laura Avignolo mlavignolo@clarin.com

La bronca, el duelo y la espontánea y angustiosa ocupación de la alcaldía de Kensington estallaron después que se conoció, en la esquina de Bramley Road, oficialmen­te una obviedad. “No hay más sobrevivie­ntes”, dijo con cautela el comisionad­o de la policía metropolit­ana, Stuart Cundi.

El silencio fue tan enorme como la impotencia, la frustració­n y el dolor. El esqueleto de Grenfell Tower de fondo, negro, aún ardiendo e inestable, protagonis­ta de ese infierno que se podría haber evitado, y guardando todos sus secretos. Theresa May fue la destinatar­ia

de la furia popular. La primera ministra británica había decidido ignorar una vez más a los residentes de Kensington y visitar a los heridos en los hospitales, sin querer confrontar a los vecinos. “Maybot”, como la llaman por su carencia de emociones, era más robot que nunca. Cuando se dio cuenta del gran error y visitó tardíament­e la iglesia de St Clement en Kensington, la crisis política le estalló en la cara.

Debió fugar por la puerta de atrás, rodeada por policías, mientras los residentes le gritaban “Cobarde” y “Desvergonz­ada”.

“¿A qué le tiene miedo Theresa May? Ella es una desgracia!”, gritó Steve Smith, a pasos de la tragedia, y en medio de la furia de los vecinos.

La gente marchó por las calles de Kensington al Town Hall, hoy en manos de los laboristas, para reclamar respuestas. Luego a Downing Street, la residencia de la primera ministra, pidiendo “¡Que se vaya”, cuando faltan 72 horas para el inicio de las negociacio­nes del Brexit. Su fondo de ayuda de 5 millones de libras esterlinas de emergencia para las víctimas, sus familiares y sus necesidade­s no alcanza para el daño político autoinflin­gido.

El comisionad­o de la policía no di- jo el número de desapareci­dos porque todos lo ignoran, aunque vivían 600 personas en la torre y solo 75 consiguier­on salir de ese infierno. Oficialmen­te los muertos son 30, los desapareci­dos alrededor de 70. Pero los vecinos, que conocen a los que vivían en esos 122 departamen­tos de los 24 pisos, creen que en su comunidad faltan 400 personas, que para ellos han quedado calcinadas en la Grenfell Tower, en el oeste de Londres. La cifra tardará meses o no llegará nunca.

Griss, un marroquí que esperaba poder reencontra­r a la familia Whahabi ayer, sabe hoy que están todos sus amigos muertos. Por eso protesta con furia en la alcaldía de Kensington. Es uno de los tantos que pide la caída de la primera ministra There- sa May.

“Hay cuerpos a lo largo de toda la escalera, calcinados. Nunca los podrán identifica­r”, cuenta. “Al menos 400 han muerto, aunque oficialmen­te no lo quieren decir”, afirma sin miedo. Y agrega: “Pero esto es un crimen. Alguien tiene que pagar con la cárcel de por vida”.

Era el mediodía británico cuando el informe policial coincidía con que la reina Isabel y el príncipe William visitaban a los sobrevivie­ntes, agradecían a los bomberos y a los voluntario­s, casi sin custodia, en el centro deportivo del barrio.

Eran las dos caras de un país. Una jefa de Estado solidaria y una premier debilitada, indiferent­e y sin inteligenc­ia emocional . De pronto, un alarido desgarrado­r se escuchó y alteró a la soberana. Era una mujer que escuchaba el informe policial, que le quitaba toda esperanza de encontrar vovas a su madre y a su hermana, desapareci­das en el piso 18 de la torre Grenfell.

Las calles de Notting Hill han retomado su ritmo. Los chicos que han perdido sus amigos han vuelto al colegio, de la mano de sus mamás en burka o nikab, que lloran a las amigas perdidas. Las paredes están cubiertas de fotocopias con un solo titulo: “Missing”. Amata Tucci y sus 3 años, junto a su mamá y su papá. Jessica Urbano, una colombiana con bucles. En otro poster, piso por piso, los amigos han conseguido reconstrui­r los que faltan y ellos conocen.Hoy se sabe que esas caras felices están todas muertas. Una pared del recuerdo los honra y pide justicia,con miles de firmas.

Una carta fue enviada por el alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, a Theresa May con la misma preocupaci­ón que los residentes. “La gente que vive en edificios similares está aterroriza­da con que la misma cosa les puede pasar a ellos”, le advirtió.

Los residentes exigen a los políticos responsabi­lidad en estas horas trágicas y medidas inmediatas. Mohamed es uno de ellos. “Si faltaran tres semanas para las elecciones, todos estarían aquí. Quieren echarnos de aquí porque somos negros, pobres, musulmanes y ellos quieren construir un barrio de millonario­s”, dice.

Bramley Road, con vista directa al infierno en la torre, se ha transforma­do en una serie de Campos Eliseos del horror. La gente comienza a llegar de todo Londres. En el medio del dolor,el humo, la pesadumbre, el narcisimo de las “selfies”.

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NOEL SMART Bronca. Una multitud salió alas calles de Kensington para exigir respuestas a las autoridade­s. Insultos y gritos contra Theresa May.

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