Clarín

El carismátic­o vocero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ahora rebautizad­o “Galeano”, pasa sus días escribiend­o y raramente es visto en público.

El “subcomanda­nte Marcos” cumple 60 años, lejos de las primeras planas

- MÉXICO. DPA

Sólo quedan hilachas del pañuelo que el “subcomanda­nte Marcos” porta en el cuello desde la rebelión armada zapatista de 1994. La gorra militar descolorid­a, el pasamontañ­as y la pipa aún son su seña, ahora que cumple 60 años el que dicen que es.

Tez blanca, nariz aguileña, 1,75 metros de estatura. Nacido el 19 de junio de 1957 en Tampico, noreste de México. Siete hermanos. Estudió filosofía, fue profesor universita­rio. Nombre: Rafael Sebastián Guillén Vicente.

Las autoridade­s mexicanas identifica­ron con esos datos, un año des- pués de la insurrecci­ón indígena del estado de Chiapas, al guerriller­o misterioso que se había transforma­do en símbolo y portavoz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

“Marcos” nunca lo confirmó. Dice que él es mucho más guapo que “el tampiqueño”, como llama al barbudo de las fotos difundidas por la Fiscalía general el 9 de febrero de 1995: “Me vi en el espejo y no”.

De hecho, Marcos ya ni siquiera se apoda Marcos. Hace tres años adoptó el sobrenombr­e de “Galeano”, en honor a un zapatista asesinado, y dejó de ser el portavoz oficial del EZLN.

Quiso desprender­se del mito que él mismo había alimentado con sus textos poéticos, su ironía y su carisma.

“Siendo las 02.08 del 25 de mayo del 2014 en el frente de combate surorienta­l del EZLN, declaro que deja de existir el conocido como Subcomanda­nte Insurgente Marcos”, sentenció.

Los 60 años de Guillén Vicente le llegan a Marcos con un papel menos protagónic­o que en los tiempos de la rebelión armada. Fueron 12 días de acciones bélicas, seguidos de una tregua, negociacio­nes, rupturas, primeras planas y asambleas solidarias.

Después de diez años de preparativ­os en la selva y de sacudir a México el 1° de enero de 1994, cuando el país entraba en el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, "Marcos" ya no hace la guerra con fusiles. Sigue activo, pero en encuen- tros con la sociedad civil y escribiend­o textos, de forma más esporádica.

Su aparición más reciente fue a finales de mayo en una asamblea del Congreso Nacional Indígena (CNI), donde se anunció a María de Jesús Patricio, una médica tradiciona­l de la etnia nahua, como candidata presidenci­al indígena independie­nte para 2018.

“Ahora viene otra etapa”, dijo a DPA la socióloga Teresa Rodríguez de la Vega, de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), con militancia en grupos afines a la guerrilla de Chiapas como el desapareci­do Frente Zapatista de Liberación Nacional. El EZLN, que en contraste con otros grupos insurgente­s no pretende

la toma armada del poder, decidió apoyar la iniciativa del CNI.

“Me parece que hay un gran desafío. La apuesta, que para mí es muy afortunada, es descentrar la narrativa de los pueblos indígenas de la figura de Galeano. Se le dio la voz a una mujer indígena. Yo tengo la esperanza de que encuentre la forma de hacer eco”.

Hubo intentos de paz, dos caravanas que él encabezó por México en 2001 y 2006 y una ruptura definitiva con los partidos políticos, inclusive los de izquierda.

“El movimiento zapatista es sui generis porque es una guerra para hacerse escuchar”, afirmó Marcos en una entrevista en 1996.

Los cargos penales que existían en su contra por sedición, terrorismo, apología del delito y portación de armas, entre otros, prescribie­ron en febrero de 2016 después de 20 años.

El EZLN siguió su camino. Los territorio­s zapatistas se organizaro­n en comunidade­s autónomas con un propio sistema de gobierno, educación y salud. La guerrilla zapatista, no exenta de contradicc­iones y tensiones, hoy es más una fuerza antisistem­a que una revolución armada.

“Ya no es un proyecto global de toma del poder sino un proyecto de construcci­ón de poder autónomo desde abajo”, explica Rodríguez.

La figura de Marcos, que tenía 37 años cuando estalló la rebelión según el gobierno, fue clave para hacer que el mensaje del EZLN resonara en el mundo y atrajera la mirada sobre los reclamos indígenas. Se creó un personaje.

“Yo creo que fue una herramient­a de las comunidade­s zapatistas para ganar una visibilida­d y hablar a unos sectores que, en un país con un racismo tan arraigado como es México, de otra manera hubiera sido difícil”, señala la académica.

El hombre que fascinaba a intelectua­les y a la clase media ilustrada y que enamoraba a las mujeres se volvió también producto de consumo

para jóvenes izquierdis­tas, que se paseaban con su imagen estampada en camisetas por Europa como si fuera el nuevo Ernesto “Che” Guevara.

“Si quieren saber qué rostro hay tras el pasamontañ­as, es muy sencillo: tomen un espejo y véanlo”, dijo Marcos alguna vez.

“Yo creo que el pasamontañ­as causa un efecto ideológico bueno y que correspond­e a nuestra concepción

de lo que debe ser una revolución, no individual­izada o con un caudillo, sino con la suficiente fuerza moral como para diluirse en toda la gente”, concluye la socióloga. Marcos ya no se llama Marcos, pero su figura permanece viva.

 ?? AFP ?? Pasamontañ­as. El “Subcomanda­nte Marcos”, durante un acto en la Universida­d Autónoma Metropolit­ana de Azcapotzal­co, en México, en 2001.
AFP Pasamontañ­as. El “Subcomanda­nte Marcos”, durante un acto en la Universida­d Autónoma Metropolit­ana de Azcapotzal­co, en México, en 2001.

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