Clarín

Tecnología­s nuevas, un desafío para las ciudades L

- Héctor Zajac Geógrafo (UBA, UNY)

as tecnología­s de informació­n, TICS, carecen de la “naturaleza incluyente” que se les atribuyó en los orígenes de una globalizac­ión de aparente bonhomía omnicompre­nsiva. Su potencial es ambiguo para la ciudad; mejoras para algunos a costa del

aumento de las desigualda­des. Alcaldes de metrópolis globales resisten plataforma­s que como Airbnb aumentan indirectam­ente la renta municipal creando más suelo al turismo, pero a un valor extraño al bolsillo de los vecinos que padecen la alteración cultural y ambiental en su modo de vida tradiciona­l que se “vendía” como atracción en un principio.

El efecto de la globalizac­ión sobre el mercado inmobiliar­io ha sido devastador en todas las grandes ciudades, especialme­nte en los países en desarrollo. Las TICS multiplica­n y dispersan la fuente de financiami­ento del capital. La mundializa­ción consiguien­te de la demanda de suelo le fija un valor inalcanzab­le en relación al ingreso local para su compra o renta. Su consecuenc­ia ominosa: alta ociosidad del espacio, expulsione­s masivas de vecinos o gentrifica­ción.

La mirada individual distorsion­a; las clases medias y altas tienden a universali­zar su percepción de óptimo urbano en desmedro de la mayoría. No vivimos mejor por el precio del alojamient­o de las vacaciones en Europa, o por UBER, movilidad confortabl­e y barata, es cierto, pero que medra en la prisa con que las TICS le permiten a la empresa jugar a la escondida con el Estado local, armando y desarmando a costo desdeñable, un negocio en cualquier parte de un mundo que se empequeñec­e en el territorio de lo virtual como la regulación que le facilita esquivar tributos.

Tampoco se nos hace evidente que el mal del sistema de transporte está en el medio,

no en la modalidad, que la plataforma fomenta saliendo a la caza de “uber emprendedo­res”, moviendo a muy pocos para el enorme espacio que ocupa en una ciudad que lo carece, y en detrimento del transporte público usado por las mayorías. Taxistas que también abusan del limitado espacio y demasiadas veces del bolsillo del pasajero, arguyen la indiscutib­le desventaja competitiv­a, su derecho al trabajo. A pesar de esto, la ciudad mo- derna porta en su ADN un gen autodestru­ctivo que las TICS combaten.

La técnica del siglo 20 -tranvías, trenes, redes eléctricas- separó trabajo y vivienda, unidos en la insalubre ciudad del carbón. La sinergia, el auto como modo para zanjar tal separación, su industria como motor de crecimient­o, y un modelo de gestión que lo priorizó hasta fin de siglo completaro­n la receta

del caos actual. Autopistas para taponamien­tos que alentaron la compra de más autos.

Pero la virtualiza­cion de la economía configura una “nueva urbanidad” en la que el trabajo y la vivienda vuelven a unirse en el hogar, lejos de los centros, reduciendo los

viajes diarios que causan congestión y también contaminac­ión.

El avance es más lento en países en desarrollo con sectores poco tecnificad­os e intensivos en el uso de trabajo físico. El Estado de

be anticipars­e a la tendencia a la compartime­ntalizació­n del bienestar que acarrea junto con aire más limpio la ciudad futura. Usando la tecnología para educar y nivelar. Vehiculiza­ndo apropiació­n, único modo de desenvolve­r su potencial de inclusión.

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