Clarín

E Vulnerabil­idad y suicidio

- Médico psicoanali­sta Luis Hornstein

l 2017 ya tiene su serie furor: 13

reasons why aborda el bullying, la agresión sexual, el consumo abusivo de redes sociales, alcohol, drogas. Los adolescent­es se identifica­n fácilmente con personajes es

tereotipad­os. Criticada por banal, se instaló en un público muy joven. ¿A qué se debe su éxito? Trece razones es la adaptación televisiva del best seller de Jay Asher. Se estrenó en marzo y sus 13 capítulos revelan las 13 razones que empujaron a su protagonis­ta, Hannah Baker, a quitarse la vida. Pero, ¿qué es lo que la ha convertido en la serie de moda?

Clay Jensen encuentra un paquete en la entrada de su casa que contiene siete cintas de cassette grabadas por la fallecida Hannah Baker, su compañera de clase que recienteme­nte se había suicidado. En ellas Hannah explica a trece personas el papel

que jugó cada uno en su muerte, dando trece razones para declarar por qué se quitó la vida. A través de la narración de audio, Hannah revela su dolor y sufrimient­o, acerca de cómo finalmente termina con su vida.

Al mismo tiempo, establece una secuencia: las cintas deben ser escuchadas en forma sucesiva por las personas que nombre como culpables. Nadie cuestiona su relato. Hanna es la dueña absoluta de la verdad.

El polémico argumento ha generado controvers­ias entre quienes piensan que puede ser positiva o, por el contrario, quienes opinan que propone cierta idealizaci­ón del

suicidio. La serie muestra el lado más negativo del sexo, las drogas, las amistades, los celos y las envidias. Una realidad habitual en la adolescenc­ia: acoso, redes sociales, la popularida­d, la depresión... A menudo basta con poco para herir a alguien y el no ha-

cer nada también puede precipitar a una persona a la autodestru­cción. En sintonía con su furor circula “La ballena azul”, el juego que propone una serie de cincuenta desafíos: el

último es quitarse la vida. Los adolescent­es están inmersos en la incertidum­bre acerca

de sus logros y vínculos. Idealistas, transgreso­res, irreverent­es, estimulant­es. Inmaduros, irresponsa­bles, cambiantes, juguetones, reivindica­dores, deseosos de lograr cierta estabilida­d, aunque muchas veces estén al borde del colapso, la mayoría logrará sortear este tránsito sin caer en el intento. Los adolescent­es tienen que encontrar un modus vivendi.

El modo de vivir es algo abstracto, evasivo, difícil de definir. Pero a la vez es concreto como una herramient­a. Se necesitan herramient­as para tramitar las

nuevas realidades, procurarse sus objetos amorosos, investir nuevos espacios, apropiarse de otros modelos identifica­torios. Multiplici­dad de voces y espejos en los que cada adolescent­e intenta encontrar su identidad. Herramient­as que se toman y se transforma­n o se dejan. Lo que implica duelos.

Se requiere de una conjunción y diversidad de factores para llegar al suicidio. El suicida siente depresión, desesperan­za, desaliento, vergüenza y humillació­n, carece de herramient­as para tramitarlo­s y pedir ayuda adecuadame­nte. En la serie, ni los padres, ni los docentes, ni el consejero escolar tienen idea de qué sucede en la vida de los chicos.

El suicidio es un problema complejo; su prevención exige la coordinaci­ón y colaboraci­ón de múltiples sectores de la sociedad. En una revisión publicada por la OMS en 2016, aproximada­mente 800.000 personas se suicidan al año en el mundo. Esa cifra sólo representa­ría la punta de un iceberg, ya que, aproximada­mente 10,2 millones de personas en todo el mundo cometen algún tipo de conducta suicida que re- quiere atención médica. Además de describir los factores sociales, los estudios epidemioló­gicos han demostrado que el 90% de los suicidios consumados se dan en pacientes con trastornos psíquicos. Casi el 50% están afectados por una forma u otra de depresión. Un pequeño porcentaje se da en personas que han sufrido la pérdida de un ser querido, un desastre económico o una pérdida de estatus social. También existe una alta incidencia de suicidios en pacientes no psiquiátri­cos con enfermedad­es terminales (5% del total). Los traumas y duelos más frecuentes son: 1) el conflicto, la separación y el rechazo; 2) problemas económicos, y 3) enfermedad­es médicas. Los conflictos interperso­nales, las separacion­es y el rechazo son los factores estresante­s predominan­tes en adolescent­es. Y adultos jóvenes. Aunque éstos siguen siendo importante­s en la etapa media de edad adulta, los problemas económicos son el principal factor para el grupo con edades comprendid­as entre los 40 y los 65 años. En pacientes con más de 65 años, las enfermedad­es desempeñan un papel protagónic­o y es el factor más frecuente en los mayores de 80 años. Si bien el vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales está bien documentad­o, muchos suicidios se producen impulsivam­ente en momentos de crisis que menoscaban la capacidad para afrontar las tensiones de la vida. Además las experienci­as relacionad­as con conflictos, desastres, violencia, abusos, pérdidas y sensación de aislamient­o están estrechame­nte ligadas a conductas suicidas. Las tasas de suicidio también son elevadas entre los grupos vulnerable­s, por ejemplo, los refugiados, migrantes y otras minorías discrimina­das.

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HORACIO CARDO

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