Churchill, un espejo que aún nos refleja
Circula en Buenos Aires un libro que narra, divertido y polémico, la vida y la obra, pero sobre todo el carácter y las cualidades humanas y políticas de Winston Churchill. El autor arriesga desde el vamos una hipótesis temeraria: un solo hombre –afirma– cambió el
rumbo de la Historia. El libro es “El factor Churchill” y su autor es Boris Johnson, en realidad Alexander Boris de Pfeffel Johnson, un conservador de los duros, de inquietante parecido con Donald Trump, político, periodista y ex alcalde de Londres. Es también quien llevó adelante la idea de que Gran Bretaña debía salir de la Unión Europea, conocida como “brexit”, acaso sin medir las consecuencias. Churchill no se lo hubiese perdonado.
El efecto inmediato del triunfo del brexit encumbró a Johnson: fue nombrado el 13 julio del año pasado Ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido. Así es como los británicos sentencian: ya que sos el padre de la idea, llevala adelante. Eso sí hubiese sido aplaudido por Churchill.
Johnson no es objetivo con su personaje: lo ama con devoción casi cegadora, si destaca alguno de sus muchos defectos, es sólo para justificarlo y ensalzarlo de inmediato con algunas de sus muchas virtudes. Encara una especie de estudio psicoanalítico, con las limitaciones con las que los periodistas hablamos de psicoanálisis, de la difícil relación de Churchill con su padre, Randolph, que murió muy joven y acaso sin amar a su hijo.
Uno de los aspectos más polémicos del libro es el estudio que Johnson hace de la retórica de Churchill, a la que compara, si bien
con brevedad, con la de Adolfo Hitler, su mortal enemigo. La analogía, que ayuda a reconstruir los pasos que Churchill seguía para sus elaborados discursos, tal vez sea útil en estos días en los que aquí se lanzan las campañas políticas para las elecciones legislativas de octubre, y los discursos, promesas, sueños y proyectos, desafíos, retos y bravatas, provocaciones, rivalidades y contiendas van a estar a la orden del día.
Sostiene Johnson que el célebre discurso de Churchill. “(…) Lucharemos en los mares y en los océanos, lucharemos con creciente confianza en los cielos, lucharemos en las playas y en los campos, lucharemos en las colinas y en las calles: ¡jamás nos rendiremos!”, una obra maestra de la oratoria, guarda cierta similitud con uno de Hitler: “(…) Nunca flaquearemos, nunca nos cansaremos, jamás perderemos nuestra fe”. Pero Johnson se pregunta y se responde: ¿Qué quería Hitler? Conquista y venganza ¿Qué emociones suscitaba su discurso? Paranoia y odio. ¿Qué quería Churchill, en cambio? Una idea general de benevolencia y felicidad, de paz y de preservación del mundo en el que se había criado.
Hitler –sostiene Johnson con lucidez– convencía a sus oyentes de que él era capaz de hacer cualquier cosa. Churchill convencía a sus oyentes de que ellos eran capaces de hacer cualquier cosa. La Historia dice que la diferencia entre uno y otro discurso, puede condenar o salvar a una nación.