Clarín

Y un día las canchas se quedaron sin el corazón y el temperamen­to de Nocioni

El santafesin­o, ícono de la Generación Dorada, se despidió con un subcampeon­ato en la Liga de España.

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La crónica sobre el retiro de cualquier basquetbol­ista que haya sumado 17 títulos en su carrera probableme­nte empezaría destacando ese aspecto o al menos lo pondría entre los primeros. No sucederá en el caso de Andrés Marcelo Nocioni. Su significad­o, lo que representa en el colectivo basquetbol­ero popular, trasciende las fronteras de lo deportivam­ente palpable. No hay medallas ni copas que sirvan para ejemplific­ar lo que provocó en los corazones ajenos durante 22 años de trayectori­a: sólo se explica a través de sensacione­s.

Sí se puede dar cuenta, sin embargo, de lo que él sintió. De cómo sintió. De hasta cuándo sintió. Porque ahí está su Real Madrid, cayendo en la final de la Liga ACB de España ante Valencia. Será 87-76 para el 3 a 1 definitivo en la serie. Y Chapu, ese tipo de los 17 títulos, se lamentará por esta derrota y por, al cabo, no poder despedirse como quería: campeón.

Llora desconsola­damente en el banco de los suplentes, con su compañero mexicano Gustavo Ayón arrodillad­o frente a él, tomándolo de la nuca, intentando contener su tristeza. No hay caso: el guerrero quiso la

gloria hasta el último segundo de la batalla.

Un rato más tarde, frenará por última vez ante los micrófonos con una tranquilid­ad impensada minutos antes, cuando todavía las lágrimas enjuagaban sus mejillas. Y dirá, fiel a su estilo directo pero reflexivo, que “el deporte sigue, Real Madrid sigue, la Selección Argentina sigue”. Agregará el santafesin­o: “Solamente uno se retira, da un paso al costado de la mejor manera posible. No tengo ninguna frustració­n en mi vida: he ganado, he perdido, he llorado y he festejado. No me he dejado nada. Estoy muy tranquilo con mi carrera”. Aunque admite que “es algo feo terminarla así”. Espíritu competitiv­o intacto.

“Lo que contagiaba­s no puedo expresarlo con palabras. Con mirarte a los ojos bastaba para saber que ibas a salir a matar. Gracias”. La frase que deja Facundo Campazzo en su cuenta de Twitter también sirve para tomar dimensión. Nocioni, parte integral de la Generación Dorada, fue probableme­nte uno de los menos talentosos naturales de ese puñado de hombres que cambiaron la historia del básquetbol argentino y mundial. Pero fue el más valiente. El del corazón de fuego que contagió al resto.

Que no haya sido el más hábil de la camada no implica que haya sido un jugador medio pelo. Al contrario. Sólo que los otros, los que subieron al Olimpo junto a él, fueron demasiado. Pero Nocioni supo destacarse desde chico. No por nada el mismísimo creador de la Liga Nacional, León Najnudel, lo fue a ver personalme­nte al club Unión de Santo Tomé (en su San-

ta Fe natal) y tardó sólo cinco minutos de una entrada en calor en convencers­e de que debía llevárselo a jugar a Buenos Aires.

Con Nocioni se despide un jugador que enamoró desde lo actitudina­l, primero, y desde la técnica, después. Un tipo hecho para los grandes desafíos, un soñador a la medida exacta de una Generación Dorada que necesitaba de esos aspirantes a la eternidad para que sean eternos los laureles que supieron conseguir. Un líder, dentro y fuera de la cancha, con manos y cabeza preparadas para los momentos cumbre.

Porque Chapu es el dolor, la angustia y la tristeza del triple fallado contra España en la semifinal del Mundial 2006. Pero es también la alegría, el desenfreno y el descontrol del triple convertido en los Juegos Olímpicos de Río 2016 contra Brasil. Es el tipo que, incluso con una personalid­ad y un estilo de juego físico al límite que lo hizo ganar varios enemigos, como el puertorriq­ueño Antonio Latimer, al final siempre se ganó el respeto de extraños, más allá del incondicio­nal amor de los propios.

Y después de todo eso, recién después y solamente después, se pueden mencionar los títulos. Cinco medallas de oro con la Selección; una de ellas, la correspond­iente a una de las mayores hazañas en la historia del deporte: el oro olímpico de Atenas 2004, tras vencer -por segunda vez- a Estados Unidos. Ocho títulos en Real Madrid, tres en Baskonia y hasta uno en Peñarol. Son parte de su grandeza, pero no lo son todo. Su esencia va mucho más allá. w

Mauricio Codocea mcodocea@clarin.com

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PRENSA REAL MADRID En lo alto. Andrés Nocioni enamoró desde la actitud.

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