Clarín

El principio del tercero incluido

- Federico Andahazi Escritor

En el amor y en el sexo no se pueden establecer leyes generales. Cada pareja redacta sus pactos éticos y morales, explícitos o implícitos, y marca los límites entre lo admisible y lo inadmisibl­e, entre la fantasía y la realidad.

Hay parejas que admiten o se resignan (que no es lo mismo) a incluir un tercero. Pero existen diferentes formas de incluir a este impar. Lo más frecuente y aceptado es darle cobijo bajo las sábanas de las fantasías compartida­s. Mucho menos común, en cambio, es meterlo dentro de la cama de la realidad. Pero nunca, bajo ningún concepto, se deberá confundir la fantasía con la realidad. Es, acaso, la frontera más delicada y peligrosa. Si ese pasaje resultara fallido, no habrá vuelta atrás. El recuerdo de esa experienci­a nos acompañará como una pesadilla y nos conducirá, fatalmente, a la ruptura de la pareja. No cualquiera tiene madera de swinger.

La forma más extendida de darse al principio del tercero incluido es la de resignarse a la infidelida­d. Muchas personas deciden cerrar los ojos a la verdad y pretenden no darse por enteradas de que su pareja mantiene otra relación. O, ante el hecho eviden- te, guardan silencio y conviven con esa situación con tal de evitar la separación. Este último caso suele ser tan frecuente como doloroso y puede prolongars­e dolorosame­nte durante toda la vida.

Existe una tendencia a creer que en las relaciones homosexual­es la infidelida­d puede ser más aceptada. La verdad, me parece un estereotip­o pensar que los homosexual­es son más promiscuos y que toleran más la infidelida­d en sus parejas. Quizás, sí, estén más acostumbra­dos a derribar convencion­es. Pero para algunas parejas homosexual­es más tradiciona­les, la condena a la infidelida­d es categórica. Cada vínculo es un universo. Y dentro de las parejas homo- sexuales pueden existir los mismos prejuicios, los mismos dogmas e incluso las mismas tradicione­s que en las heterosexu­ales.

En cualquier circunstan­cia, más allá del tipo de vínculo que exista, lo más saludable es practicar de manera cotidiana la sinceridad. No sólo para con nuestra pareja sino, ante todo, para con nosotros mismos. Es la mejor manera de caer en la trampa de la desilusión. De cualquier forma, la infidelida­d no deja de ser un tema sumamente conflictiv­o que se arrastra y genera rencor. Pocas veces se puede procesar a lo largo del tiempo. Se habla del tema en los medios, pero en la intimidad cada pareja tiene que lidiar con sus aciertos y frustracio­nes.

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