Los costos de suponer que todo pasa y nada queda
Es la segunda vez que ocurre un episodio similar. Pero el gobierno argumenta que su sistema sanitario es “robusto”.
El caso de los abscesos en el ganado vacuno brasileño, cuyos vestigios infecciosos se encontraron en embarques de carne in natura a Estados Unidos, es el segundo escándalo que envuelve productos alimenticios elaborados por frigoríficos de gran porte.
El primero ocurrió hace muy poco a partir de una operación policial, bautizada “Carne Débil” que investigó la contaminación en salchichas, aves y cerdos, salidos de las principales plantas alimenticias de Brasil. Estalló a mediados de marzo y provocó pánico en el mundo. Apenas tres meses después, el gobierno norteamericano decreta el embargo de las exportaciones de carnes desde Brasil, por cuenta de no cumplir con normas sanitarias al encontrar residuos de contaminación en los despachos.
Es más, el Departamento de Agricultura norteamericano (USDA) indicó la existencia de “fallas recurrentes” y mostró que el nivel de descarte en las carnes vendidas por los frigoríficos JBS, Mafrig y otros, había trepado de un 1 por ciento a 11 por ciento. Las descripciones de ese organismo son devastadores. Según dijeron a la
BBC, se encontraron desde sustancias prohibidas por la legislaciones estadounidense hasta “materiales externos no identificados”. Para las autoridades sanitarias del Norte, esos hallazgos significan una falla sistémica en la “verificación sanitaria”.
El ministro de agricultura brasileño Blairo Maggi admitió, en un pronunciamiento grabado que se distribuyó entre los corresponsales extranjeros, que efectivamente se habían detectado procesos de infecciones en los animales, más precisamente en la parte delantera, que adjudicó a la aplicación de la vacuna anti-aftosa. “Tenemos que investigar qué elementos de esa vacunación podrían producir esos abscesos”.
Pero luego derivó las culpas hacia los propios estadounidenses. Dijo que “el lobby de los productores de ganado de ellos fue muy fuerte desde que el gobierno norteamericano abrió el mercado para nuestras carnes. Y ahora aumenta esa presión”.
La Asociación Brasileña de Industrias Exportadoras de Carnes (ABIEC) salió, en parte, a defender al funcionario. Lamentó “la suspensión de exportaciones” y sostuvo que “ya se están tomando acciones correctivas para adecuar los procesos productivos”.
No fue por acaso que los funciona- rios de sanidad animal de los Estados Unidos dieron el alerta. En verdad habían comenzado a analizar embarque por embarque la calidad de las carnes, a partir del momento en que la policía gatilló el operativo “Carne débil”. El impacto desde el punto de vista económico por ahora quedó “limitado” a 860 toneladas que no pudieron ingresar. Pero todavía no se vio la dimensión global.
Ayer, por ejemplo, el gobierno chileno indicó que ya había alertado a Brasil sobre la existencia de ese problema. Si fuera así, indicaría que hubo como mínimo una actitud de “indolencia” frente a los problemas que productos alimenticios contaminados pueden ocasionar en los consumidores.
Según un funcionario del ministerio de Agricultura del gobierno brasileño, “Los Estados Unidos dicen que es un problema sanitario y no de reacción a la vacuna contra la aftosa. Nosotros entendemos que es esto último y los vamos a discutir técnicamente”. Como si nada hubiera ocurrido, insistió en defender “el sistema brasileño de control de calidad. Es robusto, testeado y aprobado”, remarcó con énfasis.
El informe del ministerio norteamericano es devastador sobre lo que se halló en la carne