Clarín

Para evitar irregulari­dades, el Gobierno quiere ponerle chips a las garrafas

Es para que no haya faltantes ni abusos en los precios. Las utilizan 2,6 millones de hogares de bajos recursos.

- Martín Bidegaray mbidegaray@clarin.com

El programa de garrafas sociales, que apunta a subsidiar esos tanques para hogares de bajos ingresos, sufre múltiples inconvenie­ntes en su aplicación. Hay quejas por parte de los usuarios ya que las garrafas no se consiguen a los precios pautados por el ministerio de Energía. En la práctica, cuestan entre 50% y 100% más del valor oficial ($ 135).

El ministro de Energía, Juan José Aranguren, se reunió ayer con el secretario de Comercio, Miguel Braun para pensar soluciones. Una de las ideas es ponerle un “chip” a las garra

fas, para poder identifica­rlas y que los fraccionad­oras -las que se encargan de despachar estos pequeños tanques al público- desistan de hacer trampas e inflar los precios. En otros ministerio­s también hay ansiedad por encontrar alguna solución.

Las garrafas sociales debieran llegar a 2,6 millones de hogares. La inmensa mayoría no tiene acceso a la red de gas. Para miles de personas, es la única forma de calefaccio­narse y de cocinar. El Gobierno, a través de ANSeS, transfiere $ 114,38 a cada ho

gar identifica­do como vulnerable para que pueda comprar una garrafa. El

precio oficial de ese artefacto, con 10 kilos de gas, es de $ 135. Sin embargo, en los barrios cuentan que les piden entre $ 200 y $ 250 para conseguirl­a. Las diferencia­s con el importe oficial pueden ahondarse aún más en el interior.

El fraccionam­iento de gas en garrafas es realizado por firmas regionales. Las empresas grandes dicen que detectaron manejos irregulare­s, en connivenci­a con sectores políticos municipale­s y provincial­es del interior. En el ministerio de Energía están evaluando la posibilida­d de añadirle un “chip” a cada garrafa, para que pueda ser seguida y monitoread­a. De esta forma, estiman, se podrían evitar desvíos y sobrepreci­os.

José Luis Sureda, el ex subsecreta­rio de Recursos Hidrocarbu­ríferos, que se fue hace unos meses, fue el primero en denunciar los manejos turbios, en noviembre del año pasado. El funcionari­o inició sumarios a 7 empleados del ministerio de Ener

gía por problemas con las garrafas en noviembre. Sureda separó a algunos trabajador­es porque entendió que escondían multas y, de esa forma, beneficiab­an a las fraccionad­oras.

Tras los sumarios iniciados por Sureda, hubo una denuncia en su contra por parte de Elisa “Lilita” Carrió, pedidos de las diputadas Margarita Stolbizer y Liliana Schwindt y una actuación del sindicato ATE para defender a sus afiliados que fueron sancionado­s. Pero la cuestión de fondo, sobre los desmanejos, no sufrió mayores modificaci­ones.

El funcionari­o denunciant­e se alejó del ministerio de Energía, por desacuerdo­s con el estilo de conducción del ministro Aranguren. La causa que inició es seguida de cerca por otros funcionari­os de esa cartera. Hubo reuniones con los representa­ntes del sector, para que se ajusten a cumplir el marco legal.

El programa de garrafas sociales viene con problemas desde hace años. El gobierno anterior introdujo una modificaci­ón: en lugar de subsidiar a las empresas (los “garraferos”) pasó a depositarl­os directamen­te a

los usuarios. La medida fue bien vista por la actual administra­ción, que la continuó.

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Reparto en la Provincia. Se denunciaro­n irregulari­dades

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