¿Será ‘continuidad’ o ‘cambio’? Todo lo que se juega en las PASO
Faltando pocos meses para las prima
rias legislativas el electorado se debatirá no sólo en términos de cambio o continuidad del actual gobierno, sino también en función de su propensión o aversión al riesgo que implica cambiar o continuar el rumbo. En otras palabras, cuánto está el argentino dispuesto a arriesgar para elegir entre distintas alternativas.
Este modelo de análisis funciona como un motor explicativo en diversos escenarios alrededor del mundo. Ejemplo de ello fueron las elecciones presidenciales en Ecuador donde, a pesar que cerca del 70% de la ciudadanía buscaba un cambio, el representante de la oposición, Guillermo Lasso, no logró imponerse. El cambio propuesto era percibido como riesgoso por muchos ecuatorianos que finalmente depositaron su voto en el candidato oficialista que para muchos representaba una continuidad y para otros, simplemente un cambio más “menos inseguro”.
En la campaña 2015, Mauricio Macri logró construir la percepción jus
ta de cambio. Esto implicó reajustes y/o sobreactuaciones de posiciones políticas durante su campaña (su discurso en la victoria de Rodriguez Larreta sobre Lousteau en la segunda vuelta porteña) que llegaron a ser percibidas como problemáticas por parte de los actores más informados del proceso electoral. De todas maneras, fue un posicionamiento sumamente efectivo para explicar su victoria.
En las elecciones de 2017, el paradigma cambio - continuidad permanece vigente. Hoy casi 4 de cada 10 ciudadanos apoya la continuidad y el 75% de ellos dicen sentirse seguros con el rumbo que propone el oficialismo. En contrapartida, en aquellos argentinos que sienten la necesidad de cambiar (cerca del 45%), los niveles de “confianza” brindados por los espacios son heterogéneos: la propuesta de Cristina Fernández de Kirchner genera, dentro de estos electo- res, una seguridad cercana al 50% mientras que Florencio Randazzo y Sergio Massa forjan seguridad en un 20% en promedio.
Dicho de otro modo, parece no haber vehículo de consenso en aquellos que buscan el cambio, pero sí lo hay en aquellos que quieren la continuidad. Dentro de este marco, los polos del sistema (Macri y Fernández de Kirchner) comienzan la carrera electoral con cierta ventaja (mayores niveles de confianza) debido a su instalación e identidades ancladas en el tablero político vigente. El gran desafío para los cuatro espacios radica en afianzar sus bases, pero, sobre todo, lograr identificar el grado exacto de cambio y continuidad que busca el electorado más volátil e independiente, otorgándoles seguridad para tomar un rumbo determinado. ¿Cómo se logra?
El Frente Unidad Ciudadana necesita hacerse más atractivo para este electorado al que le será difícil convencer si no emplea estrategias discursivas distintas a las que normal- mente utiliza ante su núcleo más duro de votantes. Cambiemos requerirá convencer que el encanto de su proyecto no es la situación presente sino el futuro más promisorio, aprovechando que más del 50% de estos electores consideran que “Macri no está solucionando sus problemas, pero le hace falta tiempo para lograrlo”. El Frente Cumplir y 1 País tendrán que mostrarse como una mejor versión de los otros dos polos: Florencio como una mejor Cristina y Sergio como un mejor Mauricio.
Nadie elegirá a alguien que no conozca, pero todavía menos a quien, aun teniendo un discurso similar a lo que ese votante cree, no le genera la confianza suficiente para poder liderar ese proceso. Este votante sin etiquetas se vuelve más poderoso y, en cierta medida, egoísta: necesita un líder político que mejore su primer metro cuadrado. La capacidad de poder empatizar y brindarle confianza a este elector tendrá un carácter definitorio.