PASIONES ARGENTINAS

Secreta pasión cuerva de un abuelo gallego

Imposible cambiar de cuadro. Toda mi familia es de Boca. Yo, desde que tengo memoria, de San Lorenzo. A vos te va a parecer raro, pero nunca me había preguntado porqué soy cuervo en una familia repleta de bosteros. Cuando nació mi primer hijo, empecé a preguntarme de dónde había salido esa singularidad futbolera.

Tuve que comenzar a desandar los caminos de mi memoria, a preguntar en la familia, a escarbar en viejos cajones para encontrar una respuesta. No descubrí nada que me dijera cómo y por qué me había hecho de San Lorenzo.

De pronto, apareció la imagen de mi primera camiseta, la que compró mi viejo cuando yo tenía 6 ó 7 años. Una de Boca para mi hermano y la sagrada azul grana para mi. No recordé ninguna discusión, ningún apriete para que me hiciera boquense. Se ve que mi convicción era fuerte y la decisión de abrazar la pasión cuerva había sido anterior.

Revisé el calendario para saber en qué año había salido campeón San Lorenzo, no fuera cosa que un éxito momentáneo me hubiera quedado grabado en el corazón. No encontré nada. Al final, apareció una imagen reveladora. Yo, chiquito, de dos o tres años, sentado en las piernas de mi abuelo gallego que me incitaba a gritar: ¡San-Lo-ren-zo! ¡San-Lo-ren-zo! Y se reía. Fui corriendo a verlo. “Vos me hiciste

de San Lorenzo”, le dije. Me miró sorprendido y me dijo con acento galaico: “No, si yo soy de

Deportivo Español”. Así me quedé huérfano de tradición. Pero ya era tarde, porque como dice Eduardo Sacheri: “El tipo puede cambiar de todo… pero hay una cosa que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión”.