Clarín

“El cine nos puede enseñar el mundo en que vivimos”

Ganador de dos Palmas de Oro, la segunda por “Yo, Daniel Blake”, que estrena mañana, el realizador inglés ataca el neoliberal­ismo, a Thatcher y a la burocracia.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

“Cannes es muy importante para el futuro del cine. Recibir este premio es muy extraño. Mi filme nos recuerda a la gente que muere de hambre en uno de los países más ricos del mundo. El cine nos puede enseñar el mundo en que vivimos.”

Todo esto, dicho tras recibir la Palma de Oro, la segunda en su trayectori­a tras El viento que acaricia

el prado, en 2006, y pocos días antes del referéndum por el Brexit…

Ken Loach tenía lozanos 79 años cuando en mayo del año pasado recibió su Palma de Oro por un filme -como es su costumbre- sobre las penas, contraried­ades e injusticia de la clase trabajador­a.

Desde hace medio siglo que sus protagonis­tas son, por lo general, obreros. “¡Otro mundo es posible y necesario!”, exclamó exultante el director, en el escenario de la Sala Lumière. “El mundo en que vivimos está en un punto peligroso, al borde de un proyecto de austeridad que llamamos neoliberal, que corre el riesgo de llevarnos a la catástrofe”.

Días antes, cuando dialogó con medios internacio­nales -entre ellos,

Clarín-, Loach se manifestab­a de la misma manera, casi con las mismas palabras y con idéntico discurso. Pequeño de estatura, apenas encorvado, su voz no es un hilito como, por ejemplo, la de Woody Allen, que anda por la misma edad y había presentado Café Society.

“Intentamos presentar el lado dramático de la vida cotidiana en todas sus variantes”, volvía a reiterar el realizador de Riff Raff, Tierra y

libertad y Pan y rosas.

Yo, Daniel Blake se centra en el personaje del título, un carpintero próximo a cumplir 60 años, al que tras sufrir una complicaci­ón cardíaca el médico le indica que no debe trabajar. Pero Blake se topará con la burocracia del Servicio social inglés. Nada le resultará sencillo, está por perderlo todo y el Estado, más que ayudarlo, parece expulsarlo. -En su película explora la solidarida­d ante la injusticia, o la falta de ella con el protagonis­ta. -Sólo nos queda ayudarnos unos a otros. El sistema de prestacion­es sociales está tan burocratiz­ado para que quienes necesiten de su ayuda queden atrapados en un laberinto de formulario­s. Tiene que ver con el proyecto neoliberal, que entiende que la mano de obra puede ser vulnerable, acepta cobrar bajos salarios y tener trabajos temporales. Para que el trabajador continúe siendo vulnerable, debe creer que tiene lo que se merece. La burocracia es increíblem­ente eficaz en su ineficienc­ia. -Hay crueldad en el trato a los más desamparad­os, pero hay quienes tratan de ayudar a Blake... -Existe una crueldad en la manera en que organizamo­s nuestras vidas en la actualidad. A la gente que se encuentra en vulnerabil­idad se le dice que su situación de pobreza es por su propia culpa, que si no tiene trabajo es por su culpa… No es una cuestión solamente de Gran Bretaña, hay un enorme desempleo en toda Europa.

Un año atrás, Loach ya avizoraba lo que podría suceder con el Brexit. “Antes había una conciencia de que todos juntos podíamos salir adelante, si trabajábam­os juntos. Desde la Segunda Guerra Mundial ésa fue la idea. Nacieron los avances sociales, se afianzó la enseñanza pública, el sistema de salud. Pero la llegada de (Margaret) Thatcher trajo la idea de que el individuo se imponía a lo colectivo. Eso ha condenado de alguna manera a la democracia.”

El realizador fue igualmente claro al sincerarse y confesar que entiende que está contando la misma película desde hace 50 años. En ella, el sistema exprime, luego de oprimir al ciudadano, a quien termina ignorándol­o. -¿De dónde sacó esta vez el material para crear la trama? -Queríamos aproximarn­os lo más posible a una historia real. Lo que intentamos hacer fue empezar por el principio y continuar con las historias filmando en orden. Así, la historia va apareciend­o poco a poco, y los actores consiguen la descripció­n de lo que sucede a medida que la van viviendo. Entiendo que pare- ce que está todo improvisad­o, pero el guión está escrito de manera precisa de antemano. Cuando ves la película terminada, notás que ella y el libreto son prácticame­nte idénticos, pero parece que todo hubiera surgido en el momento del rodaje, y que hemos tomado a la gente por sorpresa. No es complicado. -¿Hicieron algún trabajo de investigac­ión? -Con Paul Laverty (su habitual guionista desde La canción de Carla - 1996-) realizamos un trabajo de campo. Fuimos a bancos de comida y encontramo­s a mujeres que no comían desde hacía tres días, otras que les daba vergüenza hacer la cola para conseguir alimentos.

“Cuando se pierde el respeto por uno mismo, es el fin”, dice en un momento Daniel Blake. Y Ken Loach nos lo recuerda en cada momento de su película.

A la gente que se encuentra vulnerable se le dice que tanto su situación de pobreza, como si no tiene trabajo, es por su culpa.”

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En rodaje. Ken Loach ya tiene 80 años, e integra el selecto grupo de realizador­es que ganó dos Palmas de Oro en Cannes, junto a Coppola, Haneke y los Dardenne, entre otros.
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