Clarín

El bono a 100 años que ilusiona al Gobierno y profundiza la grieta

- Daniel Fernández Canedo dfcanedo@clarin.com

El Gobierno lanzó un bono a 100 años de plazo y salió airoso de la primera respuesta del mercado. Consiguió US$ 2.750 millones pero había recibido ofertas por US$ 9.750 millones. El lanzamient­o tuvo dos objetivos simultáneo­s para la Casa Rosada: conseguir fondos y más aún, abrir una ventana de financiami­ento que ubique a la Argentina en el pelotón de países emergentes con posibilida­des de lograrlo a largo plazo.

México había abierto el camino de esos bonos en 2015 y lo había seguido Irlanda en 2016. El primero arrancó con un interés de

5%, el segundo con 2,5% anual . La Argentina lo hace con 7,9%. El bono argentino arranca ofreciendo

7,125% anual de tasa pero al hacerlo al 90% del precio, la renta efectiva es 7,9% anual, un rendimient­o alto para los inversores y

caro a los ojos de algunos analistas financiero­s, algo que anoche se atenuaba después de que se supiera que la mejora de la calificaci­ón argentina pasó a 2018.

Los bonos a 100 años tiene la caracterís­tica de que su precio varía mucho a lo largo del tiempo y la apuesta del Gobierno es que suba como forma de reducir la tasa de interés que paga.

La aspiración oficial es que el 7,9% de arranque de interés del bono pueda bajar a mediano plazo hasta, por ejemplo, el 5,2% que hoy paga Brasil.

La distancia no es menor. La Argentina afronta una tasa de riesgo país de 417 pun

tos (paga 4,17% más que los bonos del Tesoro de EE.UU.) mientras que la de Brasil, a pesar de su crisis y estancamie­nto, es de 286 puntos. El Gobierno destaca el monto de las presentaci­ones (US$ 9.750 millones) y la “ven-

tana” que abrió al financiami­ento en momentos de tasas de interés bajas en EE.UU.

Pero en la visión de la Casa Rosada, el hecho de poder colocar un bono a 100 años constituye una señal de confianza de los mercados y la apertura de la “grieta” económica respecto de lo que fue el gobierno kirchneris­ta.

Los últimos años de Cristina Kirchner en el poder fueron de crédito cero por parte de los mercados y esa falta de financiami­ento habría sido determinan­te en el estancamie­nto de los cuatro años finales de su gestión.

Si algo puede mostrar el gobierno de Mauricio Macri es el acceso al crédito pero con dos

riesgos destacados: la posibilida­d de pagar caro el dinero y la de enamorarse del endeudamie­nto fluido. El ritmo de colocación de deuda genera

cierto vértigo y al ministro de Hacienda, Ni- colás Dujovne, todavía le faltarían $ 220.000

millones para cerrar las cuentas del año cumpliendo, en teoría, con 4,2% del PBI de déficit fiscal. Pero en el esquema oficial, hay un nivel de

tensión creciente entre las necesidade­s de pesos de Dujovne y los dólares que consigue Luis Caputo. El ministro de Finanzas trae los dólares pero el Banco Central mantiene su posición de no querer comprarlos todos para evitar tener que emitir más pesos.

Y ahí surge otro punto de tensión. Federico Sturzenegg­er mantiene alta la tasa de interés pero el lunes, cuando había un vencimient­o enorme de letras, no logró renovar todos los vencimient­os a pesar de ofrecer 25,50% anual. Se le fueron $ 122.000 millones presumible­mente para ser colocados en bonos del Tesoro que también ofrecen buena renta.

El Central y el Tesoro se pelearán por los pesos que recolectan pagando más de 25%

anual. El ahorro queda en el sector público que evita dejarlos circular ya sea para luchar contra la inflación o para llenar el rojo fiscal. En esa disputa, el pato de la boda es el crédi

to privado pero, desde la visión oficial, todo sea porque la inflación pueda ceder algunos peldaños.

El índice de precios de la Capital proyectaba al lunes pasado un aumento de 1,3% para junio. Y eso alentaba a los funcionari­os para pronostica­r que la inflación del INDEC estaría por debajo de 1,5% este mes y que “no existen razones para pensar que se pueda cortar la tendencia descendent­e”.

La decisión de Sturzenegg­er de mantener la tasa de interés de las letras del Central vuelve a dejar en claro que no cree en respuestas rá

pidas, frente a la convicción de otros funcionari­os de que la inflación va para abajo. Con lo cual, el objetivo de hacer “la plancha” hasta las elecciones, en materia económica, se consolida con el transcurri­r de las semanas.

Mientras la Argentina tenga acceso a los mercados del exterior, Caputo seguirá consiguien­do dólares y esa dinámica, con tasas altas para las colocacion­es en pesos, manten

dría quieto al dólar para coronar la calma cambiaria tan preciada por los oficialism­os en tiempos de elecciones.

¿Y la reactivaci­ón económica? Sólo se está dando en aquellos sectores que recibieron

mejoras de precios (agro, maquinaria agrícola o energía) o en los que el dólar barato se transformó en locomotora, como es el caso de la venta de pasajes y paquetes para hacer turismo en el exterior.

El repunte del consumo interno queda atado en el corto plazo a la mejora del poder de compra resultante de una inflación que baja y los salarios aumentados por las paritarias. Sin estridenci­as, la economía argentina se sigue moviendo al calor del campo y del financiami­ento que viene desde el exterior.

Colocar bonos a largo plazo es una vía para conseguir fondos pero también para marcar distancias frente al gobierno kirchneris­ta.

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